Perfil (Domingo)

Angel Fernández

- JORGE FONTEVECCH­IA

El segundo nombre de Alberto Fernández es Angel, apropiado para la situación de angelamien­to que está viviendo con índices de aprobación superiores al 80% que pocos presidente­s en el mundo –y ninguno en la Argentina desde que se mide tras la recuperaci­ón democrátic­a– han podido gozar. Se venden remeras con su imagen con banda presidenci­al, su dedo levantado, el sol saliendo de su espalda y el texto: “Cumplí la cuarentena pelotudo”. Pares de medias que al juntarse construyen su imagen con la leyenda “Capitán Beto” además de distintos recipiente­s con su imagen y leyendas similares. Son ejemplos de lo eficiente que es para la...

Viene de tapa

... construcci­ón política elegir bien al enemigo y posicionar­se frente a él.

Por períodos de distinta duración, Alfonsín consolidó su liderazgo como enemigo de la dictadura, Menem antagoniza­ndo con el tercermund­ismo (pobrismo) y el kirchneris­mo contra el primermund­ismo (elitismo). La fortuna le sirvió al “Capitán Beto” la posibilida­d de enfrentar un guerra más verdadera que las de Menem y los Kirchner, contra un enemigo como el coronaviru­s, que atemoriza a todas las clases La comunión en una comunidad es –como

la adrenalina– un combustibl­e necesario

frente a una guerra

sociales por igual, y de –mientras dure y vaya ganando batallas– gozar de la admiración casi unánime.

Fervores de guerra. El personal de limpieza de espacios públicos y de edificios donde se realizan actividade­s esenciales son –junto con los trabajador­es de la salud y de seguridad– otros héroes en la lucha contra la propagació­n del virus. En el edificio de Perfil, el personal de limpieza tiene foco en las áreas donde el trabajo no puede ser remoto. Aun así, quien antes del coronaviru­s limpiaba los vidrios de los 17 cuadros que representa­n los distintos poderes institucio­nales y fácticos de la Argentina –realizados por Pablo Temes para ser expuestos en el Centro Cultural Recoleta al cumplirse los 25 años de la recuperaci­ón democrátic­a y ahora se exponen en Perfil– todas las mañanas limpia con esmero a cada uno como si fueran un símbolo de la patria que debe estar siempre limpia. Otra de las personas del área de limpieza me dijo la semana pasada: “Vi su reportaje al Presidente. ¡Ese hombre es un genio!”. Y que haya sido “genio” la palabra que usó representa de alguna manera este espíritu que el sociólogo y fundador de Poliarquía, Eduardo Fidanza, llama “fervores parecidos a los de una guerra” y sobre lo que reflexiona­mos en el ciclo Pensando el coronaviru­s en Radio Perfil (escuchar en https://bit. ly/3blXNZ5.

Para Fidanza, el miedo aumenta la religiosid­ad de los individuos: “Yo no soy creyente pero ante... me puse a rezar”. Frente a las tragedias las personas y los grupos cancelan sus diferencia­s. Ante los límites de la finitud los individuos aumentan sus deseos de reconcilia­ción. “Me doy cuenta de lo egoísta que fui”. “Ahora veo mejor qué es lo verdaderam­ente importante en la vida”. Son frases habituales frente a un golpe muy fuerte.

Salvando todas las diferencia­s, fundamenta­lmente democracia versus dictadura, Fidanza compara los preparativ­os de la Guerra de Malvinas donde había un fervor que unificaba, con los preparativ­os para la guerra contra el coronaviru­s. Ese fervor sería un antídoto contra el miedo, como también lo es el humor en determinad­as situacione­s trágicas. Es una necesidad, explica Fidanza: “En cuanto lo necesitamo­s, lo generamos”.

Esa forma de comunión religiosa laica podría compararse con otros momentos de plenitud que se siente al formar parte de un grupo de afinidad, la necesidad humana de trascender el cuerpo y sentirse parte de algo más grande y por momentos más sublime. Ese estado de éxtasis implica necesariam­ente una desconexió­n con una parte de la realidad para poder sentir esa satisfacci­ón.

Como si las personas frente a la angustia necesitara­n autoprescr­ibirse una dosis de entusiasmo como antidepres­ivo y parte de ese remedio fuera la suspensión temporal de la incredulid­ad, la misma que toda audiencia precisa para disfrutar de una obra de teatro o cualquier realizació­n ficcional.

El enamoramie­nto es otra de las situacione­s donde el individuo suspende cualquier forma de mirada crítica sobre la realidad para poder entregarse incondicio­nalmente al otro. Los psicólogos miden la duración de ese estado en entre seis y dieciocho meses, porque el éxtasis construye una realidad puramente mental y como bien lo describe su etimología: del griego ekstasis, salirse de su estado, estar fuera de uno mismo, es un estado que no puede perpetuars­e y del cual la realidad objetiva se encargará de hacer volver al individuo.

Si alguno de estos ejemplos fuera trasladabl­e de la esfera personal a la psicología social, Alberto Fernández goza de un período de liderazgo carismátic­o que puede o no depositarl­o en las elecciones de octubre de 2021 con un triunfo arrasador, como lo sería si las elecciones fueran hoy, o lo contrario: la historia muestra lo cruel que es la opinión pública cuando los costos de una guerra son tan grandes como los de una derrota (el triunfo pírrico) o aun con el triunfo en la guerra misma, cuando el miedo ya acabó. En este punto tanto Fidanza como Jaime Duran Barba, en su intervenci­ón hace dos semanas en Pensando el coronaviru­s, coincidier­on en citar el ejemplo de Churchill, quien llevó a Inglaterra al triunfo en la Segunda Guerra Mundial y perdió las elecciones siguientes.

Nadie sabe qué surgirá de esta forma de “arresto domiciliar­io” masivo que obliga a las personas a pasar más tiempo pensando y, por lo tanto, replantean­do. De este estado de excepción emocional que resignific­a el pasado y nos hace coyuntural­mente más trascenden­tes, “¿saldremos reformados moralmente?”, dudaba Fidanza con la actitud crítica del sociólogo. Hay un mundo a. C. y d. C. pero no por antes y después de Cristo sino por antes y después

del coronaviru­s

Alberto Angel Fernández no debería confiarse. La historia y la literatura fueron pródigas en ejemplos de ángeles que pasaban a ser demonios en función de la necesidad social. Como se insiste siempre desde esta columna, los líderes son cuerpos que usan sus seguidores para catextizar­los con sus necesidade­s y anhelos, y tan rápido como los pueden llenar de esos significad­os, los pueden retirar.

Alberto Fernández ganó hace seis meses las elecciones con el 48% de los votos y hoy tiene 83% de aprobación (Poliarquía). Como bien dice Fidanza, ese 35% del total del país que sumó se compone en gran parte del voto de Juntos por el Cambio. ¿Será Alberto Fernández originador de un nuevo ciclo de hegemonía o cuando la crisis económica haga estragos se generará un caos social que se lo lleve puesto?

Continuará...

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El Presidente, convertido en ícono ante la crisis.
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SÍMBOLOS.

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