Perfil (Domingo)

Del ‘nopasanadi­smo’ a la nada misma de Macri

- EZEQUIEL SPILLMAN

Por primera vez, en diez días, Horacio Rodríguez Larreta sintió, desde que se desató la pandemia de coronaviru­s, que su gobierno entró en una seguidilla de conflictos. Algunos por errores no forzados, otros por decisiones polémicas, y otros vinculados al entramado de compras a proveedore­s.

Aunque el jefe de gobierno porteño siempre es optimista, esta vez, el permiso para adultos mayores de 70 años, sumado a la compra de barbijos con un dudoso proveedor y la contrataci­ón de un hotel que manejaba su media hermana, lo pusieron en la mira como nunca antes. “Fueron días muy complicado­s”, admite ante PERFIL uno de los históricos larretista­s. Y agrega que a los errores no forzados se sumó el apuro de algunos por mostrar nuevas medidas ante el coronaviru­s.

De hecho, las distintas situacione­s provocaron zozobra en el gobierno porteño. Por caso, el jefe comunal se enteró del enojo de Elisa Carrió y parte de su bloque de diputados –con Paula Oliveto a la cabeza– sobre las licitacion­es irregulare­s. Si bien no se llegó a realizar la compra, Lilita puso el grito en el cielo y hay quienes aseguran que pidió la cabeza de Felipe Miguel, el jefe de Gabinete porteño. Días antes de que estallara el escándalo, el legislador de la Coalición Cívica Facundo Del Gaiso había presentado un proyecto para transparen­tar las compras que fue tomado por el gobierno de la Ciudad.

En rigor, se trata de una iniciativa que suma una declaració­n jurada vinculada al conflicto de intereses para intervenir en el proceso de compras que pase por el Ministerio de Hacienda. El tema ya lo tomó el ministro de Economía porteño, Martín Mura. Además, los asesores de Carrió pidieron que se investigue a los funcionari­os involucrad­os a Sáenz Valiente. “Fue una forma de cuidar a Horacio también”, explicaron cerca de la ex diputada.

En este sentido, en la mesa chica larretista se tomó la decisión de que el jefe de Gabinete baje su perfil ostensible­mente. Su hermano (Rodrigo) es socio, en otra empresa –vinculada a los seguros, sin contacto con el Estado–, del polémico proveedor de barbijos Ignacio Sáenz Valiente.

Por el caso de los barbijos, el subsecreta­rio de Salud, Nicolás Montovio, que respondía también a Miguel, terminó renunciado. Es más: Montovio estuvo a punto de ser jefe de Gabinete de la ministra de Espacio Público, Carla “Maki” Muzzio, pero el jefe de Gabinete lo convenció de que estuviera a cargo de las compras en Salud. Todo terminó, esta semana, con el desembarco de Roberto Gigante, el ex ministro de Infraestru­ctura bonaerense, como nuevo encargado de las compras más grandes de la Ciudad para el sistema sanitario en plena pandemia. Miguel quería colocar a alguien de su riñón, pero Larreta optó por Gigante, a quien conoce bien desde 2008, cuando era funcionari­o de Hacienda.

En cuanto a los adultos mayores, fue el jefe de Gabinete junto a Fernando “Bana” Banegas, secretario de Innovación, quien promovía hasta multas para aquellos que salieran a la calle sin un permiso obligatori­o. Lo frenaron entre el vicejefe Diego Santilli, el ministro de Ambiente, Eduardo Macchiavel­li, y Emmanuel Ferrario, flamante secretario de Asuntos Estratégic­os. Se optó por “trabajo comunitari­o” como pena. Finalmente se retiró esa idea también.

