“A Cristina Kirchner tampoco le gustaría un default”
El ex candidato a vicepresidente de Macri cree que el acuerdo con los bonistas puede permitirle a Fernández rehacer su gobierno. Critica el costado “malvinero” en la comunicación oficial sobre la pandemia, y dice que el Ejecutivo funciona por ensayo y error. Macri, la reforma judicial, Máximo y CFK. El futuro de Rodríguez Larreta y el pragmatismo de Sergio Massa.
—¿Cambia el coronavirus el escenario de las elecciones de medio turno de 2021?
—Difícil saberlo. No solamente por el acontecimiento de la pandemia, sino también por sus efectos económicos. Es un escenario que está abierto tanto para el Gobierno como para la oposición. El Gobierno tiene dos temas importantes: salir de la pandemia razonablemente y empezar a reabrir la economía en algún momento con protocolo, con todos los elementos de cuidado pero salir. No puede quedarse mucho tiempo más dentro de la cuarentena. Y el otro tema es el acuerdo con los bonistas y acreedores de la deuda argentina con emisión en Nueva York. Es un tema sustancial con el que Alberto Fernández puede rehacer su gobierno. Si no lo hace, si no salimos a tiempo, si no reconstruimos rápido el proceso económico y si no acordamos con los acreedores en un marco de razonabilidad para la Argentina, las dificultades del Gobierno en el terreno de la economía van a ser más graves. Y puede tener una incidencia negativa. Siempre el voto de medio tiempo es una evaluación del Gobierno. Hoy estamos a años luz de la elección, pero creo que los factores que van a gravitar en un proceso electoral de medio tiempo son fundamentalmente la economía y qué quedó en la memoria histórica de la gente con el tema de la pandemia. Cómo el Gobierno trató el tema, cómo lo sobrellevó y cómo salió de la cuarentena. Cómo lo hizo en relación a poner en marcha la economía. Me parece que estos son los grandes temas que van a estar quizás en el centro del debate, más algunas cuestiones que el Gobierno trae a la agenda como el tema de reforma judicial sobre la que deberemos ver los motivos.
“Horacio Rodríguez Larreta puede ser una figura de gran centralidad de cara al futuro.”
—Si Alberto Fernández sale razonablemente bien parado de la renegociación de la deuda y de la salida del coronavirus, ¿modifica el balance interno por lo menos dentro de la coalición gobernante?
—También eso está en evolución. Vamos a ver con el tiempo cómo se estabiliza esa situación. Es indudable que la pandemia le dio una agenda al Gobierno y una centralidad al presidente. Una centralidad excluyente, porque los otros dos poderes optaron por entrar en un proceso de cuarentena, de cuidado de su gente. No voy a criticarlos pero es una realidad. El Poder Ejecutivo cubrió todo. Se reunió con intendentes, sindicalistas, médicos, epidemiólogos, especialistas. Le faltó equilibrio más por el lado económico. Debiera haber armado una mesa también de notables para poder abordar la temática económica contemporáneamente a la pandemia. Pero de todas maneras, hubo una centralidad de Alberto Fernández, que creció. Es un dato de las encuestas. Hay una gran volatilidad y lo que hoy es exitoso. Mañana puede no serlo. Como indicador, me parece que el poder está más equilibrado, aún cuando se nota un avance de la vicepresidenta en áreas claves del Gobierno.
—¿Alberto Fernández pudo armar la mesa de pandemiólogos, de sindicalistas y no la de economistas porque quizás ahí no logre consenso dentro de la coalición que tiene con el kirchnerismo?
