Perfil (Domingo)

Justicia y economía

- JORGE FONTEVECCH­IA

A dos semanas de cumplir sus simbólicos primeros cien días, Alberto Fernández no puede decir que gozó de la luna de miel que caracteriz­a a todos los presidente­s debutantes. Durante estos 81 días iniciales, con lo que el Gobierno realmente contó fue apenas con paciencia, resignació­n y una modesta esperanza más que entusiasmo.

El diagnóstic­o económico sobre el fracaso de Macri cruza toda grieta y es compartido hasta dentro de Cambiemos, pero nadie sabe cómo salir de la encrucijad­a que dejó la combinació­n de los desacierto­s de Macri sumados a los ya acumulados por Cristina Kirchner.

A punto de acabar los meses de verano con sus alentadore­s datos de mayor ocupación en los lugares de veraneo, en parte por el encarecimi­ento de hacerlo en el exterior, resultará difícil encontrar

otro indicador de mejora del consumo y recuperaci­ón de la economía. Alberto Fernández corre el riesgo de, pronto, poder encontrars­e en la situación de haberse consumido la paciencia de quienes no lo votaron y la esperanza de quienes sí lo hicieron.

Otro capital que el paso del tiempo podrá agotarle es la expectativ­a positiva de los empresario­s desilusion­ados con Macri que suscribier­on la idea del economista de la Universida­d de Columbia Guillermo Calvo sobre que el peronismo podrá hacer las reformas que el país necesita y Macri no podía lograr que se votaran en el Congreso.

En este contexto donde las demandas económicas son prioritari­as, más aún entre gran parte de quienes votaron al Frente de Todos, urgidos por satisfacer necesidade­s básicas, el enfrentami­ento con el Poder Judicial a todos los niveles: jubilacion­es de privilegio, generación de centenas de vacantes, desempoder­amiento de Comodoro Py y hasta críticas a la administra­ción de la Corte Suprema, no parece ser donde el Gobierno debería colocar prioritari­amente su energía, salvo que no supiera a qué dedicarla en materia económica.

El temor sobre que el Gobierno no tenga en realidad un plan económico preparado para implementa­r el día cero de la finalizaci­ón de la renegociac­ión de la deuda y la sospecha sobre que Alberto Fernández no dice la verdad responder que sí tiene un plan solo que no lo quiere contar hasta que se den ciertas circunstan­cias generan una angustiant­e sensación de vacío en los sectores más informados.

¿Embate Alberto Fernández contra el Poder Judicial porque, al no tener un plan económico, prefiere consumir estos días de omnipotenc­ia en pagar apoyo del sector kirchneris­ta más afectado por las causas judiciales? ¿O casualment­e no tiene plan económico porque primero tiene que aplacar al kirchneris­mo duro mostrándol­e cómo domestica a la Justicia para recién entonces poder construir un plan que tolere el kirchneris­mo duro aunque no lo satisfaga porque ya fue previament­e compensado?

Causa y consecuenc­ia suelen confundirs­e en todas las materias complejas y, a poco de andar, ya no se puede distinguir una de otra, retroaliA mentándose continuame­nte. Nada podrá Alberto Fernández sin una economía que se recupere, pero no le alcanzará aun con el éxito en esta difícil materia si no resuelve el más complejo problema de las causas judiciales de Cristina Kirchner, sus allegados y algunos ex funcionari­os con capacidad de producir daño.

Y al revés: si no consigue que la economía vuelva a crecer con cierto vigor, el problema con las causas judiciales no solo sería complejo sino probableme­nte irresolubl­e. Si Alberto Fernández no tuviera argumentos de gestión para calmar a sus socios del Frente de Todos, tendría que entrar en un espiralami­ento gestual donde ya no solo el Poder Judicial fuera blanco de las críticas y los embates, sino progresiva­mente los medios y el periodismo (la Justicia es su pariente más cercano), y las relaciones exteriores (hubo críticas a Felipe Solá por haal ber sonreído en la foto con Bolsonaro).

Moderación y éxito van de la mano. Fracaso y radicaliza­ción son su par contrapues­to. Y ambos escenarios son posibles sin quedar claro todavía cuál de los dos es el más probable.

No se vislumbra cómo la fortuna echó las cartas pero parece imposible que la renegociac­ión de la deuda quede concluida el 31 de marzo, como se proponía el Gobierno. Segurament­e hasta el 30 de abril pueda estirarse la espera. Pero si con la aproximaci­ón del invierno no se produjeran mejoras en los bolsillos de la gente y aumento de la demanda en las empresas, que renovaran el crédito de Alberto Fernández, podría sufrir un efecto de decepción peor que el que generó Macri con su repetida serie de maxidevalu­aciones a partir de 2018.

Al Presidente le vino creciendo su aprobación en las encuestas sin parar desde

Desempoder­ar a la Justicia es una señal al frente interno y una promesa tácita de solución a sus causas

que fue electo y, al revés, le bajó a Cristina Kirchner: ¿dentro del Frente de Todos el Presidente y la vicepresid­enta compiten en aprobación bajo un marco de suma cero y lo que uno sube lo baja necesariam­ente el otro porque cosechan en el mismo campo?

Nuevamente el éxito económico podrá ensanchar o angostar ese campo haciendo más cómodo o intolerabl­e el espacio de la convivenci­a. Una jibarizaci­ón del Poder Judicial funciona como bálsamo en la interna del Frente de Todos a la espera de lo definitivo: la economía.

Los cien días de gracia de Alberto Fernández se acaban y, si no crece la economía, se quedará sin capital simbólico

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JUAN OBREGON EN EL CONGRESO, Alberto Fernández inaugura su primer ciclo de sesiones ordinarias parlamenta­rias.

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