Interpelar a la comunidad de lectores
las editoriales como jugadores globales en el mercado de una lengua hablada por más de 500 millones de personas en el mundo es la respuesta adecuada a la “coronacrisis”.
En su opinión, el Estado deberá ayudar a rescatar la industria editorial. “Y los editores, agremiados –explica–, debemos concentrar este pedido de ayuda en un solo tema, el más útil a toda la cadena del libro: una ley de subsidio a los fletes para libros, que deberían costar no más del 20% del flete de cualquier otro producto, por tratarse de libros”. En un territorio tan vasto como el de Argentina, y con la escasez de librerías por fuera de los tres centros urbanos más grandes (Buenos Aires, Rosario y Córdoba), es difícil que el comercio electrónico prospere si el costo del flete es el 60% del precio que paga el comprador de un libro. “Y el e-commerce es la herramienta de toda la cadena de comercialización del libro”, concluye Vergara.
Desafíos en el escenario de la pospandemia. “Es fácil quejarse de la situación de corto plazo, y es superdesafiante para quien tiene que pagar sueldos, alquileres e impuestos –dice el economista y asesor empresarial Leo Piccioli–. Sin duda, la mayoría de las empresas tradicionales está sufriendo, y algunas no podrán superar esta crisis. Pero una disrupción como esta cuarentena suele acelerar procesos que nos costaba implementar”. Piccioli observa algunas tendencias de largo plazo que favorecerán el mercado editorial en distinta medida, gracias a los protocolos de prevención y distanciamiento social: “Por un lado, tendremos más tiempo para leer, ‘ahorrando’ en viajes y minimizando salidas. Hoy es preferible tener una editorial a un cine. La vida será menos intensa de lo que era, dando espacio a textos que nos dejen pensando y conversando. También habrá más tiempo para escribir. Y creo que habrá un mix mucho más sano de digital y papel, menos inventario inmovilizado, más autores”.
El mercado editorial enfrentará nuevos desafíos en el escenario de la pospandemia. “Pasado más de un mes de la cuarentena podemos hacer un análisis provisorio sobre el sector editorial y sus principales cambios –dice Germán Echeverría, director editorial de Autores de la Argentina–. El mayor tiempo libre disponible y el confinamiento provocaron que se alteraran algunos comportamientos del lector, incrementándose las búsquedas online y las compras de libros digitales y audiolibros. Esta ma
La recuperación del sector editorial será lenta. Sobre todo en librerías, los cambios serán importantes. Hasta ahora, hasta antes del coronavirus, lo que teníamos mayoritariamente eran unos lectores que visitaban librerías, que a veces se instalaban en ellas y compraban libros. Muchas veces decidían la compra allí. Lo cual implica mantener una relación con el espacio, con los vendedores. Hoy es difícil pensar en librerías abiertas antes de mediados o fines de junio. Una vez que abran, seguro será con horarios restringidos y un límite en la gente que pueda ingresar. Seguramente, aquellos que ingresen, por unos cuantos meses, se quedarán menos tiempo, verán menos libros y tendrán menos contacto con los vendedores. Todo esto implica que tanto libreros como editores deberemos llegar a esos lectores por otras vías, esencialmente digital. Ya lo hacíamos, por supuesto, pero deberemos hacerlo mucho mejor. De manera más segmentada y precisa.
Al mismo tiempo, es seguro que aumentará la venta online de libros físicos y también la venta de e-books. Me parece difícil que incluso algo tan radical como el coronavirus logre que una enorme masa de gente pase al formato del libro electrónico, pero seguramente ese formato, cuya incidencia era mínima dentro de las ventas generales, ganará participación. El gran desafío es cómo interpelar a una comunidad de lectores que tendrá un formato diverso del que tenía hasta hace poco más de un mes. Al cambiar la circulación de la población, habrá cambios en las formas de informarse y tomar decisiones. El otro desafío, aun más impredecible, es qué querrá leer la gente. Me inclino a pensar que más ficción que ensayo. La cantidad de saber e información que hemos consumido (y seguiremos consumiendo) en estos meses puede haber saturado a muchos, por no decir a todos.
FERNANDO FAGNANI*
n*Gerente general de Edhasa. yor cantidad de búsquedas en la web, y no en librerías físicas, hizo que aumente, a su vez, el problema de la competencia por captar la atención del lector”. En una librería física se pueden encontrar miles de títulos, pero en una librería online un lector dispone de cientos de miles. “Cómo lograr la visibilidad de los libros en esas tiendas pasó a ser una tarea clave para los editores –indica Echeverría–. Además, las propias tiendas online de cada editorial recibieron un caudal mayor de visitas y ventas directas en papel, sin las librerías como intermediarias. Cada actor deberá adaptarse al nuevo escenario e innovar con nuevas estrategias para encontrar su lugar”.
Las librerías como centros culturales. El ex secretario de Cultura de la Nación Pablo Avelluto trabajó en la industria editorial local por más de veinte años. “El sector va a cambiar mucho –augura–. Todos los cambios son resultado del hecho de que la pandemia va a acelerar procesos que se venían dando. En la industria hay muchos que se pueden discutir. El primero tiene que ver con el uso de internet, no solo para comprar los libros sino también para leerlos, bajarlos, compartirlos. También se debería discutir el porcentaje que reciben los autores: un 10% de derechos de autor que en general se cobra seis meses después de publicado el libro, en una Argentina inflacionaria, es un disparate. Y hay que revisar el sistema comercial, la idea de que para editar se deben imprimir libros, inmovilizando el capital en un objeto que no se sabe si se venderá”. Según Avelluto, esa ineficiencia en la producción no la absorben las editoriales sino los lectores en el precio de los libros. “El negocio editorial es uno de los pocos en el mundo donde el precio que paga el público es el del costo industrial multiplicado por siete, ocho o nueve. A eso le agregaría que las nuevas formas de sociabilidad deberían generar nuevas formas de escritura, nuevos géneros”. Como otros consultados, cree que las librerías sufrirán más que otros eslabones del sector. “Cumplen una función cultural pero corren el mismo riesgo que enfrentaron las disquerías años atrás; probablemente haya nuevas formas de circulación y de distribución. Es una discusión que se plantea en todo el mundo y la cuestión no pasa solo por ayudar a que todo vuelva a ser como antes, porque probablemente nada será como antes”.
Desde Trenque Lauquen, María Patricia Abalo, responsable de la librería Lecturas en esa localidad desde hace décadas, sugiere que estos espacios de comercialización deben pen