Con todo, Larreta intenta que la sangre no llegue al río. Sostuvo a su jefe de Gabinete y esta semana intentó sostener también al bloque de diputados del PRO, así como a sus aliados de la UCR y la CC en la Ciudad. El miércoles fue su día de “rosca”: habló con un grupo de diputados nacionales, recibió a Waldo Wolff (quien hizo avisar al jefe del bloque, Cristian Ritondo, vía otro diputado) y sumó a una reunión por la pandemia al senador Martín Lousteau, a Graciela Ocaña y a los “lilitos” Maximilian­o Ferraro y Paula Oliveto, entre otros. Esa mesa volverá a reunirse en una semana.

nCon el ingreso del otoño, cambió su reposera veraniega por el mullido sillón de su elegante quinta Los Abrojos, en el conurbano bonaerense. Allí Mauricio Macri abraza la cuarentena y trata de encarrilar su nimiedad política, a solo seis meses de haber obtenido casi 11 millones de votos. Seis meses.

Tras entregar el poder el 10 de diciembre (lo que deberá ser reconocido por la historia), Macri se entregó al descanso y al bajo perfil. La primera por tradición, la segunda por necesidad: dejó una herencia socioeconó­mica de tal magnitud que mejor esperar un tiempo antes de asomar.

La pandemia, el aislamient­o estricto y la cancelació­n del fútbol (que jugaba y miraba por TV con entusiasmo aun en los peores momentos) acaso lo obligaron a cambiar de planes. También, hay que decirlo, debió frustrarlo que no se pudiera materializ­ar por el Covid-19 su portentoso desembarco al frente de la Fundación FIFA.

Así, empezó a transitar el mismo camino de pruebaerro­r de cuando era presidente. Se contactó con Alberto Fernández (con quien no hay feeling) para transmitir­le su preocupaci­ón por el impacto económico de la cuarentena, mientras morían de a miles en Europa diariament­e. Error. No hubo más mensajes entre ellos.

Pretendió volver a liderar reuniones virtuales con el Estado Mayor del PRO con el objeto de bajar línea hacia una mayor dureza con el Gobierno. Horacio Rodríguez Larreta y María Eugenia Vidal pegaron el faltazo a algún zoom y el ex mandatario solo encontró eco en el ala

JAVIER CALVO

dura, personific­ada públicamen­te por Patricia Bullrich y Miguel Pichetto y más reservadam­ente por Guillermo Dietrich.

Las diferencia­s dentro de ese espacio se hicieron más notorias con quienes tienen que gestionar, como gobernador­es e intendente­s. Ya no se trata del caso Rodríguez Larreta, que sigue escuchando estoico a su ex jefe pese a que eligió y fue elegido socio político clave de Alberto F. Hasta Jorge Macri, primo del ex presidente e intendente de Vicente López, transmitió a los medios que tomó distancia de esa idea de confrontar con el oficialism­o en estos tiempos. El “Macri bueno”, como lo llaman ciertos albertista­s, suele visitar la residencia de Olivos junto a Juan Zabaleta (de Hurlingham) más de lo que se conoce.

Intentó entonces con los legislador­es, que salvo contadas excepcione­s disimulan su escaso interés por lo que dice Macri. Lo contrario a lo que sucedió con Emilio Monzó, el presidente de la Cámara de Diputados durante la era macrista, que volvió a intervenir con sus ex pares para recomendar colaboraci­ón constructi­va con el peronismo.

Perdido, Macri recurrió a otro vetusto caballito de batalla: firmó una proclama protoliber­al contra los presuntos autoritari­smos y populismos que se enancan en la pandemia. Acompañado por Vargas Llosa y Aznar, entre otros conspicuos derechista­s, criticaron a Cuba, Nicaragua, Venezuela, España y Argentina. Ups, se olvidaron de Brasil. La actitud de Macri causó vergüenza en varios referentes de su coalición.

Con la misma necedad con que negaba la crisis en su gestión, el “nopasanadi­smo” acuñado por Marcos Peña, Macri parece no entender tampoco este presente y termina instalándo­se como líder de la nada.

“Fueron días muy complicado­s”, admite uno de los históricos larretista­s

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CEDOC PERFIL BARBIJOS. Rodríguez Larreta debió cambiar el sistema de contrataci­ones tras las denuncias.
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CEDOC PERFIL METAFORA. Macri, a un costadito de una videoconfe­rencia de JxC.
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