Una incisiva visión de un futuro posible desde la comedia sentida
GJUAN MANUEL DOMíNGUEZ reg Daniels ha vuelto. Después de diez años sin un nuevo show, en mayo el creador y showrunner de dos clásicos como The
Office y Parks and Recreation
(ambos disponibles en Amazon Prime Video) regresa con dos series. Una, por Netflix, es Space Force, otra comedia de oficina (de esos shows que la gran N considera que aquí importan poco y nada y leeremos poco y nada) y Upload, la serie que acaba de estrenarse en Amazon Prime Video y que muchos consideran su real nueva serie, su nuevo template de comedia humanista pero también saturada de cinismo y, valga destacar la nota, de nihilismo. Daniels crea en Upload un universo que duele, pero que duele por su inteligencia de diseño y un poco por la oportunidad que se escurre entre los dedos.
Upload tiene lugar en el año 2033. Y lo que vamos a ver es la forma en que el más allá, la vida después de la muerte, se ha convertido en un negocio. Un literal negocio: cuando alguien muere, si tiene dinero, puede subir su conciencia a un cielo/app, cuya calidad depende, claro, del dinero disponible en sus arcas o en las arcas familiares. Así como se puede finalizar en un cielo cinco estrellas, se puede ir a uno de dos. Y también muchos eligen la muerte frente a este estiramiento de la vida (que debería ser una etapa intermedia entre la muerte y volver a un cuerpo humano). A partir de esa compleja premisa, Daniels va contando desde un nuevo muerto ese mundo, esa app, y el afuera, el servicio de asistencia terrenal (al estilo de u na operadora de ayuda telefónica). En sus primeros episodios es cuando mejor patea en la humanidad, sobre todo en estos días: los cuestionamientos de clase van a los rincones más remotos de nuestra comodidad y crean un pequeño infierno, que duele más por posible que todo lo contrario. Esa es aquí su mejor comedia: lacerar desde el filo de un arma creada por el capitalismo descarado, que hoy tiene forma de
Pokémon Go y compras internas en un videogame pero que en el futuro puede extender esa dinámica (al menos esa idea del dinero como control literal y pleno de una conciencia). No es tanto la denuncia, o el aviso, lo que funciona como fulgor y como brillo: es su capacidad quirúrgica de ser comedia, patada de la cintura para abajo y rayos X. Tan feroz es ese comienzo que el problema se da cuando le pone corazón: ese es su estilo, su firma y su milagro, pero aquí el universo creado termina siendo más feroz que la fábula del corazón, de la redención (o no), y ahí es donde se tropieza. Pero antes de eso, Daniels da pasos de siete leguas y dice más sobre nosotros, hoy y mañana, que esos cientos de noticias orientadas nada más que a llevarnos a su sitio.