La perfecta torpeza como lupa para mirar el futuro
Future Man es una de esas series, juguetes casi, que demuestran las pasiones de un recorte generacional y con una compartida educación sentimental. Al menos así la concibieron como padrinos financieros antes que creativos nombres como Seth Rogen y Evan Goldberg, que también hicieron serie su adorado cómic Preacher (mostrando así su linaje como niños de los años 90). La clave aquí es la distopía y el desplazamiento temporal, con tres personajes principales en modo Tom y Jerry a lo largo de la historia (perseguidos por policías temporales) y causando efectos mariposa en cada rincón del espaciotiempo que pisan.
La serie ha logrado ser una especie de prensado de cosas que fascinan y pueden entorpecer por igual: el oscilar entre la idiocracia del futuro (y su saturación de lo inhumano representada en un show a muerte que conduce un personaje interpretado por Seth Rogen) y la aventura inteligente (a la hora de saltar aros narrativos) al aire libre le dan un cuerpo de clase B, de travesura millonaria de medianoche hecha a partir de una franquicia cuasi olvidada y convirtiendo en sistema nervioso el relajo mercachifle de otras eras y otras formas de contar el futuro. Es ese aspecto crudo, más feroz, el que permite que el show deje surcos menos elegantes pero más felices, que marque su ascendencia y sus ganas de no irse más allá de los límites precarios de la misma.
La ausencia de demasiada producción, de millones en sets, permite que sobresalga, por necesidad, otro acierto: la comedia entre personajes, cruzar Los tres chiflados
con Bill y Ted, y con Beavis & Butthead. La fórmula “error que altera la historia y debemos reparar” funciona precisamente como perfecto cuadrante para el modo comedia mentecata (con Josh Hutcherson luciéndose como punching bag de cientos de bromas para con su personaje). Es más, su mejor acierto es la comedia casi ensañada con ser cruel con sus personajes, con generar una situación caricaturesca que los lleva más allá de la humillación. Podría ser repetitivo pero, otra vez como Tom y Jerry, la inventiva que aparece en cada recreación de esa dinámica anula la saturación, o incluso el cansancio. Entre los factores que sí agobian podría estar el absurdo para situaciones de comedia (Abraham Lincoln y Jesús conviviendo en la eternidad) pero, precisamente, lo elevado de algunas de esas ideas hace tolerables algunas otras más bobas, más mareadas que logradas.