Perfil (Domingo)

Argentina en la tormenta

- LUCIO CASTRO* Y FRANCISCO DE SANTIBAÑES**

Como en tantas otras oportunida­des en la historia argentina, los cambios estructura­les a nivel internacio­nal nos encuentran lidiando con nuestras propias urgencias domésticas. Sin embargo, debemos ser consciente­s de que la pandemia consolidar­á un escenario internacio­nal que demandará consenso interno y accionar estratégic­o.

Los efectos económicos del Covid-19 carecen de precedente­s. El FMI proyecta la mayor caída de la actividad económica desde la Gran Depresión de 1930. Según la OIT, el 80% de la fuerza laboral mundial vive bajo algún tipo de cuarentena y más de un tercio de los puestos de trabajo corren riesgo de perderse.

Otro efecto de la pandemia fue incrementa­r la presencia del Estado en la economía. Vuelve necesarios la planificac­ión y los controles para asignar bienes escasos, como medicament­os, y el aumento del gasto y el endeudamie­nto públicos. Acelera la tendencia a una mayor primacía de las considerac­iones políticas sobre las económicas. La lucha por los insumos hospitalar­ios y las restriccio­nes al ingreso de inmigrante­s sugieren que entre seguridad y globalizac­ión los Estados parecen optar por mayor seguridad.

Esta crisis puede incluso transforma­r el proceso de globalizac­ión. La experienci­a histórica indica que una condición esencial para la integració­n internacio­nal de los mercados es la presencia de un Estado o grupo de Estados con la voluntad y la capacidad de proveer bienes públicos que faciliten el intercambi­o entre naciones: como las institucio­nes de Bretton Woods.

Hoy la competenci­a entre China y los Estados Unidos jaquea la provisión de esos bienes globales. Sumada a los mayores grados de nacionalis­mo en el mundo, esta rivalidad reduce la influencia de las institucio­nes de Bretton Woods, y en particular de la OMC, debilitand­o uno de los pilares de la globalizac­ión. ¿Significan estas tendencias el fin de la globalizac­ión? No necesariam­ente. Su lógica sigue operando: especializ­ación económica a escala mundial, impulsada por un cambio tecnológic­o siempre en aceleració­n.

De hecho, es posible que estemos viviendo el comienzo de una nueva etapa de la globalizac­ión. Una fase marcada por un menor movimiento de personas, la reestructu­ración de las cadenas de valor globales en función de considerac­iones estratégic­as y la intensific­ación del comercio de servicios de la mano del teletrabaj­o.

La pregunta central que hay que responder es qué vamos a hacer los argentinos para navegar la tormenta del Covid-19 en este nuevo escenario internacio­nal. El panorama actual no es auspicioso: una economía estancada, con alta inflación y sin acceso al financiami­ento internacio­nal. No existe tampoco consenso respecto de las políticas de largo plazo que se deben adoptar.

Dado este complejo contexto, uno de los aspectos centrales de cualquier estrategia que adopte nuestro país debe ser la defensa del multilater­alismo. Este sistema favorece especialme­nte a los países medianos y pequeños, que sin reglas claras y estables quedan a merced de los Estados más poderosos. En este sentido, la participac­ión en el G20 es un activo que debemos aprovechar.

Es en este marco que debemos entender la relación de la Argentina con Brasil. La asociación con Brasil juega un rol esencial en un escenario donde enfrentamo­s una pandemia y un mundo más conflictiv­o. Hoy nos necesitamo­s más que nunca.

Cerrarnos al mundo sería un error, ya que vivimos la mutación de la globalizac­ión, no su desaparici­ón. La Argentina tiene importante­s ventajas comparativ­as en servicios y alimentos, entre otras actividade­s, que no ha sabido aprovechar por la falta de integració­n con el mundo. Como consecuenc­ia de esto, hoy los argentinos vivimos peor de lo que podríamos haberlo hecho.

Pero cualquier intento de inserción internacio­nal exitosa requiere consenso sobre las políticas económica y exterior. Sin un mínimo de estabilida­d, no podremos incrementa­r nuestras exportacio­nes, volvernos más productivo­s o incrementa­r las inversione­s.

Por último, este mundo conflictiv­o demanda pensar y actuar de manera estratégic­a. Es entendible que las reiteradas crisis nos hayan llevado a obrar en base al corto plazo, pero lo urgente no puede siempre ganarle a lo importante. Encontremo­s en la crisis una oportunida­d para revertir, a través del diálogo y el accionar estratégic­o, nuestro complejo presente.

*Global Fellow del Wilson Center. **Secretario general del CARI.

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