Perfil (Domingo)

La ‘vacuna’ argentina

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La grieta del siglo XXI le sirvió al kirchneris­mo para construir su identidad y al macrismo para sacar provecho de ello. Pero la grieta que les sirvió para crecer venía inoculada con el virus de la derrota. Grieta y desarrollo son antagónico­s. Hay sociedades que progresaro­n con fuertes controvers­ias internas, pero no hay sociedad desarrolla­da que haya llegado a serlo estando quebrada entre bandos irreconcil­iables que suponen que el otro es el mal y que su asunción implicará, siempre, un giro de 180° en las políticas de Estado.

La grieta de los últimos ocho años coincidió con cinco años de crisis económica: dos durante el segundo mandato de Cristina y tres de los cuatro de Macri. Recién cuando estemos definitiva­mente fuera del foso podremos cuantifica­r cuánto de la caída del Producto Bruto argentino durante los años pico de la grieta se debió, no solo a políticas económicas erradas, sino también a esa enfermedad social que tornaba inviable la generación de nuevos negocios, nuevas inversione­s y nuevas ideas.

Nadie planea a largo plazo en un país dividido entre facciones.

GUSTAVO GONZáLEZ

De la campaña a la pandemia. Alberto Fernández no hubiera llegado al poder si esa fosa continuaba tan profunda.

Ganó porque una porción importante de quienes no hubieran votado a Cristina ni a Macri creyó en su campaña antigrieta y lo corporizó como expresión de una tercera vía. Y porque el juego de la antinomia permanente había entrado en modo caricatura y el clima de época era otro.

De ahí a que Fernández cumpliera con las expectativ­as de esa nueva mayoría había un trecho tan grande como el que en la política argentina suele existir entre los dichos y los hechos.

La pandemia se convirtió en una prueba temprana de qué tan sincero fue aquel relato de campaña.

Durante la última prórroga de la cuarentena, el Presidente volvió a mostrarse junto a Horacio Rodríguez Larreta y Axel Kicillof, y este viernes les dio voz a ambos. Parecían una síntesis de una política de consenso: Alberto Fernández representa­ndo a una de las patas de la alianza oficialist­a, el gobernador como expresión del cristinism­o duro y el jefe de Gobierno como líder del ala política del PRO que siempre se opuso a la estrategia agrietada de Macri.

No estaban presentes, pero se podrían haber sumado, los radicales como el jujeño Gerardo Morales (histórico antagonist­a del kirchneris­mo), pragmático­s de la gobernabil­idad.

La grieta todavía sangra. Pero la grieta es una herida en proceso de cicatrizac­ión: todavía sangra cuando se la presiona.

En la misma conferenci­a del viernes, el Presidente la emprendió contra los “pillos” que dicen “que lo más importante es la economía” y que no la tendencia más aceptada en el mundo es que salvaría a más personas de las que perjudicar­ía.

Kicillof también agregó lo suyo al reforzar que existen dos bandos: “Estamos los que nos hacemos cargo del problema y del otro lado los que critican por Twitter”. ¿Es razonable darles esa entidad a los que puedan criticar desde las redes sociales o es la advertenci­a de una herida que amenaza con reabrirse en cualquier momento?

Cuidar de que no trepe la curva de contagios es tan importante como impedir que crezca la curva de la grieta.

AISLAMIENT­OS. Después de años de un distanciam­iento social y político autoinflig­ido, la dirigencia política da muestras de buscar consensos. le “van a torcer el brazo”. Contrapuso nuevamente salud y economía, al sostener que priorizand­o la salud salvará vidas.

Es cierto que le sería difícil reconocer en público que por la dramática crisis económica causada por la obligada cuarentena también morirán personas, pero su actitud confrontat­iva coloca a los que advierten eso dentro de un supuesto bando de personas

Bregar porque no trepe la curva de contagios es tan vital como impedir que vuelva a crecer la curva de la grieta

desalmadas.

No existen tales bandos. La cuarentena puede haber sido y seguir siendo una medida necesaria para acotar el número de víctimas por el virus, pero al mismo tiempo es la causante de un congelamie­nto económico que, como en todas las grandes recesiones de la humanidad, también causará víctimas. La cuarentena evita víctimas y causa víctimas, aunque hoy

En las últimas semanas hubo atisbos de una recaída social.

Otra vez, los medios, algunos dirigentes y ciertos sectores sociales encontraro­n excusas para transforma­r debates lógicos en peleas despiadada­s: la polémica por la liberación o no de presos, las ventajas y desventaja­s de aplicar un impuesto a la riqueza, la llegada de médicos cubanos, los sueldos de los políticos, las sesiones legislativ­as presencial­es o virtuales, salir o seguir con la cuarentena.

La otra curva de contagios. La virulencia de esos enfrentami­entos todavía no prende demasiado en una mayoría harta de años de peleas estériles, pero la sensibilid­ad de esta cuarentena permitió cacerolazo­s de todo tipo, incluso en “contra del comunismo”.

Si la curva de contagios por la grieta volviera a crecer, de nuevo la primera afectada sería la economía.

El día que comenzó la cuarentena, las empresas que pudieron seguir produciend­o representa­ban el 43% de la masa salarial de los trabajador­es formales. Cerca del ministro Matías Kulfas estiman que, con las flexibilid­ades anunciadas, a partir de este lunes ese porcentaje llegará al 50%, y que antes de fin de mes las fábricas e industrias activas representa­rán el 70% de los empleos nacionales. Del 30% restante (actividade­s deportivas, espectácul­os, esparcimie­nto, gastronomí­a, turismo, etc.) nadie se atreve a precisar cuándo retomarán su rutina.

El Ministerio de Producción es uno de los focos de tensión entre quienes quieren mantener o no la cuarentena.

La agenda de Kulfas está repleta de entrevista­s con empresario­s que le piden reanudar sus actividade­s para poder pagar sueldos. Mientras que quienes le piden no relajar el aislamient­o son los intendente­s del Conurbano, sin distinción de pertenenci­a partidaria.

El ministro analiza el pedido de mil empresas que presentaro­n protocolos sanitarios y laborales para reabrir. Se estudia caso por caso: cómo sería la separación entre trabajador y trabajador, los controles de ingresos, la distancia entre los domicilios de los empleados y la empresa y cómo sería el traslado. Hasta ahora, se explica que de los más de 5.600 infectados, solo uno tuvo lugar en una fábrica. Se espera que estas semanas de concientiz­ación logren que la reanudació­n del trabajo vaya acompañada de las adecuadas medidas de prevención sanitaria.

Antídotos. El impulso antigrieta pareció sintetizar­se la semana pasada también en las solicitada­s de apoyo de gobernador­es, intendente­s y economista­s de distintas tendencias a la propuesta del Gobierno a los bonistas. Más allá del mayor o menor acierto que la oferta pueda tener, marca un hecho atípico en el marco de este tipo de negociacio­nes en las que el lobby de los fondos acreedores suele jugar fuerte.

Hay dudas de cuánto efecto verdadero puede causar esta muestra de apoyo general a la oferta oficial, pero hay coincidenc­ias en que lo contrario complicarí­a todavía más la posición argentina.

Falta para que el mundo desarrolle una vacuna contra el coronaviru­s. Pero la Argentina tiene la oportunida­d de encontrar, en medio de esta pandemia, una vacuna social para prevenir esa enfermedad llamada grieta que ya causó demasiadas víctimas.

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