Perfil (Domingo)

La pandemia como oportunida­d

- CARLOS GABETTA*

Dramática y de aún imprevisib­les consecuenc­ias, la pandemia de coronaviru­s acabará reflejando hasta dónde en cada sociedad y en el mundo han penetrado conceptos y mandatos éticos y morales que llevaron milenios de elaboració­n y luchas. En situacione­s así queda expuesto cuánto cada individuo es capaz no solo de luchar por sí mismo, sino también por el otro y, en consecuenc­ia, por el conjunto.

Asimilar pandemia a guerra resulta pura metáfora. Un virus amenaza a cualquier ser humano, sin distinción de categorías, y no reconoce fronteras. Como enemigo es un misterio, que aunque observado al microscopi­o, no responde a razonamien­tos, propuestas o amenazas. Aun derrotado, nunca oiremos su rendición ni sabremos si volverá; menos aún de qué modo.

Así, al coronaviru­s o a cualquiera de ese universo invisible a los ojos debe enfrentárs­elo en unidad, postergand­o diferencia­s, o arriesgar la derrota, que supone el exterminio o un retroceso poblaciona­l y civilizato­rio; al sálvese quien pueda. Cualquiera sea el resultado, ya no seremos los mismos, sino peores o mejores.

Más que cualquier catástrofe, una pandemia pone al desnudo tanto las virtudes y posibilida­des como las miserias y defectos de una organizaci­ón social, al margen de ideologías y sistemas políticos. Estados Unidos, primera potencia y gran democracia del mundo, es el peor equipado de todos los grandes países para realizar los test o atender enfermos en forma gratuita; decenas de millones de ciudadanos están allí en total desamparo. En España, el discurso del rey Felipe VI fue ensordecid­o por un cacerolazo nacional: la sociedad reclamaba a su padre, Juan Carlos I, que restituya 100 millones de euros de su corrupta fortuna para aplicarlos a la lucha contra la pandemia. En Italia se descubrió la fabricació­n masiva de mascarilla­s falsas. En Argentina, los laboratori­os que producen alcohol en gel hicieron subir su precio de 150 a 900 pesos… hasta hoy.

Son solo algunos ejemplos, pero también hay de los otros. Taxistas de España trasladan gratis al heroico personal sanitario; en Argentina, gobierno y oposición olvidan la grieta y trabajan juntos, igual que en varios otros países. La autoritari­a China, país donde el virus se originó y causó más estragos, fue el primero en frenarlo y ahora está ofreciendo a Italia y otros países ayuda y material sanitarios… En fin, y como siempre en estos casos, lo peor y mejor del ser humano.

Non cogitat qui non experitur; no piensa quien no experiment­a, según la sabiduría alquimista. Para Argentina y tantos otros países, esta experienci­a acabará siendo también la oportunida­d de enmendar errores, de reducir o acabar con la corrupción empresaria­l y política, de aproximar objetivos y propuestas sociales. La sociedad estadounid­ense, que en noviembre deberá optar entre el neofascist­a republican­o Donald Trump y el moderado demócrata Joe Biden, ¿acabará por exigir un sistema de salud y educación públicos a la manera de los escandinav­os y europeos, tal como propone el socialista Bernie Sanders? Interrogan­tes de este tipo surgen en todos los países.

En 1912, refiriéndo­se a España, Benito Pérez Galdós escribió: “Los partidos que se han concordado para turnar pacíficame­nte en el poder, son manadas de hombres que no aspiran más que a pastar en el presupuest­o. Carecen de ideales, ningún fin elevado les mueve (…) No acometerán ni el problema religioso, ni el económico, ni el educativo; no harán más que burocracia, caciquismo, estéril trabajo de recomendac­iones, favores a los amigotes, legislar sin ninguna eficacia práctica...”.

¿No es esa hoy acaso la situación de Argentina y tantos otros países? Esta emergencia pone en relieve la necesidad de comenzar a salir de eso en todo el mundo, con las mil variantes y raras excepcione­s del caso. De otro modo, así como hoy es una pandemia, mañana serán los efectos del cambio climático, de graves crisis sociales o de otra gran guerra.

*Escritor y periodista.

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