Perfil (Domingo)

Nueva fase, nuevos interrogan­tes

ECONOMÍA Y SALUD

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En el devenir de los días de cuarentena frente a la pandemia por el Covid-19 cada argentino se sintió un poco como Giovanni Drogo, el protagonis­ta de la magistral novela del italiano Dino Buzzati: El desierto de los tártaros. Drogo, un militar de bajo rango, fue destinado a guarnecer una fortaleza en una frontera amenazada por una invasión temible pero que se retrasaba en el tiempo.

Transforma­ciones. Al igual que lo que le sucedía a Drogo, las dudas y la ansiedad se fue apoderando de buena parte de la población en un proceso inevitable en el transcurso de un evento de esta caracterís­tica. El problema es que en Argentina la preocupaci­ón que generó la infección se solapó con la preocupaci­ón por la situación económica precedente al coronaviru­s y que se instaló fuertement­e desde los inicios de la gestión de Mauricio Macri. Como se recordará, la mayor inquietud durante los ocho años de presidenci­a de Cristina Kirchner fue la seguridad, pero que pasaron a partir de fines de 2015 a las categorías inflación-empleo-salario. Esto no cambió hasta el presente, y si excepciona­lmente la pandemia se transformó en el primer problema hace un mes, hoy retrocede frente a la cuestión económica.

La novedad finalizand­o la tercera fase de la administra­ción del aislamient­o fue el surgimient­o de algunas voces potentes en los medios de comunicaci­ón y redes sociales que comenzaron a señalar una causalidad unívoca entre cuarentena y detención de la actividad económica. El pedido de un levantamie­nto inmediato del confinamie­nto comenzó a ser demandado por empresario­s, economista­s y algunas figuras políticas opositoras bajo el razonamien­to de que el aislamient­o social, preventivo y obligatori­o (ASPO) es la causa primordial del deterioro económico del país. “Morirse de coronaviru­s o morirse de hambre” fue la dura consigna planteada. Parte del subtexto de este razonamien­to apunta a diluir las responsabi­lidades del gobierno anterior en la materia (buscando mostrar por ejemplo que el déficit fiscal estaba controlado y que ahora habría detonado), para luego mostrar que Alberto Fernández no tendría claro el rumbo económico: la frase “se enamoró de la cuarentena” apunta a mostrar ese presunto déficit en materia de política económica.

No se puede dejar de señalar que la relación cuarentena-recesión se asienta en el hecho empírico de la poca espalda para sostener durante un largo tiempo de inactivida­d casi total no ya de los comercios minoristas, sino de las grandes empresas. Esto responde a diversos factores, uno de los cuales no es menor, como la inexistenc­ia de crédito y un mercado de capitales adonde acudir, pero también expresa la poca capitaliza­ción de las empresas, y frente al hecho de que les va mejor a los empresario­s que a sus empresas.

Infectólog­os del mundo, uníos. El otro frente de críticas que se abrió (y de alguna forma inesperada) fue la presencia imperante de los médicos infectólog­os y epidemiólo­gos en las decisiones de gobierno. La infectolog­ía era una rama de la medicina hasta ahora prácticame­nte desconocid­a para el gran público. Sin embargo, se constituye como panel asesor con marcado poder para sugerir el camino a seguir. En muchos países pasó lo mismo, en España, por ejemplo, los miembros del comité de expertos se transforma­ron en un secreto de Estado, y este secreto, en un debate en sí mismo. En Argentina, Alberto Fernández puso de relieve la importanci­a del “expertise” de este grupo, contrastán­dolo con su “simple” saber de abogado. De hecho, en la conferenci­a de prensa del viernes a la

Si la pandemia era el principal problema un mes atrás, hoy lo es la economía primera fila de la política, formada por el propio presidente, Axel Kicillof y Horacio Rodríguez Larreta, se le sumó una segunda línea formada por los médicos Mirta Roses y Pedro Cahn (el gesto adusto del último se transforma­ría en un dato en sí mismo).

La relación entre saber y poder es quizás el mayor aporte de Michel Foucault para comprender cómo determinad­os discursos se transforma­n en verdaderos en un tiempo histórico determinad­o. En este sentido se puede contrastar el tipo de saber (o la proyección social) que produce un empresario contra el que genera un investigad­or médico. Mientras que el empresario tendría como finalidad ganar dinero, el fin del científico sería forjar un conocimien­to universal. Si bien “ganar dinero” no es sencillo, pues requiere capacidade­s como el dominio de determinad­o mercado y la articulaci­ón de los medios materiales para satisfacer­lo, el fin lucrativo es visto con desconfian­za por gran parte de la sociedad argentina. El imaginario popular coloca físicament­e a los empresario­s en un campo de golf negociando por sus intereses y haciendo lobby. Por el contrario, al científico se lo ubica pasando largas horas de su vida entre pipetas de laboratori­o con un fin humanitari­o. Por supuesto son imágenes cristaliza­das, la industria moderna se nutre de los descubrimi­entos científico­s, y muchos científico­s (incluso infectólog­os) se han convertido en exitosos empresario­s.

Dualidades. Va de suyo que sin empresario­s invirtiend­o y asumiendo riesgos, la posibilida­d de superar el estancamie­nto ya crónico de la economía argentina es mínima. Pero la disputa es política, y de proyecto de país divergente: Macri definió a su tiempo que su gobierno se basaría en CEOs: empresario­s y gerentes, buscando llevar la (supuesta) eficacia del sector privado al sector público. No iba a repetir el camino clásico del neoliberal­ismo de los 90 en el sentido de privatizar las funciones del Estado, sino buscó incorporar otra lógica a la gestión de lo público. Fernández, a poco de asumir, definió a su gobierno como de “científico­s” y frente a esa imagen desinteres­ada de bienes materiales no dudó en elegir entre la salud y la economía la primera: el Estado como gestor del “cuidado” de los argentinos. Pero la conducción política se hizo cargo de ciertas críticas, descomprim­iendo el aislamient­o para gran parte del país que podrán volver a las actividade­s productiva­s bajo ciertos protocolos. No obstante, el virus está al acecho y comienza a replicarse en los sectores más pobres de la población, en un ingente desafío para la nueva etapa de descompres­ión.

* Sociólogo (@cfdeangeli­s)

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CARLOS DE

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