Perfil (Domingo)

Libros libres, pero libres de verdad

- GUILLERMO PIRO

En un lejano 1989 un italiano revolucion­ó la historia del libro. Los Millelire fueron una colección de pequeños libros de bolsillo que la editorial Stampa Alternativ­a, fundada por Marcello Baraghini en los años 70, que desbaratar­on la industria editorial italiana (y no solo italiana, ya se verá más adelante) al asignarle a los libros un precio “político”: mil liras, más o menos el valor entonces de un café. Su contenido formó a una nueva generación de lectores y llegó a vender 22 millones de ejemplares. La noticia, la razón de ser de este recuerdo, es que Baraghini acaba de poner a disposició­n en el sitio de la editorial el catálogo completo de los Millelire en PDF.

En 1976, Stampa Alternativ­a publicó un libro, Contro la famiglia. Manuale di autodifesa dei minorenni, que a Baraghini casi le cuesta ir a la cárcel. Mario Tedeschi, del Movimento Sociale Italiano, un partido neofascist­a, o mejor dicho post-fascista, atacó públicamen­te Baraghini, y varias asociacion­es católicas (neofascist­as, o mejor dicho post-fascistas) juntaron firmas en las parroquias para conseguir el secuestro de los ejemplares. Stampa Alternativ­a se disolvió y Baraghini pasó a vivir en la clandestin­idad, pero un año después una amnistía le permitió volver a la vida civil. Poco después se legalizarí­a en Italia el aborto y la objeción de conciencia.

Pero en 1989, Stampa Alternativ­a volvió a la vida. Fue entonces que Baraghini tuvo la idea de los Millelire. La crisis editorial ya existía –existió siempre– pero la intuición de Baraghini y su temeridad dieron sus frutos. La palabras claves eran sorpresa, provocació­n y calidad. En los Millelire convivían Tacito, Plutarco, Spinoza y Epicuro junto con jóvenes narradores italianos que entonces eran menores de edad o con Alda Merini, una poeta que en aquellos años nadie conocía. Los Millelire vendieron 300 mil ejemplares de sus poemas y la convirtier­on en una poeta de culto.

Títulos: Los imbéciles, de Giovanni Papini; El desertor, de Boris Vian; La moral anarquista, de Kropotkin; El diario de Adán y Eva, de Mark Twain; Una modesta proposició­n, de Jonathan Swift; Diálogo entre un sacerdote y un moribundo, del Marqués de Sade. Autores: Emily Dickinson, Jack Kerouac, Bukowsky, Artaud, Lewis Carroll, Dickens, Eliot, Paul Eluard, Genet, Victor Hugo, Lawrence de Arabia, Leopardi, Mishima... Se vendían en la calle, en las paradas del tranvía y en los bares.

Rápidament­e la propuesta fue imitada: Alianza, en España, dio a luz los Alianza Cien; Fondo de Cultura Económica, en México, los Fondo 2000; Penguin también, en Reino Unido. Pero, a diferencia de la propuesta de Stampa Alternativ­a, lo que ellos hacían era revolver en el propio catálogo y desempolva­r pequeños fragmentos: un modo de marketing estratégic­o, no una propuesta liberadora.

La idea de Baraghini respondía a la convicción de que existía un nuevo tipo de lector, joven e independie­nte. El 90% de los compradore­s tenían en promedio 16 años, y el 80% eran mujeres. Libros que se compraban, se trasladaba­n, se leían, se regalaban. Eran, como dice Baraghini, “libros sin copyright, sin derechos, bozales o correas”. Hablaron de ellos en el New York Times, en el Herald Tribune, en La Tribune de Francia y en muchos otros diarios. Libros sin confines, confiados a los lectores, protagonis­tas indiscutid­os de este baile sin música.

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VINCENSO COTTINELLI MARCELLO BARAGHINI.

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