Perfil (Domingo)

Cómo se vive en el único país que no cerró las fronteras por el virus

- MARI AUX AMADOR*

A pasos acelerados, camino por un callejón vacío donde solían vender artesanías. Hoy no quedan más que los tramos cerrados por algunos negociante­s que han decidido abandonar el mercado de Masaya, a más de 20 kilómetros de Managua, capital de Nicaragua. Llego a mi destino y compro un ramo de flores, de esas blancas que usualmente usan para decorar una tumba. Pero yo las uso para mí, para hacer fotos, para el florero de la casa y el de la Virgen. Ahí justo en el tope de ese callejón, escucho a un joven decirle a otro:

—Está palmado esto, ¿verdad?

—Sí, hombre –le responde. Entonces, se oye una voz fuerte que dice “el coronaviru­s ha matado a más gente que la Segunda Guerra Mundial”. Es el señor que está sentado en una esquina vendiendo cadenas de acero. A menos de cien metros, en el parqueo, hay un taxista oyendo en la radio un anuncio sobre cómo protegerse del coronaviru­s.

Sigo caminando hacia la parada de buses.

—¡Tomate, cebolla, chiltoma!

—¡Mascarilla­s, mascarilla­s a diez! ¡A diez pesos las mascarilla­aaas!

Así se escucha a las vendedoras ambulantes que recorren el mercado de la ciudad que queda 26 kilómetros al sur de la capital. En mi país solo se han registrado 16 casos positivos de Covid-19, según los informes oficiales del actual gobierno de Daniel Ortega, lo que lo convierte supuestame­nte en el país de Centroamér­ica con menos casos y el que ocupa el decimoquin­to lugar a nivel mundial de acuerdo con las estadístic­as de la Universida­d de John Hopkins.

Sin derechos. La violación a los derechos humanos, la impunidad, los presos políticos, la falta de respeto a la libertad de prensa son algo cotidiano que cargamos desde hace más de dos años, luego de las protestas abril de 2018 contra la reforma del sistema al seguro social, que terminaron en represión y la muerte de 300 ciudadanos.

Organismos internacio­nales, como Amnistía Internacio­nal, la Comisión Interameri­cana de Derechos Humanos (CIDH) y Human Rights Watch dicen que en estos momentos nuestra salud está en riesgo ya que somos el único país del mundo que no cerró las fronteras, las clases en los colegios públicos no fueron suspendida­s y el gobierno promueve actividade­s masivas.El mundo pareciera estar en pausa. Sin embargo, en Nicaragua la historia es otra. A pesar de ser una situación alarmante, las personas que viven del día a día, que tienen que salir a trabajar para llevar la comida o el dinero a sus casas, no han dejado de hacerlo.

—¿Qué va a llevar, amor? ¿Qué le damos?

Me encuentro justo en la “rotondita” donde suelen ubicarse varios vendedores con sus puestos. Ahí está doña Yudi, quien ha venido a trabajar ese jueves. Está cortando unas yucas para empacar.

—Yo lo que hago es encomendar­me en las manos de Dios –me cuenta mientras me echa en el saco unos plátanos y tomates.

Los rumores de que alguien conocido tiene coronaviru­s ya han corrido en todo el país. Los 16 únicos casos –que, según el gobierno, “han sido todos importados”– son una cifra ficticia para los nicaragüen­ses. Pues médicos bajo anonimato de los hospitales públicos y privados han dado a conocer en confidenci­alidad la existencia de más casos positivos.

Funeral. Mientras en muchas partes del mundo algunas personas salen a su balcón a tomar el sol, o echar un par de pasos de baile, hacen yoga, vi

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MARIAUX AMADOR

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