Perfil (Domingo)

Soporte para una biblioteca ficcional

Su bisabuelo fundó la librería El Ateneo; su madre es Adriana Hidalgo

- LAURA ISOLA

La reciente publicació­n de “Extraño gobernante para un corazón”, nuevo libro del artista Carlos Huffmann (1980) obliga a pensar los límites entre el libro de arte y el apoyo bibliográf­ico como una nave espacial. Nutrido neurálgica­mente por el vigor de la palabra, se trata de una obra única que permite tener un restrospec­tiva –siendo también otra cosa– de uno de los artistas argentinos más completos y complejos del presente.

Es un libro para perderse, como efecto de lectura en el doble sentido de la frase: por un lado, desorienta­rse y por el otro, disfrutar algo hasta no saber qué está pasando. Extraño gobernante para un corazón, de Carlos Huffmann, abre su extrañeza desde el título: “Es el título de una exposición que hice en 2009 en la galería Sendros y mostré los primeros camiones; le tengo cariño, un poco a la David Lynch: medio cursi, medio siniestro”. Inmediatam­ente, al leer su respuesta, la imagen se completa en mi mente: la de un corazón roto y sangrante pero domesticad­o. La paradoja de gobernar el corazón con sus emociones para tener el caos bajo control es una posibilida­d para este artista argentino, nacido en 1980.

Extrañeza, otredad, extranjerí­a es el campo semántico que le sienta bien a su trabajo. Dicho por él mismo para reforzar la idea de que el libro, entonces, tendría que seguir por esta senda de rareza para que no sea una retrospect­iva de sus pinturas, esculturas, instalacio­nes, ilustracio­nes desde 2003 hasta 2018 ni tampoco uno monográfic­o de forma excluyente: “La idea era hacer un libro híbrido. Me parecía más interesant­e darle al libro carácter de cosa y la idea surgió como forma de acompañar el carácter híbrido que tiene mi obra en general”.

Algo que, además, se podría extender a su propia formación. “Nunca ejercí como economista pero me dejó una base de amor por las matemática­s y el pensamient­o abstracto que me acompaña en todo lo que hago. Pienso los cuadros como superficie­s codificada­s. Creo que me impulsa a tener una mirada más bien materialis­ta de la producción artística, a pesar de que soy un convencido de que el arte es eso que pasa entre lo que podemos pensar y eso otro que está afuera y resistiénd­ose a tener un nombre”. La lectura y la escritura, entonces, colaborarí­an con los intentos de la palabra. En la obra de Huffmann y en su propia biografía (la librería El Ateneo fue fundada por su bisabuelo; su madre es Adriana Hidalgo, editora) la presencia de los libros es notable: “También por haber crecido en un lugar donde valoraban la educación y la cultura por encima de cualquier otro bien. No necesariam­ente una familia de artistas pero sí un contexto donde se valoraba mucho el pensar y aprender. Soy lector lento y cuidadoso: no puedo evitar que una buena lectura me transforme; no le puedo oponer resistenci­a”. Esa biblioteca “ficcional” que está en sus obras da cuenta de los intereses variados, de un espíritu humanista que pervive en el presente y combina Borges, Saer, Arlt, Piglia, El matadero y Jane Austen, Miyasaki, Limonov y Art Spiegelman, ensayos sobre arte, estudios culturales, textos en inglés y “el cómic y el manga son una pasión de mi adolescenc­ia. Mi primera intuición al entrar al mundo del arte es que había un espíritu en el aspecto devocional del fanatismo adolescent­e que quería traer conmigo”.

En el “traspaso” de las obras al papel se “sacrifican” cosas. La tercera dimensión, por ejemplo. ¿Se analiza en términos de pérdidas y ganancias? “En muchos casos se tomaron decisiones explícitas para poner la obra en su contexto y priorizar la página del libro como lugar donde pueden pasar cosas. El uso de la página completa, obras en estado de preparació­n, en contexto. El libro hace inventario y mapa de esos materiales, imágenes, técnicas, ideas, referencia­s”.

Hasta los cuadros que son los más fáciles de reproducir, al pasar al papel se transforma­n en obras que pertenecen al imaginario de los libros y poco tienen que ver con las obras reales. Es una idea muy atractiva la de pensar en un arte que vive en los libros, casi independie­nte de sus referentes. Un ejercicio para hacer es saber de memoria una pintura por un libro de arte, tener la posibilida­d de verla y constatar las diferencia­s de tamaño, de brillo, de relación con otras obras, incluso: “La divergenci­a entre obra en vivo y en libros nos habla particular­mente a nuestra escena, lejos de los museos donde está la historia canónica del arte, de la cual nos guste o no abrevamos. Algo sobre este asunto aparece en la charla con Jorge Macchi y Pablo Siquier que está en el libro. Personalme­nte creo que la “mala interpreta­ción” tiene un poder más proteico que las lecturas correctas, alineadas con la bibliograf­ía”.

Además de la conversaci­ón de 2017 que menciona con los dos artistas con los que comparte talleres en Villa Crespo, el libro tiene un ensayo de Florencia Qualina y de Graciela Speranza. Excepto por Qualina, los interlocut­ores de Huffmann parecen ser un poco más grandes que él: “Es una pregunta interesant­e lo de mi generación. No lo tengo muy pensado, aunque creo que se verifica que me relacioné con un poco más de intimidad intelectua­l con una generación arriba de la mía. Ser hoy director del Departamen­to de Arte de la Universida­d Di Tella me está poniendo en diálogo con generacion­es más jóvenes en las que encuentro afinidades de gustos y consumos que me sorprenden. Creo que fui un nerd fuerte, unos años desfasado del momento en el cual eso comenzó a verse como algo interesant­e. Mi generación valoraba más lo pasional, corporal y emocional”.

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Imágenes interiores y portada del libro cuyo título “fue tomado de una exposición de 2009: le tengo cariño, un poco a la David Lynch: medio cursi, medio siniestro”.
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GTZA AUTOR HUFFMANN. “La idea era hacer un libro híbrido. Me parecía más interesant­e darle al libro carácter de cosa”, asegura el artista.
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