NOTA DE TAPA
“Esta es sin dudas una coyuntura que resulta estimulante para la imaginación.”
HG: Yo no soy un tecnófobo. Soy alguien con suspicacias y recelos, digamos, y no necesariamente por la edad. Me parece que es posible fundamentar la superioridad de la lectura en papel, que es una lectura del ser vivo del libro, frente a otra lectura que tiene más mediaciones tecnológicas. Para mí es un problema gravísimo el del destino del libro. Será menos grave a medida que los que pensamos que es grave ya no estemos más. El pensamiento que me surge es si la humanidad, en términos así muy amplios y abstractos, tuvo momentos fuertes de oposición a las mutaciones tecnológicas. En realidad, no hay momentos fuertes, salvo la anécdota, que fue más que nada una gran anécdota, de los que rompían máquinas en el siglo XIX. En general las tecnologías siempre conquistan a la mayoría de las poblaciones. Por estrato, por capítulo, por entregas. No sucede en forma súbita. Seguramente yo seré de los que pasen a la tecnología digital del libro en último término. Mientras tanto, me hago resistente. Con ciertas razones, porque efectivamente veo mi biblioteca y siento que es una compañía agradable, amistosa, anacrónica. En cambio estoy frente a la computadora y no tengo ninguno de esos sentimientos.
JS: Ahora, también hay otra forma de verlo. Yo comparto en general esa visión, porque soy de la cultura del papel y, además, soy un juntador de libros; me gustan los libros como objeto, no solo por su contenido, y tengo más libros de los que puedo leer, lo cual es muy agradable de saber. Pero por otro lado siento que nos ha tocado generacionalmente participar de un momento de la historia contemporánea, del pensamiento contemporáneo y del arte en general, que tiene que ver con que nosotros ya nacimos en medio de la cultura de masas, es decir que nosotros ya nacimos con toda una parafernalia que hasta treinta años antes no existía. La ficción ya estaba en las revistas y en las pantallas, no solo en los libros, y eso fue una aberración para algunos. Parecía que era desnaturalizar la esencia de lo artístico. Estaba la idea de la reproducción, toda la teoría de la Escuela de Frankfurt... Y ahora, que es de nuevo el libro el que aparece amenazado por las pantallas y hay un retorno a la oralidad muy fuerte en detrimento de la letra escrita e impresa, no debemos perder la perspectiva de que estos debates y cruces entre formas literarias, culturales y tecnología tienen su historia y estamos solo ante una nueva etapa. Bueno, estoy hablando como si fuera un señor ducho, muy adaptado, y no lo soy. Hablo, como diría Scott Fitzgerald, con la autoridad que me da el fracaso.
HG: Yo hablo con la autoridad que me da la melancolía, quizás otra forma de fracaso.
—Hace diez años estaba muy vigente la discusión sobre si el e-book iba a reemplazar al libro tradicional, cosa que finalmente no sucedió, aunque ahora, a raíz de la pandemia, parece que se está reabriendo el debate...
JS: La historia de los medios nos indica que nada reemplaza a nada, sino que las funciones se van modificando. El cine no hizo desaparecer al teatro, la música grabada no hizo desaparecer a la música en vivo. Fueron cambiando los roles, ocupando una función distinta, socialmente hablando. La tele no hizo desaparecer el cine, que incorporó nuevos elementos y maneras de contar que cambiaron la sintaxis del relato. Y lo mismo pasa ahora con las formas narrativas que utilizan las pantallas. Todo eso repercute también en las otras formas de contar.
—¿Y la BN va a seguir siendo la misma o hay cambios que han venido a instalarse?
JS: Yo espero que sí, que siga siendo la misma. Cada vez que me dicen que hay cambios que se van a instalar definitivamente, que ya no vamos a volver a vivir el mundo en que vivimos, los mando al demonio. Odio esa perspectiva y voy a pelear para que no naturalicemos la enfermedad. Y no soy un inconsciente, al contrario: soy ultrarresponsable y adhiero absolutamente a las medidas de cuidado. Pero creo que llegamos a esta situación extrema porque no atendimos algunos problemas básicos. Quiero decir, no hay gente vulnerable, sino gente que ha sido vulnerada primero. Y no es solo cuestión de limitar la circulación a la gente. Que no circule la guita, de la forma en que viene circulando. La guita no tiene ningún control y es la verdadera corruptora.
—Ya que de algún modo estás entrando al tema, ¿qué opinión tienen de las distintas posturas filosóficas que fueron saliendo a la luz en estos meses?
JS: Yo te remito al número de la revista de la Biblioteca, que es el lugar donde mejor se ha reflexionado sobre eso en Argentina.
HG: A mí lo único que me pareció interesante como debate filosófico en serio es la postura de Agamben. Tiene muchas equivocaciones, pero son las equivocaciones de Agamben, que no le dio importancia a la pandemia, la consideró una invención y acentuó precisamente todos los sistemas de control que derivarían de ella. En lo que se equivocó es en que la pandemia no es una invención sino un peligro real del que hay que cuidarse. Pero si los gobiernos no toman cuidado de ello, evidentemente muchos de los sistemas de control que hoy son necesarios, si perdurasen más allá se transformarían en los nuevos instrumentos de gobierno...
—Pero, ¿quién establece esos límites, ese “más allá”, y cómo?
HG: Bueno, la pandemia introduce cierto temor; puso un horizonte de valores y eso introdujo un problema de tipo teórico de gran importancia respecto de la producción económica. Este es el dilema en el que están todos los gobiernos. Si la vida es el bien superior, evidentemente todas las posiciones económicas quedan rebajadas a la inactividad o la improductividad, con lo cual se crea un problema que no se puede ignorar, que es la subsistencia. Por lo tanto todos los gobiernos del mundo, excluyendo a Bolsonaro, a Trump, están en una situación muy paradojal, porque tienen que defender la vida como concepto superior, pero la producción no puede desatenderse. Entonces hay que generar expectativas de carácter
Juan Sasturain