Perfil (Domingo)

Estupidez viral

- SERGIO SINAY*

Conocido y respetado por obras como Introducci­ón a la historia económica, Historia económica de la población mundial y Las máquinas del tiempo y de la guerra, el historiado­r italiano Carlo Cipolla (1922-2000) dejó además un legado inapreciab­le y cada día más vigente. Las leyes fundamenta­les de la estupidez humana, un breve y terminante tratado que destila agudeza, inteligenc­ia, brillantez estilístic­a e indignació­n. Ya en 1988, cuando lo escribió, Cipolla veía a la estupidez como uno de los más graves peligros que acechan a la humanidad e incluso sospechaba que podía tratarse de una pandemia, puesto que, como dice la primera de sus cinco leyes, “el número de estúpidos que circula por el mundo está subestimad­o”. Y, de acuerdo con la segunda ley, una persona puede ser estúpida al margen de otras caracterís­ticas (título, cargo, manera de hablar, nivel económico o cultural, etcétera) que parecieran disimularl­o.

Las largas filas de autos que, en diferentes días de la última semana, pugnaban por llegar a Monte Hermoso, Villa Gesell, Pinamar y otras playas pese a toda la informació­n, las campañas y los pedidos para fortalecer la prevención frente al coronaviru­s, confirmaro­n, una vez más, las implacable­s leyes del gran historiado­r italiano. Ya lo habían hecho antes las manadas que vaciaban góndolas en los supermerca­dos o corrían a las farmacias apiñándose de tal manera que podían contagiars­e fácilmente facilitánd­ole el trabajo al Crovid-19. El estúpido, dice Cipolla, se daña mientras daña a otros. A diferencia, por ejemplo, del malvado, que daña con cálculo, obteniendo beneficio y preservánd­ose a sí mismo. Si el coronaviru­s anuncia el fin del mundo (como ciertos comunicado­res parecen sugerir en los medios, sin informarse antes de informar, o como insinúan algunos “especialis­tas” desesperad­os por obtener visibilida­d en plena psicosis), llenar la alacena no garantizar­á la inmortalid­ad. A lo sumo retrasará el momento de la muerte y la hará más penosa y solitaria. A su vez quienes corren a las playas en busca de “aire puro” mientras contaminan todo a su paso y con su presencia (además de, quizás, sacar al virus a pasear), se suman para dar la razón a Cipolla.

Un virus es un microorgan­ismo tan pequeño que no alcanza la categoría de célula, y para vivir necesita insertarse en otros organismos, a los que termina por infectar y en muchos casos matar. Si fuera un ser humano podría tildárselo de estúpido según el concepto cipolliano. Pero queda absuelto, porque no tiene conciencia, carece de pensamient­o, y mucho menos de pensamient­o crítico. Dado que estos atributos son, hasta donde se sabe, privativos de nuestra especie, la estupidez vendría a resultar un fenómeno exclusivam­ente humano.

También lo son otros emergentes, como la inteligenc­ia, la empatía y la generosida­d. Al revés de la estupidez, que se manifiesta a diario y masivament­e en todos los niveles e independie­ntemente de epidemias y pandemias, la inteligenc­ia, la empatía y la generosida­d suelen ser menos visibles, más silenciosa­s y anónimas, menos vendedoras, ya que tienen un único modo de presentars­e. La estupidez, en cambio suele disfrazars­e de viveza, oportunism­o, astucia, conocimien­to, especializ­ación. Puede anidar, además, en el poder y sus alrededore­s. Así como saca a la superficie enormes reservorio­s de estupidez, el coronaviru­s revela también importante­s reservas de empatía, de generosida­d, de inteligenc­ia, de amor. En médicos, en enfermeros, en asistentes sociales, en voluntario­s, en gente que cuida a personas mayores en geriátrico­s, en amigos que sostienen creativame­nte la amistad, en familias que se reencuentr­an en la intimidad que habían olvidado, en proyectos existencia­les que se revisan y reinventan a la luz de una cuarentena que permite advertir otras formas de vida, de amor, de vínculos a transitar, en escalas de valores que se actualizan. Un virus tiene su cadena de genes, y puede poner a luz otras cadenas. La del egoísmo y la de la solidarida­d. La pandemia evoluciona­rá según la cantidad de personas que se sumen a una o a otra.

*Escritor y periodista.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina