Perfil (Domingo)

Paradoja contractua­l

- ALEJANDRA LITTERIO*

En Fragmentos de un tejido, Eliseo Verón nos convoca a pensar el discurso “como un espacio habitado, rebosante de actores, objetos, de escenarios”, un en-juego semiótico donde el mensaje nunca produce un solo efecto, sino numerosos efectos posibles, de sentido.

El primer fenómeno mediático, la combinator­ia del orden icónico y del orden indicial, la búsqueda de dispositiv­os de acumulació­n de conocimien­to, la proliferac­ión de las experienci­as a escala, la neutraliza­ción de la distancia entre producción y reconocimi­ento nos acerca al siglo XXI de la temporalid­ad a corto plazo de materializ­aciones reticulare­s. Estamos de cara ante un proceso de mediatizac­ión donde subyace un pacto implícito, un contrato de lectura, que constituye la relación entre el enunciador y el destinatar­io que se propone en y a través del discurso.

Así, en el ecosistema mediático, comunicar implica mantener un vínculo contractua­l en el tiempo, relacionad­o con la confianza, con la creencia, según Michel de Certeau. Pero ¿qué sucede cuando se produce una ruptura de contrato, cuando no hay fidelidad en la producción de contenidos o se cambia la trayectori­a del sentido? ¿Podría decirse que hay otro discurso?

La mutación en las condicione­s de acceso a la discursivi­dad mediática produce reconfigur­aciones inéditas en las condicione­s de circulació­n, donde operan lógicas cualitativ­amente distintas.

El vínculo de comunicaci­ón, el compromiso enunciativ­o, se vuelve volátil. Entonces, ¿podemos confiar en lo que leemos en esas condicione­s?

Sabemos que la virtualiza­ción de las noticias administra el ritmo del tiempo de la materia significan­te heterogéne­a. Cuanto más masivas se vuelven las condicione­s de circulació­n, más importanci­a adquiere la situación de enunciació­n original y la necesidad de la autenticid­ad.

Se trata de legitimar la toma de la palabra, consolidar­la y alejarse del estigma de las “noticias falsas” asignando un sistema de valores profesiona­les en la búsqueda de la veracidad de los relatos.

Se trata, además, de un intento por satisfacer las representa­ciones sociales que enmarcan la lectura que deriva del capital cultural del lector. Los medios, así, nos proporcion­a un “observator­io” privilegia­do que atraviesa las prácticas sociales incluso a nivel ideológico.

Queda claro que, en tiempos de coronaviru­s, los medios digitales enfrentan un doble desafío: competir con el flujo de contenido de las redes sociales intensific­ado por la crisis sanitaria patentizad­a por el Covid-19 y distanciar­se de los “actores virtuales” que diseminan noticias falsas socavando la pervivenci­a del sapiens.

Esas noticias falas erosionan la confianza pública en detrimento de la imagen de quienes han asumido un compromiso, un contrato, que permite distinguir discursos “en paralelo” entre la narrativa engañosa y los hechos verídicos.

Y si bien encuestas y estudios recientes han revelado que el ochenta y seis por ciento de los usuarios en las redes han sido víctimas del engaño, falsos mensajes y rumores, todavía hay un atisbo de optimismo: la inteligenc­ia artificial con modelos híbridos que evalúan la autenticid­ad de las fuentes en la continua batalla contra las noticias falsas. Como afirma Barthes: quienes se ocupan de los efectos de los mensajes sin interrogar­se acerca de la naturaleza de las causas están condenados a naturaliza­r el signo.

*Lingüista.

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