Perfil (Domingo)

Crónica de un regreso larguísimo desde Brasil

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Desde la ventana del hotel veo la cúpula iluminada del Palacio Barolo y me produce una sensación extraña. Pasé los últimos dos meses mirando por una ventana, pero lo que veía hasta hace un par de días era una verdulería sobre la calle São Clemente de Botafogo, en Rio de Janeiro, donde quedé varado en un departamen­to de alquiler temporario en plena crisis por el coronaviru­s. La ventana del escritorio daba justo a una entrada para autos que abría un hueco de visibilida­d entre los edificios que tapaban la calle al otro lado del pulmón de manzana. Lo único que llegaba a ver era ese local de venta de frutas, verduras y artículos básicos para la superviven­cia doméstica (hice

FACUNDO F. BARRIO

muchas compras ahí durante la cuarentena en Rio: solía haber menos gente que en el supermerca­do, menos posibilida­d de contagio). Cientas, miles de veces puse la mirada aburrida sobre ese local Hortifruti que creo que podré recordar por años. Y ahora veo la cúpula desde la ventana de la habitación del hotel donde me aislaron hace dos días, cuando llegué a Buenos Aires después de un viaje de 43 horas por aire y tierra desde Brasil, y también empiezo a asociarla a estos días odiosament­e memorables.

Domingo 26/4, Rio de Janeiro. Hoy decidí volver a la Argentina por mis propios medios.

Llegué a Rio de Janeiro hace dos meses por un proyecto laboral que iba a durar ese tiempo. Vine con una cantidad limitada de dinero y de días de alojamient­o. Poco después de mi viaje explotó la crisis sanitaria. El plan de trabajo quedó frustrado. El gobierno argentino cerró las fronteras diez días después de mi salida del país. Las aerolíneas cancelaron sus vuelos internacio­nales. Adelanté la fecha de mi pasaje de vuelta pero también fue suspendido. Desde el principio estuve anotado en la lista de espera del consulado argentino para los vuelos especiales de repatriaci­ón organizado­s por el gobierno, pero no llegué a entrar porque la prioridad era lógicament­e para la población de riesgo. Esperé a que agregaran

Estuve en lista de espera para los vuelos de repatriaci­ón desde Río de Janeiro, pero no llegué a entrar porque la prioridad era lógicament­e para la población de riesgo. más vuelos mientras hago cuarentena a voluntad (el gobierno brasileño de Jair Bolsonaro no cree en el aislamient­o social obligatori­o y Brasil ya tiene una de las tasas de contagio más altas del mundo). Pero los vuelos no aparecen y el dinero y el alojamient­o empiezan a terminarse.

Después de haber postergado la decisión durante semanas, finalmente me convencí de volver al país por mi cuenta y de la única forma posible: a través del cruce fronterizo de Uruguaiana - Paso de los Libres, a 2660 kilómetros de Rio de Janeiro y 680 kilómetros de Buenos Aires, único paso terrestre habilitado para regresar desde territorio brasileño mientras dure la pandemia. Viajar dos días por Brasil implica un riesgo de contagio evidente: el país va camino a convertirs­e en uno de los nuevos focos mundiales del Covid-19. Sólo tiene sentido hacerlo si las condicione­s de permanenci­a pueden volverse peores que el propio viaje. La perspectiv­a cada vez más cercana de endeudarme o incluso de quedarme sin casa y sin cobertura médica en una ciudad extranjera con su sistema de salud colapsado es una razón atendible para salir ahora de este país.

Para volver por tierra tengo que llegar primero a la ciudad brasileña de Uruguaiana, cruzar la frontera en el horario permitido de las ocho de la mañana a las cuatro de la tarde, pasar los controles sanitarios argentinos en Paso de los Libres y después viajar hasta Retiro en un servicio especial de ómnibus que paga el gobierno y que sale una vez por día. Para quienes no pudimos entrar a los vuelos de repatriaci­ón, el consulado en Rio recomienda tomar un ómnibus desde acá hasta Uruguaiana y luego seguir el trayecto hasta Buenos Aires: casi cincuenta horas totales de ruta más el tiempo

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CEDOC PERFIL
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