Aborto será un eje central pero con ‘antídotos’ para no pelearse con la Iglesia
Alberto Fernández anunciará el proyecto de interrupción voluntaria del embarazo, en su discurso ante la asamblea legislativa. Se trata de un punto sobre el que no hay chances de acuerdo, negociación o compensación hacia la Iglesia. Sin embargo, prepara un antídoto para no enemistarse tampoco.
Fernández ya puso en marcha una estrategia: anticipar su postura ante los voceros de la Iglesia, a diferencia de los movimientos más sinuosos que tuvo Macri respecto de la legalización del aborto (se declaró tibiamente en contra, pero habilitó el debate de forma sorpresiva); y a la vez evitar mezclarse con la militancia de pañuelo verde.
Fernández no operará en busca de los votos necesarios en el Congreso. Ahí su contraste se dará con la actitud que tuvo Néstor Kirchner en 2010 durante el debate sobre el matrimonio igualitario. En Casa Rosada toman los dos antecedentes como referencias de las que alejarse: ni el Kirchner de 2010 ni el Macri de 2018. “No engañamos a la Iglesia. Eso es una ventaja comparativa”, se jactan cerca del Presidente. En una entrevista con Télam, el jefe del Episcopado, Oscar Ojea, destacó esa franqueza
El proyecto incluirá gestos hacia la Iglesia: la objeción médica personal de conciencia (rechazada por gran parte del movimiento de mujeres), programas de asistencia estatal para el cuidado del bebé y facilidades para la adopción. ¿Será suficiente para compensar el hecho de impulsar la legalización? “Acá no hay monedas de cambio. Nuestra postura es firme y siempre será la misma”, advierte la cúpula de la Iglesia.
En reacción al proyecto, el Episcopado organizó una misa en la Basílica de Luján para el 8 de marzo. Se titulará: “Sí a las mujeres, Sí a la vida”. Días atrás, la Conferencia Episcopal reafirmó su intransigencia con una cita papal: “Me asocio al compromiso de custodiar y proteger la #vida humana desde el principio”, tuiteó.
nMalvinas y el reposicionamiento de la Argentina en el mundo de la mano de un nuevo gobierno de pensamiento “nacional y popular”, como se autodefine, serán los ejes claves en el plano de la política exterior en el discurso de hoy ante la Asamblea Legislativa. En medio de las negociaciones externas sobre la deuda, el presidente Alberto Fernández les hablará no solo a los argentinos sino también más allá de las fronteras.
No hay dudas de que el mundo estará atento al tono y al contenido del discurso para calibrar sus expectativas sobre el gobierno que transita, por estas horas, sus primeros ochenta días. Por ello, la columna vertebral del mensaje, en lo que atañe a la agenda externa, se centrará en mostrar la bienvenida que precisamente ese mundo brindó a Fernández a lo largo de sus giras internacionales por Israel, Europa –Vaticano, Italia, Alemania, Francia y España– y México.
Las reuniones con los principales líderes de estos destinos así como el apoyo político al mensaje que Alberto repitió en cada estación van de la mano con ponderar la labor de los diplomáticos y el retorno de las funciones comerciales a la Cancillería. Curiosamente, en medio de la disputa con los funcionarios del servicio exterior por la reforma a su régimen previsional al que tildaron primero de “privilegio” y luego como “especial”, la labor de las embajadas como nodo central de este esquema es uno de los aspectos que más se ponderan dentro del Ejecutivo.
El discurso apuntará, entre otras cuestiones, a la búsqueda de la innovación, creatividad y proactividad de los argentinos así como a la consolidación de una mirada multilateral “y sin anteojeras ideológicas que nos limiten”, acorde al texto que trabajó el jefe de Gabinete del ministerio, Guillermo Chaves, para presentar ante Presidencia con los puntos fuertes de la cartera. Asimismo, se habla de evitar una apertura “pasiva, inocente o automática” y apostar, en cambio, a una integración basada en la reciprocidad, acorde a las necesidades y productividad de las pymes y las economías regionales.
De allí que el Mercosur será uno de los puntos a destacar como el lugar de pertenencia natural de la Argentina y la plataforma para conectarse con el mundo. Significa un guiño a Brasil
–la gira de febrero, aunque no participó Alberto, es celebrada como un acercamiento clave con el reticente Jair Bolsonaro– pero también a un Uruguay que cambia hoy de manos políticas luego de quince años. Respecto de Venezuela, la última gestión del canciller Felipe Solá con representantes europeos cayó bien en la Rosada.
Por último, habrá un apartado relevante para las Malvinas con la posibilidad de avanzar en novedades sobre el consejo nacional multidisciplinario al que aludió el Presidente en su discurso del 10 de diciembre así como en el diseño de un nuevo mapa que incluya la extensión de la plataforma continental en línea con la política antártica del Gobierno.
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