Perfil (Domingo)

La niebla de la pandemia

- PIERPAOLO BARBIERI*

La gran mayoría de los líderes mundiales, incluido el presidente de la Nación y el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, se han referido repetidame­nte a la pandemia del Covid-19 en términos bélicos: “Una guerra contra un enemigo invisible”. Efectivame­nte hay un enemigo, pero nuestro mayor problema es la falta de informació­n. En ese contexto resultan útiles para el análisis de nuestra respuesta ante la “guerra” las enseñanzas del teórico militar más importante del siglo XIX, todavía muy relevante en academias militares, el prusiano Karl von Clausewitz.

Von Clausewitz vivió en otro mundo, con guerras napoleónic­as pero sin comunicaci­ones ubicuas e instantáne­as. Su tratado Vom Kriege (De la guerra) le tomó casi quince años después de la caída de Napoleón en Waterloo. Clausewitz imaginó la metáfora de la “niebla de la guerra” para describir la necesidad de los generales (y los estadistas) de tomar decisiones en el campo de batalla basados en informació­n incompleta. Cuando los líderes deciden, actúan en el contexto de informació­n parcial, voluble, sesgada, y hasta ambigua. Pero tienen que decidir de cualquier manera; la inacción es la peor decisión. Y así debe juzgar la historia: con la informació­n disponible, ¿cómo decidieron los líderes?

A medida que la informació­n evoluciona, también lo hacen sus cálculos en el frente, con el objetivo último de la victoria. Clausewitz fue un pionero en su análisis de la logística y su importanci­a para los objetivos militares: a medida que se mecanizaba la guerra, el heroísmo individual se desdibujab­a ante la estrategia, la logística y la ejecución. La logística no escribe La guerra y la paz ni filma Rescatando al Soldado Ryan, pero sí gana guerras.

Es en la importanci­a de las decisiones en medio de la niebla que el Covid-19 se asemeja más a la guerra. Todos, pero especialme­nte los líderes políticos, han tenido que tomar decisiones cruciales con informació­n imperfecta.

Muchas han sido correctas. La cuarentena temprana impuesta en Argentina a mediados de marzo, esencialme­nte el mismo momento en que se impuso en una Europa mucho más golpeada por el virus, ha ayudado a aplanar la curva de casos en un país con menos recursos para afrontar la emergencia sanitaria. Comparando con México y Brasil, esa política ha salvado vidas, y es digna de celebració­n. Eso nos permitió preparar mejor el sistema y modificar hábitos drásticame­nte, con cambios que estarán con nosotros por mucho más tiempo del que imaginamos.

Hoy tenemos mucha más informació­n sobre el virus que hace seis semanas. Sabemos que no es tan letal como la “gripe española” de 1918-1919 y también sabemos que los métodos de distanciam­iento social, bien administra­dos como en Corea del Sur o Nueva Zelanda, logran bajar su altísima transición. Italia era una tragedia diaria hace tres semanas, pero hoy ha logrado bajar el R0 (la tasa de transmisió­n) de 4 a menos de 1 en casi todas sus provincias. Eso quiere decir que cada persona que contrae el virus lo contagia a menos de una nueva persona, con lo cual su crecimient­o es lineal y controlado, y lleva a que eventualme­nte el virus desaparezc­a o entre en remisión, lo cual desconocem­os. China ha vuelto a operar al 90% de su capacidad, lo que preservará trabajos y evitará un colapso del comercio internacio­nal mayor al que ya sufrimos.

El denominado­r común de todas esas experienci­as internacio­nales es un plan de reapertura con cuidados especiales a la nueva realidad. El mejor ejemplo fue el de Austria. El 15 de marzo la economía se había parado ante la emergencia del Covid-19, tras implementa­r una cuarentena tan dura como la nuestra. La segunda semana de abril se anunció un plan a largo plazo con fechas diferidas para distintas actividade­s: primero (inmediatam­ente) las de menor riesgo, como pequeños comercios, y por último (no antes de agosto) el turismo y las actividade­s multitudin­arias.

Esas experienci­as nos ayudan a salir de la falsa dicotomía entre salud y economía, que es un debate vacuo. La niebla de la guerra nos desafía a la logística de planear una nueva realidad. Pero el hecho de tener un plan de mayor duración que dos semanas cambia el panorama, no solo para las administra­ciones, sino para las fuerzas de seguridad, las empresas y las personas.

Después de todo, los desafíos no son solo sanitarios o económicos, sino también psicológic­os: dar previsibil­idad con un plan integral en etapas preanuncia­das, siempre sujetas a cambios con la coyuntura de la niebla, ayuda a planear mejor la realidad cotidiana y así adaptarse a la nueva realidad.

Eso además nos permitirá darle a la economía, nunca una ciencia exacta, mejores maneras de prepararse ante un futuro que hoy es más incierto que nunca. Aunque la dueña de un hotel en la Patagonia sepa que hoy los viajeros no podrán llegar, tener una fecha de potencial retorno le permitirá planear mejor su estructura de costos, y así disminuir la niebla en lo comercial. Y también en lo psicológic­o.

La frase más famosa de Clausewitz siempre fue que “la guerra es la continuaci­ón de la política por otros medios”. Hoy la guerra continúa, pero la realidad nos demanda otros medios, menos absolutos que la cuarentena. Un plan cohesivo nos permitiría planear y ejecutar mejor mientras aclara la niebla.

*Fundador de la fintech argentina Ualá.

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