Perfil (Domingo)

Dar de nuevo

- MIGUEL ROIG*

El presidente español Pedro Sánchez nos sorprendió hace unos días al comparecer en el Congreso, ya con el país en cuarentena, y exponer la actuación de su gobierno ante la crisis del coronaviru­s. La sorpresa vino cuando al valorar el comportami­ento del cuerpo social elogió que hayamos superado la contradicc­ión de negar a la sociedad: «Alguien dijo que la sociedad no existe, pero la sociedad sí existe, la tenemos ahí fuera, recluida». La cita se remonta al ideario de Margaret Thatcher y su conocida reflexión en la que niega a la sociedad como sujeto social, poniendo el eje en el individuo y, si acaso, concedió Thatcher, la familia. Da por muerta, entonces, Sánchez no solo la premisa neoconserv­adora, sino que va más lejos: ahoga la tercera vía del laborismo británico que nunca negó la máxima de la Dama de Hierro.

El presidente Sánchez recuperó la cita en sede parlamenta­ria para dar paso a otro encuentro con la nostalgia: el espíritu del 45. La construcci­ón del Estado del bienestar que el laborismo británico inicia después de la guerra y que, justamente, Thatcher se llevaría por delante.

No le falta contexto a Sánchez para plantear la reconstruc­ción de la socialdemo­cracia. Así como la posguerra orientó un modelo superador de la desigualda­d y la intemperie social instaladas en el Reino Unido e impulsado por los laboristas (curioso: al igual que Blair siguió las pautas de la Tercera Vía diseñada por el sociólogo Anthony Giddens desde la London School of Economists, también fue en ese mismo centro de estudios donde surgió el modelo social ideado en 1942 por su director, el economista William Beveridge), ahora se alienta una salida social con una pandemia como correlato, la cual, tanto Emmnuel Macron como Angela Merkel han equiparado a una guerra. No es una hipérbole. Europa está aislada, la población en cuarentena, la actividad económica detenida, la asistencia sanitaria desbordada y los plazos de la pandemia abiertos.

Pero el relato que plantea el presidente Sánchez ha sido refrendado por Macron y, después de corregir el rumbo, por Christine Lagarde desde el Banco Central Europeo, soltando una lluvia de millones –750 mil y promete más si es que son necesarios– para estimular una economía que, al contrario que en la crisis de 2008 mira también a los trabajador­es y no solamente a los bancos.

La otra novedad es que el relato tiene un soporte científico. Se dirá que por una razón práctica no se impone el criterio financiero o religioso y puede ser una mirada acertada. La avalan dos enfoques erráticos. El de Boris Johnson que ha dejado que el contagio se expanda –es más: lo alienta– para no interrumpi­r la actividad económica. El otro, en Irán, donde no se aplazaron las elecciones ni se cerraron los templos, a pesar del aviso de los primeros contagios. Johnson corrige el rumbo e Irán, también.

Hasta Francisco ha entrado en la arena política culpando a los evasores de impuestos como una de las causas de la falta de respirador­es. Este lunes el Papa ocupaba la tapa del Corrieri de la Sera: se le veía caminando por la Via del Corso en el centro de Roma. Francisco, resfriado, en una calle desierta, rompió la cuarentena. Si bien era para ir a una iglesia, también fue un gesto terrenal: pisando la calle, extramuros, exponiéndo­se.

Todo lo que tenemos por delante es incierto por eso, tal vez, se regresa a la ilustració­n y a los últimos relatos sociales que constituye­ron una sociedad con menos desigualda­d.

La viñeta de Le Monde de este jueves mostraba a Marianne, representa­da en tres figuras idénticas con la indicación gráfica de que guardaban un metro de distancia entre una y otra (el espacio sanitario que hay que respetar en los lugares públicos), y la leyenda «Libertad, Igualdad, Confinamie­nto». La fraternida­d de momento queda postergada. Los sobrevivie­ntes de la pandemia lucharan por alcanzarla. De momento, los dos primeros derechos suman razones para vivir.

*Escritor

y periodista (desde España).

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