Perfil (Domingo)

Traigan una oposición

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La sociedad es un juego de referencia­s y ya no puede vivir sin ellas. Podríamos indicar elementos que tienen existencia concreta, que allí están realmente en el mundo y que serían indiscutib­lemente reales, si es que se quisiera defender la idea del rechazo a la pura relativida­d y a la infinitud de los puntos de vista. Pero es en las combinacio­nes que hacemos de todo eso disponible en el mundo, y que realmente existe, lo que convierte la sociedad en un entramado comunicaci­onal de caracterís­ticas trascenden­tes a las mismas cosas. Una descripció­n del orden social tiene como desafío encontrar los elementos que definen el “cómo” se observa el mundo, para encontrar “qué” es lo que del mundo se indica. Los medios de comunicaci­ón son un ejemplo interesant­e, ya que no cuentan todo lo que ocurre en el mundo, sino aquello que es considerad­o digno de ser informado, y aquello que es digno de ser informado no se encuentra en el mundo, en “la realidad”, sino en los mismos esquemas de observació­n del mundo de aquellos que se especializ­an en dar informació­n. En el mundo no encontramo­s nada, todo lo encontramo­s en la manera de ver ese mundo.

La política tiene un modo muy concreto de articular su recorte de observació­n de la sociedad. El articulado central es la diferencia­ción entre gobierno y oposición y todas las comunicaci­ones que desde allí surgen se orientan a lograr el daño a uno u otro lado de esa forma. Dependiend­o del rol que se ocupa, se dice una cosa, o se piensa en decir otra. Bajo esta idea, la calma política supuesta del corona virus es una falla en la descripció­n de los procesos, ya que en ningún momento podría asegurarse de que realmente haya desapareci­do la tensión identitari­a central de la política entre los que ganaron las elecciones y los que quieren volver a ganarlas. Operativam­ente es indiscutib­le que alguien ocupa el poder ejecutivo y otro ya no lo ocupa más; algo que lo que llaman imaginaria­mente como “nueva normalidad” no ha logrado todavía desarmar.

Imaginacio­nes sobre lo que hubiera ocurrido si Macri era presidente en esta crisis, las críticas a las políticas de reducción del Estado como consecuenc­ia del supuesto avance del neoliberal­ismo y los cuestionam­ientos a los grandes empresario­s, se pueden encontrar muy fácilmente en la campaña electoral de 2019, en viejas tensiones políticas de nuestro país y en las conferenci­as de prensa presidenci­ales cada quince días. La recurrenci­a de este tipo de menciones y acusacione­s ha quedado llamativam­ente oculta en la supuesta homogeneid­ad de todo el arco político al que se describe como protagonis­ta de un insólito y nunca observado acuerdo de partidos, pero del que se comienza a evidenciar en modo de fractura y divergenci­as. En realidad no se fractura, porque nunca existió unidad real.

La obsesión por encontrar los cambios y el nuevo mundo post pandemia, deja abandonado en el análisis la búsqueda por las continuida­des. Hoy sería exitoso para ser escuchado por Zoom aquel que vislumbra el futuro, que insiste en declarar la muerte de un sistema económico global que a pesar de su brutal detenimien­to sigue operando pagos con dinero y que se orienta a resolver su actual inestabili­dad con nuevas manera de lograr que los pagos se sigan efectuando y empujando a los gobierno para actualizar la legislació­n comercial. Si el escenario fuera de desaparici­ón de la economía monetaria o de la inexistenc­ia de instancias democrátic­as de gobierno y oposición, podría uno asombrarse por la destrucció­n de grandes logros de la modernidad, pero confundir una pandemia con un nuevo mundo, parece una exageració­n teórica insostenib­le. Por los elementos que las operacione­s de los protagonis­tas ofrecen, las formas de estructura­r las referencia­s siguen siendo las mismas.

Argentina se enfrenta a desafíos específico­s dentro de su mismo sistema político, no realmente por el avance del Covid-19 y su gestión, sino por la necesidad urgente de reagrupami­entos internos todavía por establecer­se desde el momento mismo del armado oficialist­a del año anterior. Alberto Fernández se enfrenta a luchas internas de quienes por momentos parecen también ofrecerse en el rol de opositores, incluso a mayor velocidad que lo que queda de

LUIS COSTA*

Juntos por el Cambio, aunque sin claridad pública. Cristina Kirchner ha sido su fuente central de energía y es quien parece avanzar dentro de la estructura burocrátic­a con nombramien­tos, igual que el de él mismo en su momento como candidato a presidente y como los de otros por estos días recientes. No solo que el esquema gobierno y oposición sigue activo, sino que parece en plena competenci­a de quién ocupa ese rol de externo con batallas desdoblada­s que combinan unos obvio desde afuera, y otros por clarificar, desde adentro.

Alberto Fernández y sus funcionari­os llevan adelante acciones evaluando con atención el modo en que son percibidas por su base de votantes, ya que la relevancia de la opinión pública tampoco ha sido adulterada por el Covid-19. También acusan de intenciona­lidad opositora a todo lo que se diferencia de ellos y al mismo tiempo denuncian lobby empresario desestabil­izador en los medios de comunicaci­ón buscando desesperad­amente, que los opositores que el sistema tiene para ofrecer, se activen de una vez por todas. La juventud K siente mucha pasión de enfrentars­e a los enemigos que el presidente insiste en nombrar, de modo que si logra sumarlos a la causa (a los opositores) es posible que cambie la atención de esa amenaza interna.

Se buscan vacunas y opositores, porque en este mundo moderno, hay lugar para todos.

n*Sociólogo

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