—Es indudable que supeditó la presentación de un plan económico y de un presupuesto incluso al arreglo con los acreedores o a la decisión final que se tome en ese plano de la deuda. Me parece que se perdió tiempo. Podría haber tenido el aporte de gente muy muy importante de la economía argentina. Le hiciste un reportaje excelente a Pablo Gerchunoff quien tiene una mirada desarrollista muy interesante de la experiencia histórica que podría haber sido un aporte muy importante en esta etapa de pandemia y de crisis económica. Conjuntamente con la pandemia, también empezó el proceso de cierre de las actividades que genera problemas financieros,
“Un escenario de default sería grave para la Argentina.”
económicos, pérdida de empleo, baja de salarios, entre otras cosas. Todo esto está ocurriendo o se está desarrollando, algunas medidas del Gobierno llegaron tarde, otras están tratando de llegar, como la de las ayuda de los dos salarios mínimos, que tampoco resuelve la cuestión de fondo. Se va a resolver si la actividad comienza a moverse y las empresas se recuperan procesos y se pueden acomodar también en las deudas contraídas en esta etapa.
—Pablo Gerchunoff conjeturó que Alberto Fernández podría no tener el ministro de Economía que quisiera porque su línea económica está mucho más al centro que la Cristina Kirchner.
—Este debate se tiene que saldar de alguna manera, porque el rumbo de la Argentina sino va a estar al garete. Si no hay una definición de hacia dónde vamos es muy difícil. Si ese debate interno no se salda, vamos a tener problemas en la política internacional, además de los de la economía. Si vamos a un esquema de cierre y de aislamiento de la Argentina como definición de política económica, estamos perdidos. No podría cumplirse la teoría de Gerchunoff de que nos podemos salvar mediante una gran tarea exportadora o revolución exportadora, en el que la agroindustria, todo lo que la Argentina produce para exportar, tenga mercado. Un país que se abra al mundo y consolide el acuerdo con la UE, rumbo iniciado por Mauricio Macri. La relación con Brasil se encuentra en un estado peligroso de anomia. No hubo ni siquiera diálogo per
sonal entre los presidentes. A eso suma el hecho fatal que es haberse corrido de la negociación con Corea, que es de una gravedad extraordinaria. Después se rectificó, el Gobierno funciona con ensayo y error. No sabemos todavía por qué no fue Alberto Fernández a Uruguay a la asunción de Luis Lacalle Pou. Es probable que haya tenido una fuerte presión para no sacarse fotos con los líderes de la derecha. Ideologizar la relación exterior.
—Para simplificarlo, hay tres grandes posibilidades: que esa interna termine siendo favorable a la posición más moderada que representa Alberto Fernández, a la más radicalizada que representa el kirchnerismo o a una confluencia de equilibrio entre estas dos.
—La más probable es la del punto de equilibrio, la tercera. Me parece que las definiciones y orientaciones económicas y de política internacional tienen que ser altamente racionales. Hay que salir de la emocionalidad, salir del mundo oscuro al cual nos puede llevar el aislamiento y tener una visión pragmática. Que primen los intereses nacionales. Si me preguntás si la ex presidenta quiere o no arreglar con los fondos, mi respuesta sería que quiere. No la veo en una actitud rupturista de camino al default. Fue una experiencia que vivió negativamente. Fue el origen de una relación compleja con Estados Unidos. Después de la cumbre de Mar del Plata, Estados Unidos tuvo un trato para la Argentina también desaprensivo. Nunca se le encontró la vuelta a esa relación. A Cristina tampoco le gustaría un default. Un escenario de default respecto a la deuda sería grave para el país: aumentaría la inflación y le quitaría al sector privado la posibilidad de financiamiento. Argentina quedaría nuevamente como un paria, en un mundo donde puede haber liquidez y puede haber incluso operativos salvatajes para los países que están dentro del sistema, no para los países que están volando en una estratosfera totalmente distinta con un default.
—¿Cristina no es tan radical como se muestra?
—Hay un tema en ella que perturba el escenario que es el judicial, indudablemente. En la economía parece que tiene una visión más razonable. El otro día escuché los discursos, tanto de Máximo Kirchner como de José Mayans, y son muy radicalizados. No creo que ella comparta eso, la verdad no lo veo eso.
—¿Ella está más al centro que Máximo?
