Perfil (Domingo)

Argentina lidera ranking de UTI en Latinoamér­ica, pero aún existe riesgo de colapso

Alberto Fernández comentó a allegados que acordarán antes de la fecha límite, pero aún hay una brecha de US$ 2,8 con acreedores.

- PATRICIA VALLI

Con el límite del canje extendido hasta el 24 de julio, el ministerio de Economía busca asegurarse el acuerdo con los bonistas que están en la misma sintonía. Las distancias todavía persisten con uno de los grupos, tanto económicas como legales, según reconoció el ministro Martín Guzmán esta semana.

El Gobierno ya cedió desde una oferta inicial de Valor presente neto de US$ 40 a los US$ 51 según calculan los economista­s por cada lámina de US$ 100. La propuesta encabezada por BlackRock (Ad Hoc Bondholder­s Group, con el grupo de bonistas reestructu­rados) ronda los USD 53,8 por cada lámina de 100 a una exit yield del 10%. Según fuentes oficiales, hay diferencia­s entre esos dos grupos. Esta semana, Alberto Fernández comentó a allegados que se llegará a un acuerdo antes del cierre pero reconoció que la negociació­n será larga.

El Gobierno “propuso acortar el plazo de gracia, comenzando a pagar el año próximo en vez de hacerlo en 2023 como decía la primera oferta. Además, mejoró los pagos de cupones, reconoce los intereses corridos hasta el momento del acuerdo -pagándolos a través de un bono con vencimient­o en 2024- y recortó la quita de capital”, recapituló un informe de Ecolatina. A eso se suma un cupón atado a las exportacio­nes, un “endulzante” en función de la generación de divisas, que también lleva a los inversores externos a realizar dos preguntas clave para ese escenario: cómo crecerá Argentina y qué pasará con el tipo de cambio.

El otro eje son las “cláusulas de acción colectiva” (CACs), que determinan umbrales para modificar las condicione­s de pago. La propuesta de canje abarca a tenedores de bonos 2005 y 2016, que tienen distintas CACs. Las de 2016 incluyen “mejoras” para los soberanos.

“La forma convencion­al de CAC es la votación serie por serie. Generalmen­te se requiere el consentimi­ento del 75% de los tenedores de cada serie determinad­a para realizar un cambio en los términos y condicione­s”, detalla un análisis de Francisco Fernández Rostello y Guido Demarco para Baker & McKenzie.

En 2014, la Internatio­nal Capital Market Associatio­n propuso una CAC donde únicamente se tenga en cuenta una votación súper-mayoritari­a de acreedores, requiriend­o una aprobación del 75% de los acreedores y dejando de lado las votaciones individual­es dentro de cada serie. Tuvo apoyo del FMI en 2015, recuerdan los abogados.

Si una serie obtiene el consentimi­ento del 40% de los tenedores, en caso de que se alcanzara la mayoría necesaria global, los tenedores de la serie que rechazó la propuesta serían obligados a aceptar las modificaci­ones propuestas. “Con una CAC como ésta, la Argentina hubiese podido refinancia­r el 100% de su deuda en default directamen­te” en el canje de 2005, que llegó al 76,15%. “Hubiese evitado años de litigios y ahorrado millones de dólares”, señalan Fernandez Rostello y Demarco.

Para la entrada en vigencia de las modificaci­ones de los bonos elegibles 2005, el acuerdo tiene que ser del 85% del monto total de capital de los bonos elegibles total y no menos del 66,66% de forma individual. Para los bonos 2016, pasa a ser del 66,66% y 50% respectiva­mente.

Al entrar al canje, los bonistas acceden a que Argentina “pueda designar en cualquier momento las series de bonos elegibles que estarán sujetas a las modificaci­ones propuestas al excluir una o más series”. Ese es el punto que tiene el rechazo del grupo Ad Hoc. “Si Argentina reasigna cualquier serie de bonos elegibles afectada, la serie excluida no será considerad­a para el cómputo de votos y se requerirá el consentimi­ento de tenedores de no menos del 75% de la serie excluida para pasar una modificaci­ón”, explican los abogados. “Esto evita que, en caso de que una o más series no consigan la mayoría interna, impidan la reestructu­ración de las demás”, remarcan.

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AFP LARRY FINK. El presidente de BlackRock es el bonista más duro.

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