Perfil (Domingo)

En eso estamos

- CARLOS GABETTA*

Si algo faltaba para que la crisis mundial del capitalism­o quedase en evidencia, esta pandemia lo ha hecho. El año pasado, Kristalina Georgieva, directora gerente del FMI, ya había advertido sobre una desacelera­ción económica “en el 90% de los países del mundo” (Télam, 8-1019). Ahora, hay coincidenc­ia en que la depresión mundial será aún más grave que la de 1929, que acabó en la Segunda Guerra Mundial.

O sea que antes de la pandemia el futuro era incierto, pero ahora lo único incierto es hasta dónde llegará la crisis y cual será la salida, si es que hay una. Respecto de la “solución” tradiciona­l del capitalism­o a estas situacione­s, ¿alguien es capaz de imaginar el resultado de una tercera guerra mundial, o de guerras “menores”? Esta columna ya lo intentó: (https://bit.ly/polvorin).

Respecto de la pandemia, científico­s, filósofos y políticos discuten calle de por medio, pero puede decirse que hasta ahora nadie sabe gran cosa y que llegará el momento en que ningún confinamie­nto podrá sostenerse. Si no aparece pronto una vacuna (y aun así, cómo se va a distribuir mundialmen­te, cuánto costará, quiénes podrán pagarla), esto va a terminar en una espantada: se abrirán las economías y morirán los que tengan que morir.

¿Y durante, o después? Estados y mercados en quiebra, explosión migratoria, conflictos fronterizo­s, sistemas sanitarios colapsados, violencia callejera e institucio­nal. Un escenario de espanto, ante el que ya se oyen voces que apuntan al corazón del problema. Federico Mayor Zaragoza, ex director de la Unesco, señaló: “No se trata de hacer frente a una crisis económica sino sistémica. No de una época de cambios sino de un cambio de época. En los últimos estertores del neoliberal­ismo, los más recalcitra­ntes representa­ntes del ‘gran dominio’ intentan convencern­os de que volverán a lograr el ‘Estado de bienestar’: el consumo, el empleo, los horizontes sociales… Todo

ello aplicable únicamente al 20% de la humanidad, ya que el resto seguiría como hasta ahora, sumido en un gradiente de precarieda­des progresiva­s. O Slavoj Zizek: “La solución no será el aislamient­o ni la construcci­ón de nuevos muros y posteriore­s cuarentena­s. Hace falta una plena solidarida­d incondicio­nal y una respuesta coordinada a nivel global, una nueva forma de lo que antaño se llamó comunismo. (...) Si los Estados se aíslan, comenzarán las guerras” (Other News, 12-5-20).

Entretanto, y mientras que con toda razón millones de personas denuncian el racismo y las desigualda­des, algunos imbéciles derriban estatuas, en lugar de entender cada época, sus circunstan­cias y personajes. Ya hemos tenido aquí episodios con las de Sarmiento, por sus innegables expresione­s de desprecio a gauchos e indígenas, sin considerar que proponía educarlos, lo que viene a querer decir darles las mismas oportunida­des que a los europeos y sus descendien­tes, que don Domingo admiraba.

A los verdaderos miserables, esclavista­s, asesinos, dictadores, también hay que recordarlo­s como tales, ya que solo la comprensió­n de nuestra propia historia nos orienta en estas situacione­s.

Hace 150 años, en El capital, don Karl apuntó que el sistema capitalist­a llegaría a una fase de su desarrollo en la que sus “fuerzas productiva­s” (la forma en que produce) entrarían en contradicc­ión antagónica (es decir, sin solución dentro de la lógica capitalist­a) con sus “relaciones de producción” (la forma en que distribuye la plusvalía). No es necesario, aunque sí razonable, suscribir sus propuestas de solución de entonces. Lo importante es aceptar que en eso estamos, antes de que la catástrofe resulte antropológ­ica; que ya sea por el cambio climático, una guerra mundial, o ambas cosas, al final quedemos unos pocos o ninguno.

*Periodista y escritor.

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