—No. Pero veo que no le conviene. No le conviene una debacle económica, ni a ella ni al presidente. Al presidente, porque puede a partir de allí, del acuerdo, reconfigurar su gobierno, equilibrar los factores de poder y fundamentalmente ponerse a construir una política económica que hasta ahora no tuvo. También definir un rumbo también y definir una política internacional que no tuvo. La verdad lo que tuvo son todos traspié, aislamientos, actitudes realmente casi muy complicadas, errores que no se explican en un hombre experimentado. Alberto Fernández tiene la experiencia como saber que no hacer referencias a terceros países, es el ABC de la política internacional. Nunca hay que opinar con nombre y
“Se nota un avance de la vicepresidenta en áreas claves del Gobierno.”
apellido y poner de ejemplo a otros países para sobrevalorar el accionar propio, en un tema como este donde nadie sabe adónde va. Después de cuarenta días nos dijeron que tenemos que usar tapabocas... Lo que quiero decir, e incluso la OMS está diciendo que hay que aumentar los anticuerpos dentro de la sociedad. Eso implica afirmar que hay que convivir con el virus.
—Gerchunoff también dijo que a quien menos le convendría el default es a Alberto Fernández, porque impulsaría el ala más radical dentro de la coalición de gobierno.
—Sí, pero tendría un impacto devastador sobre la propia coalición e impactaría también a la vicepresidenta. Y no. Es cierto que tampoco se puede escindir de todo eso la tarea parlamentaria. La vicepresidenta aparece como una reserva de valor para el Gobierno, pero no creo que no pueda sufrir los efectos negativos y devastadores de un default. Pero coincido que menos le conviene un default al presidente que sí con esa herramienta y un avance razonable en esta pandemia que por ahora se da en la Argentina. Si analizamos la estadísticas vemos que las camas de terapia intensiva tienen un uso de un 30%, que los sanatorios y hospitales privados y clínicas privadas están todas fundidas porque no atienden ninguna otra dolencia y tienen las terapias intensivas vacías. Vemos que los muertos no son tantos, si los comparamos con la estadística de muertos de neumonía en la Argentina anualmente o con las muertes por otras enfermedades. En el total país la estadística es realmente ínfima, salvo algunos bolsones que ahora empezaron a desatarse, que son lugares frágiles de hacinamiento que es el problema de las grandes urbes. En el conurbano o en las villas de la capital puede haber un problema que hay que abordar con mucho testeo, con mucho control médico y que hay que tratar de resolverlo.
—Cuando Néstor Kirchner se reunió en EE.UU. por primera vez con George Bush hijo, le dijo: “No preste atención a lo que decimos, sino preste atención a lo que hacemos. Nosotros somos peronistas”. En ese punto, ¿Cristina Kirchner también es peronista?
—La de Néstor fue una foto célebre. Para analizar los hechos del presente hay que mirar un poco la historia. Y analizado el proceso final del Gobierno de la ex presidenta, en realidad el 2015, hubo momentos en que la política iba dirigida a la resolución de todos los problemas de deuda externa que tenía el país. Habían arreglado el Club de París, arreglaron el conflicto con Repsol, había arreglado, salvo en el empecinamiento que hubo frente a un tema que estaba arreglado que era el de los holdouts en Nueva York. Los bancos argentinos habían colaborado en un acuerdo junto con el presidente del Banco Central. Ahí hubo un clic. Se levantó ese discurso emocional de la fragata, que el de los buitres. Eso me parece que siempre fue el peor escenario del peronismo: lo emocional por encima de lo racional. Me parece que esa experiencia le sirvió. Fijate que si ella hubiera resuelto holdouts hubiera pasado en la historia como la que ordenó el proceso del endeudamiento eterno en la coyuntura que vivió en la Argentina y bajó la ratio en relación al PBI de deuda, y sin embargo ahí quedó anclada en la retórica y en la imposibilidad de haber flexibilizado y haber buscado el acuerdo. Después lo tuvo que hacer Mauricio Macri, esa resolución, porque sino las ejecuciones venían y esto también es peligroso El análisis del no acuerdo y de ir al default, el camino judicial para los bonistas está mucho más asfaltado. Estuve en Nueva York en abril del año pasado y el fallo Griesa incide en lo que piensa la Corte Suprema.
