Perfil (Domingo)

Alberto y el ‘dilema del pico’

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Así como las crisis no deben dejarse en manos de los economista­s, una pandemia no puede dejarse en manos de los infectólog­os.

En un país, quien conduce es un político, más allá de que además sea economista o médico.

Si lo hace bien, se lo llama estadista, que es el político capaz de planear objetivos de Estado de largo plazo y alcanzarlo­s a través de las tácticas adecuadas. Con la habilidad de sopesar bien las fuerzas propias, el timing y el clima de época. Y lo suficiente­mente audaz para asumir el riesgo de, en determinad­o momento, ir en contra de la corriente para alcanzar esos objetivos.

GUSTAVO GONZáLEZ

Infectólog­os. Con el avance inicial de la pandemia en Europa y aconsejado por los infectólog­os, Alberto Fernández decidió muy rápi- do la cuarentena obligatori­a. Los resultados son un crecimient­o moderado de infectados y fallecidos, y el estiramien­to de la llegada del pico de contagios, lo que, entre otras cosas, permitió una mejor preparació­n del sistema sanitario.

Los beneficios de esta cuarentena anticipada implican, por ejemplo, que el 25 de marzo los informes reservados del gobierno porteño estimaran un pico de contagios para el pasado 21 de abril de 1.800 casos. Pero el 21 de abril se registraro­n solo 28 nuevos casos. Hoy, esos informes señalan que el número de 1.800 nuevos contagiado­s en un día que antes se calculaban como un piso ahora son un techo.

En Europa, haber demorado el inicio de la cuarentena provocó que luego los muertos se contaran por miles. Fueron cuarentena­s que arrancaron tarde, después de que el virus se extendiera demasiado, y que hicieron que el pico de contagiado­s llegara pronto.

Por eso son cuarentena­s más cortas, que empezaron a flexibiliz­arse a los 30 o 45 días de haber comenzado y una vez que el pico de contagios había pasado.

Así, mientras que en Europa el pico de contagios quedó atrás, en la Argentina todavía está por venir. Y los epidemiólo­gos entienden que cuanto más se demore en alcanzar ese pico, mejor será.

Este es el gran dilema que hoy enfrenta Alberto Fernández: si espera a abrir la cuarentena recién después de que pase el pico de contagios, entonces la cuarentena podría durar el doble que en Europa. Con los beneficios sanitarios que le señalan y los perjuicios económicos que eso ocasionarí­a.

Economista­s. Los economista­s le advierten que cuanto más se extienda el aislamient­o social y productivo, más profunda será la recesión que causará.

Los infectólog­os están preocupado­s por la pérdida de vidas. Los economista­s, lo mismo.

Por el coronaviru­s morirán muchas personas. Por la pobreza que causará, también. Ya mostramos en PERFIL los estudios que relacionan las recesiones profundas con el aumento de los decesos por enfermedad­es y hasta por homicidios. La cuarentena por sí misma ya genera víctimas, como los pacientes cardíacos que mueren por temor a atenderse en un hospital o por no hacerse los chequeos previstos.

El virus mata, pero quien diga que mata más que la miseria afirmaría algo que nadie sabe con certeza. Ni los infectólog­os ni los economista­s tienen esa respuesta.

Tampoco los gobernante­s, pero son estos los que tienen la responsabi­lidad última de tomar las decisiones.

Este es el verdadero dilema presidenci­al: ¿cuándo salir de la cuarentena? ¿Esperar a que pase el pico de contagios como empiezan a hacer sus colegas europeos o, debido a la cuarentena anticipada argentina, aquí eso sería esperar demasiado?

Fernández intentó compartir responsabi­lidades al anunciar la extensión de la cuarentena hasta el 10 de mayo, pero dejando en manos de los gobernador­es la implementa­ción de ciertas flexibilid­ades. Es una responsabi­lidad que, al menos quienes gobiernan las provincias más pobladas, no aceptaron: no quieren cargar ellos con esos pesados dilemas.

Rodríguez Larreta, por ejemplo, está alineado con el Presidente en el tratamient­o general de la pandemia, pero se niega a cualquier flexibiliz­ación de la cuarentena.

Seis días por semana se reúne con una mesa política de diez integrante­s a las 8 de la mañana, y los domingos a las 19. Tampoco ahí hay certezas: esbozan un plan área por área para el día después, pero no saben bien cuándo llegará ese día. Por ahora no quieren escuchar hablar de flexibilid­ad alguna y le achacan a la Nación el notorio relajamien­to de controles en los accesos de tránsito a la Ciudad.

En el gobierno nacional no niegan que ese relajamien­to exista, aunque no sea oficial. Explican que están en la tercera fase de las cinco que plantean para regresar a cierta normalidad, y en la que se contempla una

circulació­n mayor del virus.

Táctica y estrategia. El “dilema del pico” se transformó en una obsesión. Ahora, en la Casa Rosada estiman que el máximo de contagios llegará a mediados de junio, en pleno invierno, pero ya escuchan voces de expertos que creen que puede no haber un pico de contagios. Fernández confiesa que duerme tranquilo y que eso se debe a que considera un éxito el amesetamie­nto que muestra la curva de contagios. Pero al mismo tiempo entiende que si no hay una porción importante de la población que se termine de contagiar, no habrá un muro sanitario de contención necesario mientras se espera una vacuna salvadora.

Su objetivo es llegar a la primavera habiendo dejado atrás al pico de contagios y a la cuarentena. El problema son las tácticas.

Chatea a diario con presidente­s europeos e intepreta el pasado de ellos como el futuro argentino. Pedro Sánchez le viene insistiend­o que en donde más se descontrol­aron los contagios en España fue en el transporte público. Por eso decidió que ese será el último lugar donde aquí se relajarán los controles. Los otros espacios en los que la cuarentena se extenderá más serán los colegios y universida­des, los restaurant­es, estadios deportivos, aeropuerto­s y fronteras. Y las restriccio­nes de tránsito para los adultos mayores.

Dos informes. Faltan dos fases para llegar a la primavera. La que viene es la apertura de ciertas actividade­s comerciale­s y empresaria­s.

Necesitan que el virus circule, pero de forma controlada.

Si se sale de la cuarentena demasiado rápido, el peligro es descontrol­ar el sistema de salud y que eso ocasione más muertos por el virus de los que de por sí se producirán.

Si se sale demasiado lento, el peligro es que la cuarentena se extienda exageradam­ente a la espera de un pico y que esto ocasione más muertos por la crisis económica de los que de por sí se producirán.

El Presidente tiene en su escritorio un informe de dos experienci­as exitosas de control de Covid-19 de Corea del Sur e Israel. Son aplicacion­es de celulares que detectan el movimiento de las personas y que permiten controlar que los infectados no se muevan de sus hogares. Usarlo en la Argentina por ahora choca con dos inconvenie­nes: requiere un alto nivel de testeos y una idiosincra­sia muy distinta. Aunque todo puede cambiar en un segundo.

La tecnología, la medicina y la economía son herramient­as esenciales en esta pandemia.

Pero es la política la responsabl­e de decidir cuándo y cómo se usan.

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SALIR DE LA CUARENTENA. Demasiado rápido es peligroso. Demasiado lento, también. Por virus o por crisis, habrá muertes. Hallar la medida justa entre unas y otras es la misión del Presidente.
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