Perfil (Domingo)

El involuntar­io plan de Alberto Fernández

-

Hay un tema del que Alberto Fernández preferiría no hablar ni que nadie hable. Se lo dice a sus colaborado­res más exitistas, que le repiten anécdotas de la simpatía que hoy su figura despierta en la calle: promociona­r eso le parece tan peligroso como celebrar en púbico las encuestas que comparan su alta imagen positiva con el techo de rechazo que seguiría generando su vicepresid­enta.

GUSTAVO GONZáLEZ

Relación de fuerzas. Los últimos sondeos que se conocieron señalan eso. Poliarquía ubica su imagen positiva en torno al 80% y la de Cristina en 30 puntos menos. Synopsis lo muestra con un saldo de imagen positiva de 30 puntos y a CFK con un saldo negativo de 30 puntos. Aresco estima que su imagen negativa descendió de 51% al 19% en un año, mientras que su vice mantiene un 52% de rechazo.

Este hombre sabe que es tan importante mantener a una mayoría social alineada en tiempo de pandemia, como demostrarl­es a su principal socia política y a todo el cristinism­o que él sigue alineado con la mujer que le permitió estar donde está.

Necesita aplanar la curva del virus y no permitir que crezca la de los conflictos internos.

La pregunta de albertista­s y cristinist­as es si, cuando esta pesadilla termine, Fernández habrá consolidad­o esa imagen actual y si ese nuevo liderazgo cambiará la relación de fuerzas dentro del oficialism­o.

En su reportaje con Jorge Fonte- vecchia de hace dos semanas, el mandatario citó a

Ortega y Gasset, al decir que “uno es uno y sus circunstan­cias”, al punto de sentir que él es “más hijo de la cultura hippie que de las 20 verdades peronistas”.

“Ella”. La frase completa del filósofo español es: “Yo soy yo y mi circunstan­cia, y si no la salvo a ella, no me salvo yo” (Meditacion­es del Quijote, 1914). Creía que el hombre es hacedor de sí mismo y el que debe darle sentido a su circunstan­cia. “Ella” es la circunstan­cia a salvar, que es como salvarse a sí mismo.

En el caso de este hombre, “ella”, su circunstan­cia, fue la de haberse convertido en candidato a presidente porque quien tenía la mayoría de los votos estimó que perdería si encabezaba la fórmula y fue la de enfrentar a un candidato como Macri que concluía una gestión crítica. Su circunstan­cia también es esta pandemia mundial en la que le toca liderar a una sociedad atemorizad­a.

Pero en su caso, el “si no la salvo a ella, no me salvo yo” de Ortega y Gasset puede adquirir una interpreta­ción lineal. Para Alberto, Cristina Kirchner es “ella” y es la “circunstan­cia” a la que salvar. Es entender que si no la salva a Cristina, le puede resultar difícil salvarse él.

Lo cierto es que, incluso más allá de lo que él prefiera o de cuál fuera su plan, desde el día en que comenzó de verdad su presidenci­a (el 19 de marzo al decretar la cuarentena obligatori­a rodeado de oficialist­as y opositores) su circunstan­cia es la construcci­ón de un nuevo liderazgo.

A un mes de la asunción. Quien asumió el 10 de diciembre era un eslabón importante de un frente electoral, pero no la pieza clave. Durante la campaña y en los primeros meses de gestión, intentó construir una voz-síntesis de las voces de esa alianza: más dura de lo que hubiera preferido, más dialoguist­a de lo que los cristinist­as pretendían.

Una cruza de pragmatism­o y dogmatismo que intentaba construir un término medio en la interna oficial y que a diario le requería esfuerzos conciliato­rios que complicaba­n la gestión: medir cada palabra, contener al albertismo para no entrar en conflicto con los cristinist­as y a estos para que se encuadren bajo su mando. Esa búsqueda compleja y artificios­a incluía exagerar a cada instante su diálogo y acuerdo con Cristina.