El fallo Griesa asfalta el camino y convierte a los títulos que tienen los bonistas en prácticamente un título ejecutable con una celeridad en la corte de Nueva York. Ya no se va a discutir cuatro años la competencia, si corresponde o no corresponde, porque el título fue emitido en moneda extranjera en Nueva York.
—¿Iba en un camino económico de acuerdo pero lo emocional torció su rumbo?
—Algo se rompió porque el acuerdo estaba muy cerca y venía abonado por un camino de acuerdos previos: Club de París, Repsol. Si iba hacia una normalización de la Argentina
“Si me llamara Alberto para colaborar, lo hablaría con Mauricio Macri.”
en términos de algunos hechos que habían sido unilaterales como la expropiación de YPF. Pero algo se rompió.
—¿Hay una Cristina sensata que por momento se pierde en su emocionalidad?
—Hay un discurso para los propios. Incluso cuando uno analiza lo que dice de Martín Guzmán o el propio presidente: “Vamos a pagar lo que podemos”, “Vamos a hacer firmar a todos los gobernadores para demostrar que la Argentina está unida.” Casi una unión malvinera que afirma tenemos que estar todos juntos. Y la verdad que a Wall Street y a los bonistas eso le importa muy poco. Lo que importa es que la propuesta se acerque de manera razonable a la mitad del título, 49/50 y que haya algún incentivo y buscar allí la posibilidad de que Argentina tenga plazos, y paralelamente haga un acuerdo con el Fondo Monetario para poder tener el tiempo necesario para acomodar la economía interna y empezar de nuevo a producir, a exportar y a tener divisas.
—Hablás despectivamente del discurso malvinero.
—Ese discurso se usó también ahora con el coronavirus en algunas propagandas atroces como la de YPF, como la de la AFA, que me parecen realmente patéticas...
—¿Esa emocionalidad es hecha para la tribuna o realmente CFK siente ese estado de emoción?
—Ellos tienen que satisfacer siempre el discurso hacia adentro, hacia el propio sector. A esos sectores de la izquierda argentina radicalizada, que ellos impulsaron en cierta medida a que el gobierno de la provincia de Buenos Aires a soltara casi dos mil presos. Ahí está el Comité de la Memoria. Tienen que contener esas visiones. Si van a acordar tienen que hacer un esfuerzo razonable, pero deben generar el escenario de disputa, tienen que hacerle saber a los argentinos que ganaron. La verdad es que acá no gana ni pierde nadie. La Argentina pierde si vamos al default. Me parece que no nos van a doblar la mano. No sirven los discursos y la retórica. Se enfoca el tema desde emocionalidades que no le sirven al país. Siempre que pasó eso la Argentina perdió. Siempre que prima el esquema emocional casi futbolero y la gente empieza a gritar “Argentina, Argentina”, cometemos los peores desatinos.
—¿Pero son mensajes que se hacen para la tribuna?
—Responden a una demanda interna a la que habría que encontrarle una justificación discursiva. Pasa lo mismo cuando dicen de que la deuda externa es producto de Mauricio Macri. Pero la deuda externa es un proceso de acumulación que tiene una parte en los últimos cuatro años que son aproximadamente 80 mil millones que sí fueron contraídos por Macri. El resto es un proceso de devolución, de pago de intereses, que también Macri tuvo que afrontar y pagar.
—¿Con los años CFK aprendió a controlar su emociones maximizando su interés?
—Todos con los años aprendemos a controlar las emociones. Me parece que el paso del tiempo nos va dando más equilibrio o una mirada diferente, empezamos a relativizar algunas cosas. Tenemos