Los riesgos de mensajearse con un ex bajo la mirada de los creadores
Run es una comedia romántica, pero también una serie de acción con ciertos toques de misterio. Creada por Vicky Jones, la directora de la versión teatral de
Fleabag y habitual colaboradora de Phoebe Waller-Bridge, esta nueva propuesta de HBO, de solo media hora, se mete con una fantasía casi universal: el reencuentro con el amor (post) adolescente cuando las circunstancias de la adultez gritan: “Hasta acá llegué”.
Así, conocemos a Ruby (Merritt Wever: Nurse Jackie,
Unbelievable), una aburrida ama de casa que recibe un mensaje de texto de su ex – ahora convertido en gurú de autoayuda– Billy (Domhnall Gleeson: Harry Potter, Ex Machina) con la palabra que le da título a la historia, “run”. Ruby responde con otro “run”, y se embarcan en una aventura en tren por Estados Unidos, dejando su hostil presente atrás.
Lo previsible sucede: apenas se encuentran explotan las tensiones acumuladas durante el tiempo transcurrido –casi dos décadas–, sobre todo la sexual, pero también surge la conexión profunda que tienen por haber compartido parte de su vida, cuando soñaban con un futuro que poco tiene que ver con su actualidad.
Aquello que en tiempos de cuarentena es una advertencia –dadas las malas consecuencias que puede traer mensajearse con un ex– en Run es llevado al paroxismo: a veces como historia de amor, y otras como thriller. Es que la serie juega de manera inteligente – aunque por momentos se vanagloria de esa perspicacia– con el tiempo transcurrido y lo no contado de estos amantes. Así, aparece el elemento misterioso que, en los tres capítulos emitidos hasta ahora, hace de la serie algo distinto. En ese marco, el guion se apoya en la evidente química entre dos actores sobresalientes que se parecen a cualquiera: ni Wever ni Gleeson lucen como divos de Hollywood, algo que potencia la verosimilitud de la aventura.
En algún punto, Run recuerda a otras comedias románticas de rupturas como
500 días con ella. La célebre escena de la película en la que en una pantalla dividida se confrontan las expectativas y la realidad de uno de los protagonistas conecta aquí con la extrañeza del reencuentro tras 17 años lejos. La serie también puede verse como una variante sofisticada del “vendo todo y abro un bar en la playa”, otra fantasía común de buena parte de la humanidad. Lo peculiar es que el punto de partida es la llegada al mar, entre dos que se conocieron, y a juzgar por lo no contado no tienen nada que ver con lo que fueron juntos. En lo que queda por estrenarse se revelarán las posibilidades de que la aventura de escape se transforme en una nueva normalidad para los protagonistas, o en una tragedia, dado lo que pusieron en riesgo con su impetuosa huida.