Decálogo de la militancia anticuarentena
El Covid es mentira”. “Nos quitan nuestros derechos”. “Tiranía o Libertad”. “No necesitamos que nos cuiden”. “Mi virus, mi cuerpo”. Los carteles podrían haberse escrito en español y podrían haber aparecido, mezclados entre cacerolas y banderas argentinas, en las marchas que organizan los anticuarentena frente al Obelisco.
Pero no: las leyendas fueron escritas en inglés y se pudieron ver en las protestas contra el distanciamiento social obligatorio que se implementa en algunos estados de los Estados Unidos. La prensa los denomina “anti-quarantine”, “anti-lockdown” o “anti-social-distance” y cuentan con el apoyo de Donald Trump, que no decretó medidas de aislamiento a nivel nacional, dejando esa decisión en mano de los gobernadores.
Las críticas contra el confinamiento no solo se observan en Buenos Aires o Nueva York. Desde Asia, donde empezó la pandemia, hasta África. Y desde Europa hasta Medio Oriente. En todo el mundo es posible encontrar protestas.
Es muy difícil establecer un patrón que defina a los anticuarentena, pero a partir de una serie de características comunes, es posible esbozar un modelo a nivel mundial.
Este podría ser un decálogo de la militancia anticuarentena:
*Son nacionalistas. Las banderas de cada país flamean con orgullo en sus marchas. Y el himno nacional se entona con fuerza, a modo de catarsis que libera tensiones.
*Son libertarios. “Libertad” es la palabra más utilizada por los anticuarentena, siempre usada a modo de crítica contra la “libertad” que consideran perdida.
*Se oponen al rol monopólico del Estado. Cuestionan al poder estatal, que asocian al gobierno, sin importar el partido que representen.
*Son defensores de la propiedad privada. En Estados Unidos se manifiestan contra un posible regreso al New Deal, lo que los republicanos llaman “big goverment”. Y en la Argentina asocian la coyuntura de pandemia con la defensa de causas que consideran emblemáticas, como Vicentin.
*Critican el asistencialismo pero consideran que es legítima la ayuda que reclaman al Estado para dar cuenta de los problemas financieros que fueron ocasionados por el cierre de la economía.
*Cuestionan el repentino protagonismo de científicos que asesoran a jefes de Estado. Porque, advierten, los infectólogos no ejercen cargos electivos.
*Descreen de las estadísticas. No importa la cantidad de infectados o muertos que podrían haber evitado las medidas de distanciamiento: los anticuarentenas desconfían del origen de esos datos.
*Son conservadores. En Estados Unidos se los asocia con el movimiento Tea Party, un sector muy radical que apoyó a Trump. Y en Brasil, se los relaciona con la base más fuerte de Jair Bolsonaro.
*Ejercen reglas democráticas y pacifistas. Hacen valer su lícito derecho a la protesta civil, y salvo algunas excepciones, no son violentos. Aunque discursivamente puedan radicalizarse, no se observan en sus manifestaciones grandes hechos de agresión física.
*Cuestionan el rol de los medios. Aseguran que los “mainstream” difunden noticias falsas para avalar la decisión de los gobiernos que promueven la cuarentena. Pero suelen ser presa fácil de todo tipo de fake news que circulen por redes sociales.
Las protestas contra la forma en la que los gobiernos intentan luchar contra un virus no son nuevas. En medio de la pandemia de 1918, se creó en San Francisco la “Liga Antimáscara” para cuestionar el uso del barbijo. Su principal líder fue Emma Harrington, una abogada y defensora de los derechos civiles y que se convirtió en la primera mujer que votó en ese estado. Los miembros de la “Liga Antimáscara” sostenían que la obligación de utilizar tapababoca infringía las libertades civiles y constitucionales.
Harrington se enfrentó con Arthur Berendt, presidente de la Comisión de Salud de San Francisco. Hasta que el responsable del sistema de salud cerró el debate: “No podemos prestar atención a estos agitadores en momentos tan críticos. Nos importa la salud de las personas y no si les gusta o no usar barbijo”.
*Doctor en Ciencias Sociales. Director de Perfil Educación.