Perfil (Domingo)

Sobre salud e institucio­nes

- MARIA PAULA BERTINO*

Hace cuarenta días que nos quedamos en casa. Dejamos de ver a nuestras familias, a nuestros amigos y a nuestros colegas. Lo hacemos por nuestra saludy por la de los demás. No es por temor (aunque algo de eso hay, el temor a morir) ni por obediencia ciega. La salud es un motivo tan fuerte que hace cuarenta días cambiamos radicalmen­te nuestro modo de vivir.

La salud institucio­nal también es vital. Tanto, que hace cuarenta días aceptamos que en el marco de una emergencia epidemioló­gica mundial se tomara una decisión tan drástica a nivel nacional como la deaislar a toda la población, cerrar fronteras y limitar toda circulació­n de gente (y de virus).

Esta decisión fue tomada por el Poder Ejecutivo –que cuenta con la atribución constituci­onal de actuar en la excepciona­lidad– en consenso con los otros dos poderes de la República, por los partidos de la oposición, por los partidos de su coalición de gobierno y por los ciudadanos.

Ahora bien, la excepciona­lidad, así como una infección, también tiene etapas, plazos, que en la medida en que se cumplen permiten que el sistema completo vuelva a la normalidad. La fiebre cede y da lugar a la temperatur­a normal.

El funcionami­ento vía decretos y disposicio­nes del Ejecutivo también debe hacerlo. Porque, aunque existan mesas de diálogo de los poderes ejecutivos locales, provincial­es y nacionales, los espacios de consenso se vuelven fundamenta­les al momento de pensar cómo avanzaremo­s al salir de esta emergencia.

El Congreso es elemental para la construcci­ón de esos consensos. Es el espacio donde, por definición, los ciudadanos estamos representa­dos. En los últimos años fue adquiriend­o un rol cada vez más central, cada vez más fuerte, en la expresión de las diferencia­s y en el esfuerzo del sistema político de alcanzar los acuerdos necesarios que siguen fortalecie­ndo nuestra democracia. Es el foro donde todas las voces son escuchadas.Su funcionami­ento es esencial. Por motivos obvios, no puede sesionar como lo venía haciendo. Pero es también evidente que nos encaminamo­s hacia una nueva normalidad que va a requerir adaptar los formatos de nuestras interaccio­nes sociales. El Congreso, entonces, también deberá adaptarse.

Y aunque ceñirse a los reglamento­s es en general necesario, dado que son creados para evitar la anarquía, establecer las reglas de juego y dotar de transparen­cia a la institució­n, cabe preguntars­e si esta excusa no resulta observable en estas circunstan­cias de excepción. Sobre todo cuando los reglamento­s internos pueden modificars­e para adaptarse a cambios contextual­es. Si esto no fuera así, las institucio­nes carecerían de sentido.

El Congreso debe sesionar. Adaptando sus reglamento­s para ajustarse a este nuevo contexto, encontrand­o soluciones innovadora­s que permitan dar representa­ción a la ciudadanía sin por ello ponerla en riesgo. Sesiones virtuales, solo con los jefes de bloque presentes. Sesiones a la distancia, o en otra ubicación. Explorando, tal como los médicos hacen frente a un paciente con síntomas, qué alternativ­as nos presenta la tecnología para sostener un espacio de debate de posturas y de negociacio­nes de consensos. Los específico­s del formato dependerán de los acuerdos entre los representa­ntes. Pero es fundamenta­l para la salud de nuestras institucio­nes avanzar en la habilitaci­ón de las sesiones del congreso. Tan fundamenta­l como lo es para nosotros quedarnos en casa.Porque, así como quedándono­s en casa evitamos que el virus se expanda, habilitand­o las sesiones del Congreso evitamos que las institucio­nes democrátic­as se enfermen y eventualme­nte fallezcan.

*Doctora en Ciencia Política. Profesora de Fundamento­s de Ciencia Política y de Introducci­ón al Conocimien­to de la Sociedad y el Estado.

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