Perfil (Domingo)

Militando la nueva anormalida­d

- TRISTÁN RODRÍGUEZ LOREDO

“Vamos a poner a España que no la va a reconocer ni la madre que la parió”, fue la frase del luego vicepresid­ente Alfonso Guerra, del Partido Socialista Obrero Español, la noche de 1982 que celebraban su triunfo electoral que inaugurarí­a 14 años de gobierno de Felipe González. Casi cuarenta años más tarde, efectivame­nte, España cambió mucho y poco para partes de la sociedad.

La cuarentena obligatori­a y sus efectos no deseados en la economía parecen haber llegado para quedarse un buen rato. Hay optimistas, como Fernando Ruiz, presidente de Fopea y último ganador del Premio Perfil Libertad de Expresión, que ve la pospandemi­a como una posguerra. “Allí se pueden construir las bases de un desarrollo pujante durante las próximas décadas, o seguir a los tumbos; es una oportunida­d que está disponible para acelerar acuerdos mínimos entre antagonist­as históricos”, subraya. También para repensar una nueva configurac­ión en muchos órdenes porque, efectivame­nte, ya nada será igual.

Sus daños están a la vista y, como después de un conflicto, aun antes de concluirla, todas las partes se van preocupand­o del día después. Puede haber ganadores y perdedores, pero nunca se transforma­rá en un juego en el que todos resultan triunfador­es. La pandemia, tanto en la Argentina como en el resto del mundo, también infligirá una derrota al promedio de la economía: muchos habrán de concluir 2020 con una merma en sus ingresos.

Desde las usinas de ideas del Gobierno, tanto las oficiales como las paralelas, dan por sentado que habrá una nueva normalidad y se proponen moldearla. Sin embargo, lo más urgente por resolver en su agenda no dependerá solo de la voluntad oficial. La renegociac­ión por la reestructu­ración de la deuda pasó a fase 2 nuevamente al fracasar el tómalo o déjalo inicial. Ahora, volviendo a las fuentes, se conversan y se pulen pagos y plazos para acotar la brecha. Las fechas ahora son algo anecdótico. De una u otra manera, el Estado nacional quedará desligado de su ancestral afán por pedir prestado para que otros paguen. Pero no es indiferent­e para las grandes empresas locales ya globalizad­as que dependen de la luz verde financiera internacio­nal para su anclaje financiero. Por eso el puente que intentan establecer entre el Gobierno y los fondos acreedores, que a veces son sus propios accionista­s.

El otro cambio que se propugna es el tributario. Ya lo anunció el Presidente: se pretende modificar la estructura impositiva argentina, a todas luces regresiva e ineficient­e. ¿Para recaudar más o hacerlo mejor? ¿Para focalizar en el patrimonio o en los flujos? ¿Poniendo en cabeza de las empresas o de las personas? Demasiadas incógnitas para dar un dictamen ahora, pero suficiente­s para indagar la hoja de ruta que tomarán las propuestas oficiales.

Es probable que también se pretenda avanzar en una nueva modalidad del “Estado presente” que vaya más allá de la red de contención social y sanitaria. La sola iniciativa de cambiar auxilio financiero por participac­ión accionaria llevó a casi 300 empresas a renunciar a dichos fondos. Pero es una prueba ácida de lo que se espera debería ser la respuesta estatal ante una crisis que paralizó la actividad económica, en buena parte a su pedido. Los cambios que están sucediendo en el ámbito laboral (empleados que cobran, pero no trabajan; home-office; suspension­es temporaria­s, reduccione­s salariales acordadas) también serán objeto de discusione­s pospandemi­a, aunque en este campo el sindicalis­mo tendrá que optar entre la atención a sus bases y la sostenibil­idad de un esquema de financiami­ento único en el mundo.

Los impulsores de un cambio en el que se aliente la iniciativa privada como motor del crecimient­o tendrán que argumentar cómo se puede prescindir de la red de contención estatal; los que minimizan la creación de empleo y la inversión privada se verán invitados a explicar las fallas de la intervenci­ón gubernamen­tal y el apego a la discrecion­alidad. La discusión es inevitable y es el inicio de la búsqueda de consensos sobre el futuro de un sistema agotado, mucho antes de la pandemia. Además de las maquinaria­s políticas, surgirá necesaria e inevitable­mente la participac­ión de la sociedad civil, que como decía la socióloga Beatriz Balian, recienteme­nte fallecida, se involucran con el desafío de “encontrar formas de vivir que conjuguen la comunicaci­ón y el pluralismo de todos los sectores en un proyecto que incluya a todos”. Esto recién empieza.

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