Peste asesina medieval
La primera gran pandemia que asoló al mundo
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Historia de las epidemias en España y sus colonias (1348-1919)
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José Luis Betrán Moya
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La Esfera de los Libros
☛ Ensayo
En el año de 1348 se abría una nueva era en la historia europea y española. Una terrible epidemia de peste segaba la vida de muchos de sus hombres y mujeres al tiempo que provocaba traumáticas secuelas en el terreno económico, social, cultural e incluso psicológico que perdurarían durante décadas, incluso siglos. Fue el primero –también el más catastrófico– de una serie de brotes que, con implacable periodicidad, le seguirían. De todos han pervivido innumerables testimonios tanto escritos como iconográficos que han llegado hasta nosotros. Aunque siempre hubo esfuerzos por explicar racionalmente estos fenómenos epidémicos, lo cierto es que en una época fuertemente influida por una cultura religiosa de profundas raíces judeocristianas que planeaba sobre el Occidente europeo, el recurso a atribuir su causalidad a la fatalidad punitiva de un Dios justiciero, enojado por los continuos pecados de los hombres, fue un recurso harto frecuente.
Hasta nuestros días, la fe en el progreso de los avances médicos y sanitarios impulsada desde los tiempos de la Ilustración y propagada por el capitalismo liberal de los siglos siguientes, al margen de desterrar causalidades providencialistas de antaño, parecía habernos convencido de lo poco probable que resultaría que la humanidad tuviera que someterse una vez más a las amenazas de nuevas y gravísimas epidemias. La globalización de la economía mundial, la agilidad y masificación actual de las comunicaciones humanas por todo el planeta han derribado, sin embargo, tal argumento.
Hace ya dos décadas que emergió el llamado síndrome de inmunodeficiencia adquirida, más conocido como sida. En el año 2003 se convirtió en la primera causa de muerte de los menores de 60 años en todo el mundo –2,2 millones de muertos– y en algunos lugares del planeta, como Sierra Leona, en África, ha provocado actualmente la reducción de la esperanza de vida a tan solo 36 años, es decir, menos de la mitad de la que goza un hombre occidental. A este se ha unido recientemente el temor al SARS –siglas que en inglés definen el llamado síndrome respiratorio y agudo–, iniciado hace dos años en el sureste asiático. Y aun deberíamos recordar que de tanto en tanto la Organización Mundial de la Salud nos alerta sobre las gravísimas consecuencias que podría tener si pasara a la cadena humana la llamada “gripe del pollo”. (…)