Ryan Murphy usa el Hollywood clásico y sus secretos sucios
AJUAN CARLOS FONTANA
diferencia de The Politician (Netflix), también del estadounidense Ryan Murphy (Glee, El asesinato de Gianni Versace),
Hollywood no tiene desperdicio. La serie de siete capítulos, de 44 minutos cada uno, es un revival de la Meca del Cine en los años 40. Y una reescritura de cómo a Murphy le hubiera gustado que fuera Hollywood por aquellos años, con actores y guionistas de color premiados por la Academia y una aceptación de la comunidad LGBTQ, algo impensable para la época.
En esta era del #MeToo, Ryan Murphy descorre las cortinas de hechos de los que casi no se habló y revela lo que ocurría en los sets con los jóvenes candidatos a actores, que eran abusados por un poderoso representante que los obligaba a tener sexo para conseguirles un papel. Se trata de alguien que existió, Henry Wilson (un Jim Parsons de lujo). Ese ser despreciable fue quien bautizó con el nombre Rock Hudson al “tapado” compañero de exitosas comedias de Doris Day.
Murphy también imagina en su serie a una mujer empresaria (excelente interpretación de Patti LuPone, la ex primera protagonista de Evita en Broadway) que abre un nuevo camino al gerenciar un estudio y posibilitar –a pesar de las amenazas del Klu Klux Klan– que una joven de color acceda a un rol protagónico y sea dirigida por un cineasta asiático. Todo eso mientras su marido abusaba sexualmente de una actriz contratada, personaje que es valiosamente interpretado por la gran Mira Sorvino.
En este exquisito cóctel de un Hollywood distópico a la medida de un siempre incorrecto Murphy, en el que mezcla la sátira con la extravagancia y una sexualidad solapada, el director, productor y guionista sigue un hilo conductor y muestra las dificultades de un guionista negro para que le produzcan su film sobre la trágica historia de la actriz Peg Entwistle, quien se suicidó tirándose de lo alto de la letra H del famoso cartel que decía por aquellos años Hollywoodland.
Ya en la presentación de sus títulos, con un grupo de actores escalando las letras gigantes de Hollywood, la serie ubica su contenido en el detrás de escena del cine, al que muestra tan descarnado y despreciable como inmerso en una constante de sutil ternura. Una definición acertada es la que Dylan McDermott –con una máscara muy a lo Errol Flynn– le da a un aspirante a actor, cuando le dice con sinceridad: “La hipocresía es la base de esta ciudad. Las películas venden una imagen de virtud íntegra, pero la gente que las hace está podrida”.