Perfil (Domingo)

Macri-Cristina vs. Larreta-Fernández

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Macri le está haciendo un gran aporte a este presente tan incierto: no aparece. No le cuesta demasiado, teniendo en cuenta que ya desde el 11 de diciembre casi nadie sabía de él, a pesar de que el núcleo duro del PRO se enoje por su ausencia.

Cristina también hace su aporte, aunque a ella le cuesta más, debido a su natural impronta ejecutiva.

Ellos siguen siendo los líderes de dos espacios irreconcil­iables de la Argentina agrietada. En su momento, entre unos y otros representa­ban casi al 100% de la población. Es probable que hoy represente­n solo a una parte de aquella mayoría abrumadora.

GUSTAVO GONZáLEZ

Ayer vs. hoy. Como líderes que no ejercen en plenitud el poder, abrieron una puerta para que otros puedan crecer políticame­nte. Para los demás es una oportunida­d, pero también es un problema.

Macri no se mete en la gestión de quien hoy es el mayor referente de la oposición, Horacio Rodríguez Larreta. Hablan cuando este lo llama, y no lo llama todas las semanas.

Cristina se mete mucho menos en la gestión de Alberto Fernández de lo que su impulso le dicta, aunque más de lo que algunos albertista­s desearían.

En el macrismo se preguntan qué querrá hacer su líder. Piensan que su estrategia es separarse de los manejos de esta pandemia (él cree que el Gobierno descuida la economía con una mirada excesivame­nte epidemioló­gica), para regresar como candidato en 2021 solo si la necesidad de fueros se lo requiriera.

En el cristinism­o también se preguntan qué querrá hacer su líder. Incluso algunos ya se atreven a insinuar si no fue un error haber cedido la presidenci­a. Pero la mayoría cree que el aporte de ella es generoso y es el correcto: “Para el 2021 falta mucho, ya habrá tiempo de volver a pelearnos por los cargos”.

Hoy las encuestas les indicarían a ambos no confiar demasiado en el futuro. En las últimas semanas se conocieron seis en las que el denominado­r común es la alta imagen positiva, no de los líderes del oficialism­o y la oposición, sino de las dos personas que más protagonis­mo tienen en la actualidad: el Presidente y el jefe de Gobierno porteño.

El primero conserva una imagen positiva en torno al 70%, y el segundo, un promedio de 10 puntos menos.

Mientras que la imagen positiva de Macri apenas supera el 30%, y la de Cristina, el 40%. Nada desdeñable en ningún caso, salvo porque sus imágenes negativas también aparecen altas (entre el 50% y el 60%).

Lo que también surge de los sondeos es que tanto Fernández como Larreta recogen adhesiones desde los sectores sociales que no los votaron.

Macri desprecia a Cristina y ella lo detesta a él. Tienen sentimient­os parecidos a los que sus seguidores sienten por los seguidores del otro.

Un peronista histórico, amigo de CFK, lo explica así: “Ni ella ni Macri lograron superar la grieta. Puede que para él sea una decisión estratégic­a. Pero para ella es una herida muy fuerte producto de lo que está segura de que fue una persecució­n de la mesa judicial de Cambiemos”.

En cambio, Fernández y Larreta se estiman. Se conocen desde hace años de la política porteña, donde el peronismo para el primero es su hogar y para el segundo fue su primer hogar. Desde que Alberto llegó a la Casa Rosada con su equipo, el cristinism­o le achaca que parece un gobierno conducido por el peronismo porteño. Se podría decir que entre ellos tienen mejor sintonía de la que mantienen con miembros de sus respectiva­s alianzas. Su lazo natural de comunicaci­ón es el ministro del Interior, Wado de Pedro, pero es habitual que se mensajeen en forma directa.

De ahí hacia abajo, armaron una estructura de relacionam­iento bien definida. Cada uno aporta ocho funcionari­os claves en esa construcci­ón política y ejecutiva: el vicejefe Santilli interactúa con el secretario general Vitobello; el jefe de Gabinete, Miguel, con su colega Cafiero; los ministros de Salud, Quirós y González García, se mueven en dupla; el secretario general Straface, con el secretario de Asuntos Estratégic­os, Beliz; el secretario de Transporte, Méndez, con el ministro del área, Meoni; la ministra de Educación, Acuña, con su par Trotta; la ministra de Desarrollo

Humano, Migliore, con su colega Arroyo, así como los voceros Coelho y Biondi.

Estos 16 funcionari­os tienen algo en común: no están atravesado­s por la grieta. El 17º es De Pedro, el camporista que sí lo estaba, pero que profundizó un costado dialoguist­a que lo acercó a Alberto y a líderes opositores.

Modos. La semana terminó con intendente­s del Conurbano que criticaron fuertement­e la flexibiliz­ación de la cuarentena en la ciudad de Buenos Aires. La respuesta no provino del jefe porteño sino del Presidente, que el viernes les respondió con una foto cordial estilo reunión de trabajo en la que se mostraba en primer plano con Larreta y con Santilli.

Junto al jefe de Estado califican de normal que una mayoría se identifiqu­e con quienes tienen un rol ejecutivo en el manejo de esta crisis. Creen que “la gente no está ahora para pensar en rencillas políticas” y, además, que “Alberto y Horacio son quienes mejor representa­n la antigrieta”.

Aclaran que entre el Presidente y Cristina no hay diferencia­s de fondo sino de modos, “pero los modos también son símbolos de esa antigrieta”.

Hay momentos bisagra en la historia que ayudan a exponer y consolidar tendencias subyacente­s. Una manifestac­ión popular un 17 de octubre de 1945, la derrota de una guerra en el Sur o la salida traumática de un sistema monetario de cambio fijo. La pandemia del coronaviru­s naturaliza el rol del diálogo y la búsqueda de consensos. La grieta se construía con relatos más simples, pasionales, míticos y, por ende, dogmáticos. El combate contra la pandemia obliga inevitable­mente a la búsqueda de la mayor racionalid­ad posible, comprobaci­ones empíricas, análisis de resultados, capacidad de cambio y altas dosis de pragmatism­o.

La transición de la grieta a la antigrieta venía de antes y es la que percibió Cristina cuando entendió que necesitaba un candidato que representa­ra mejor que ella ese cambio.

Fernández y Larreta no son las causas de este nuevo tiempo. Son sus consecuenc­ias.

La pandemia es el laboratori­o en el que se está probando si este clima antigrieta representa a una nueva mayoría social capaz de construir nuevas alianzas políticas y que sea la base para un estilo de gobernanza más predecible.

Cambio. Así como cerca de Cristina hay quienes se preguntan si no fue un error haber cedido la presidenci­a, en el entorno de Macri lo muestran dudando de si no fue un error haber llegado a presidente “en un país que no estaba preparado para los cambios que había que hacer”. No son errores, ni de Cristina ni de Macri. Los políticos son herramient­as de la historia y no sujetos que manejan los tiempos históricos como si pudieran controlarl­os.

Cada uno en su momento reflejó bien alianzas sociales circunstan­cialmente mayoritari­as, hijas de un tiempo en el que el enfrentami­ento social era la norma, y la grieta, su marca registrada.

No se trata entonces de que Alberto Fernández y Horacio Rodríguez Larreta lo estén haciendo bien. O no solo de eso. Se trata de que son la representa­ción que exige este nuevo clima social.

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ANTIGRIETA. Larreta y Fernández aparecen con altas imágenes positivas en las encuestas, frente a las negativas que conservan Macri y Cristina. Que por ahora estos los dejen hacer es un aporte al sistema.
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