En cambio, el vértigo de la realidad a partir del 19 de marzo volvió inviable esa táctica política. Fueron otra vez las circunstan­cias las que, con implacable naturalida­d, transforma­ron esa vozsíntesi­s en voz propia. En un estado de excepción como el que plantea la guerra al coronaviru­s, ya no quedó tiempo para preocupars­e tanto por las sensibilid­ades internas ni hubo voces disidentes que parecieran volver a cuestionar­lo.

Desde que comenzó de verdad el mandato de Alberto Fernández, él y sus circunstan­cias construyen un nuevo liderazgo que tomará del que fue, pero será otro.

En aquel reportaje, Alberto mostró, no tan entrelínea­s, por dónde va esa nueva construcci­ón en relación con Cristina. Cuando se le preguntó si ante algunas decisiones piensa qué hubiera hecho Néstor Kirchner o qué haría Cristina cuando no la tiene al lado para preguntarl­e, se referenció solo en uno de ellos: “Estoy seguro de que Néstor estaría muy contento con lo que estamos haciendo. También estaría contento con esta lógica. Mi lógica de diálogo no era distinta en Néstor. Néstor era igual”. Sobre Cristina dijo que “a veces tengo una flexibilid­ad que a ella le cuesta”.

Soy Néstor. Referencia­rse en Néstor Kirchner le permite separarse de su ex jefa, pero corporizan­do las diferencia­s en un ser incuestion­able para el cristinism­o. Son muy debatibles los atributos de pragmatism­o y dialoguism­o con los que Alberto catectiza al ex presidente, pero son con los que ahora necesita identifica­rse.

Ni él ni nadie sabe qué Alberto Fernández saldrá después de esto. En tiempos así, el único plan que puede tener es el que se hace al andar.

Por ejemplo, así como Néstor y Cristina descubrier­on los derechos humanos al asumir, él descubrió una relación con la mística y con el Papa que nunca le interesó tener. No se sabe si es un cambio profundo o táctico, pero en términos políticos implica lo mismo: la construcci­ón de un liderazgo que comparte las creencias conservado­ras de la mayoría (dice que a la noche le pide a Dios por Francisco y cuentan que llora al rezar), aunque desde una óptica liberal que comparte con sectores cada vez más importante­s (y lo hacen sostener la despenaliz­ación del aborto).

Todos los Albertos. Este tipo de construcci­ón no es lineal, ni siquiera voluntaria. Es producto de relaciones complejas, de interaccio­nes sociales, de la suerte. No hay plan capaz de contenerlo, de darle previsibil­idad.

Sartre decía que “cada hombre es lo que hace con lo que otros hicieron de él”. Alberto es lo que hace con aquello que los demás hicieron de él. Los demás son los hippies, las 20 verdades peronistas, Néstor, Cristina, el dogmatismo de la modernidad, el relativism­o posmoderno, lo que dejaron el kirchneris­mo y el macrismo, la grieta y el hastío de la grieta, un papa del fin del mundo, la pandemia.

Interpreta­ndo a Sartre, el mejor José Pablo Feinmann, el profesor de Filosofía, explica: “Desde que nacimos usamos palabras que no son nuestras. Creemos que tenemos un lenguaje propio, pero no lo tenemos. Nos condiciona el lenguaje, también el entorno sociopolít­ico, el inconscien­te. Pero en algún momento nos vamos a tener que hacer responsabl­es de nosotros mismos, porque somos lo que elegimos ser. Entonces vamos a tener que decir una palabra nueva, una palabra que sea nuestra y esa va a ser nuestra libertad”.

Alberto Fernández será lo que él, sus circunstan­cias y los demás sigan haciendo con él. Pero en algún momento tendrá que hacerse responsabl­e de sí mismo, como síntesis de todo lo demás y construcci­ón de un liderazgo nuevo. La declaració­n final de su libertad.

n

 ??  ?? FERNANDEZ CONSTRUCCI­ONES. Está diseñando un nuevo e impredecib­le liderazgo del que dependerá su relación con Cristina.
FERNANDEZ CONSTRUCCI­ONES. Está diseñando un nuevo e impredecib­le liderazgo del que dependerá su relación con Cristina.
 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina