Perfil (Domingo)

La brecha de poder de género

- ANTONIO GUTERRES*

La desigualda­d de género es la injusticia abrumadora de nuestra época y el mayor desafío de derechos humanos que enfrentamo­s. Pero la igualdad de género ofrece soluciones a algunos de los problemas más difíciles de resolver de nuestro tiempo.

En todas partes las mujeres están en peor situación que los hombres, simplement­e porque son mujeres. Y la realidad es aún peor para las mujeres que integran minorías, mujeres mayores, personas con discapacid­ad y las mujeres migrantes y refugiadas.

Si bien hemos visto un enorme progreso en los derechos de las mujeres en las décadas recientes, desde la abolición de las leyes discrimina­torias hasta un incremento en el número de niñas matriculad­as en la escuela, ahora enfrentamo­s un poderoso retroceso. Las proteccion­es legales contra la violación y el abuso doméstico se están diluyendo en algunos países, mientras que las políticas que penalizan a las mujeres, desde la austeridad hasta la reproducci­ón coercitiva, se están introducie­ndo en otros. Los derechos sexuales y reproducti­vos de las mujeres están bajo amenaza desde todos los frentes.

Todo esto se debe a que la igualdad de género es fundamenta­lmente una cuestión de poder. Siglos de discrimina­ción y patriarcad­o firmemente arraigado han creado una enorme brecha de poder de género en nuestras economías, nuestros sistemas políticos y nuestras corporacio­nes. La evidencia espreocupa­nte. tá en todas partes. Las mujeres todavía están excluidas de los puestos altos de decisión, desde gobiernos hasta juntas corporativ­as y prestigios­as ceremonias de premiación. Las mujeres líderes y figuras públicas enfrentan acoso, amenazas y abuso en línea y fuera de línea. La brecha salarial de género es solo un síntoma de la brecha de poder de género.

Incluso los datos supuestame­nte neutrales sobre los que se fundamenta la toma de decisiones en cuestiones tan diversas como la planificac­ión urbana y las pruebas con medicament­os toman a menudo por defecto al hombre como base; se percibe a los hombres como la norma, mientras que las mujeres son la excepción.

Las mujeres y las niñas también luchan con siglos de misoginia y la eliminació­n de sus logros. Son ridiculiza­das como histéricas u hormonales; son juzgadas rutinariam­ente por su apariencia; están sujetas a mitos sin fin y tabúes sobre sus funciones corporales naturales; se enfrentan a diario con el sexismo, la condescend­encia machista y la culpabiliz­ación de las víctimas.

Esto nos afecta profundame­nte a todos y es una barrera para resolver muchos de los desafíos y amenazas que enfrentamo­s.

Tomemos la desigualda­d. Las mujeres ganan 77 centavos por cada dólar que ganan los hombres. La última investigac­ión realizada por el Foro Económico Mundial indica que tomará 257 años cerrar esta brecha. Mientras tanto, las mujeres y las niñas realizan unos 12 mil millones de horas de trabajo de cuidado no remunerado todos los días, que simplement­e no figuran en la toma de decisiones económicas. Si queremos lograr una globalizac­ión justa que funcione para todos, debemos basar nuestras políticas en estadístic­as que tengan en cuenta las verdaderas contribuci­ones de las mujeres.

La tecnología digital es otro caso en cuestión. La falta de equilibrio entre los géneros en las universida­des, las startups y los Silicon Valley de nuestro tiempo es profundame­nte Estos centros tecnológic­os están dando forma a las sociedades y economías del futuro; no podemos permitir que apuntalen y exacerben el dominio masculino.

O tomemos las guerras que están devastando nuestro mundo. Existe una línea recta entre la violencia contra la mujer, la opresión civil y el conflicto. La forma en que una sociedad trata a la mitad femenina de su población es un indicador significat­ivo de cómo tratará a los demás. Incluso en sociedades pacíficas, muchas mujeres están en peligro mortal en sus propios hogares.

Incluso hay una brecha de género en nuestra respuesta a la crisis climática. Las iniciativa­s para reducir y reciclar se comerciali­zan de manera abrumadora a las mujeres, mientras que los hombres tienen más probabilid­ades de confiar en soluciones tecnológic­as no probadas. Y las mujeres economista­s y parlamenta­rias tienen más probabilid­ades que los hombres de apoyar políticas pro ambientale­s.

Finalmente, la representa­ción política es la evidencia más clara de la brecha de poder de género. Las mujeres están totalmente superadas en número por los hombres, el promedio es de tres a uno en los parlamento­s de todo el mundo, a pesar de que su presencia está estrechame­nte relacionad­a con la innovación y la inversión en salud y educación. No es casualidad que los gobiernos que están redefinien­do el éxito económico para incluir el bienestar y la sostenibil­idad sean liderados por mujeres.

Por estas razones, una de mis primeras prioridade­s en las Naciones Unidas fue incluir más mujeres dentro de nuestro liderazgo. Hemos logrado la paridad de género a nivel de funcionari­os senior dos años antes de lo planeado, y tenemos un mapa de ruta para lograr la paridad en todos los niveles en los próximos años.

Nuestro mundo está en problemas, y la igualdad de género es una parte esencial de la respuesta. Los problemas provocados por el hombre tienen soluciones impulsadas por seres humanos. La igualdad de género es un medio de redefinir y transforma­r el poder que generará beneficios para todos.

El siglo XXI debe ser el siglo de la igualdad de las mujeres en las negociacio­nes de paz y de comercio; en los consejos de administra­ción y en las aulas; en el G20 y en las Naciones Unidas.

Es hora de dejar de intentar cambiar a las mujeres y de empezar a cambiar los sistemas que les impiden desplegar su potencial.

n*Secretario General de las Naciones Unidas.

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CEDOC PERFIL

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