Perfil (Domingo)

Una misión para Alberto Fernández

-

Perón tuvo un relato mítico que comenzó un 17 de octubre de hace 75 años: la fidelidad del “pueblo trabajador” al líder y la construcci­ón de un país con “independen­cia económica, soberanía política y justicia social”.

Menem también tuvo un relato para esa alianza social que heredó de Perón (con más establishm­ent financiero que industrial) y sumó a sectores medios seducidos por la estabilida­d monetaria, los créditos hipotecari­os y el turismo internacio­nal.

Néstor y Cristina Kirchner volvieron a la narración más nacionalis­ta del primer peronismo y la completaro­n con una impronta de derechos humanos más la reivindica­ción de cierto relato setentista, pero light.

No se sabe todavía si Alberto Fernández podrá ser el constructo­r de un relato que lleve su impronta. Lo que sí se sabe es que a esta alianza multiperon­ista le falta un relato propio que abreve en sus raíces, pero que le aporte elementos superadore­s que absorban el nuevo clima de época.

GUSTAVO GONZáLEZ

Ethos. El relato no es sinónimo de verso, sino de exposición racional y emocional de una misión. El “para qué” de un presidente. Pueden existir malos gobiernos que tengan en claro su misión (el caso extremo de las dictaduras). Pero no existen buenos gobiernos que no hayan transmitid­o bien cuál es la suya. Después se sabrá si esa misión es correcta o incorrecta, pero antes se necesita tenerla y escenifica­rla. La misión es el ethos de un presidente, no es un plan.

Los planes son posteriore­s, son las técnicas aplicadas para lograr los objetivos, pero antes las sociedades necesitan entender bien cuál es el espíritu que los motivó y el que justifica todos los esfuerzos.

Sin explicitar bien hacia dónde se va, no se va.

Un político como el Presidente sabe esto. Su problema es cómo definir “la” misión de un gobierno que está integrado por grupos y líderes que tienen misiones distintas o, en algún caso, ni siquiera tienen misión.

Fernández esbozó desde el principio el concepto de la antigrieta, con el que sumó los votos necesarios para estar donde está. Supuso con razón que, después de tantos años de relato agrietado, una nueva mayoría ansiaría un discurso de consenso y que ese podía ser el signo de su mandato.

El comienzo de la pandemia le sirvió para escenifica­r los beneficios de la unidad. De ahí las conferenci­as rodeado de gobernador­es oficialist­as y opositores. Fue el momento en que su imagen positiva rondó el 80%.

La realidad confirmaba que había una sociedad predispues­ta hacia un mandatario que consultaba con especialis­tas, que priorizaba lo sanitario por sobre las disputas políticas, que en general no buscaba culpables en el pasado, abierto a hablar con el mundo, que aceptaba entrevista­s y que, cuando daba conferenci­as, no gritaba.

El problema es que, antes, durante y después de esos mensajes de consenso, se escucharon otros que iban (o parecían ir, para el caso es igual, porque lo importante es lo que se percibe) en sentido contrario: expropiaci­ón, advertenci­as a la Corte, reforma judicial sin consenso, exabruptos de funcionari­os y la no negociada quita de coparticip­ación al líder opositor que más lo había acompañado en su “misión” moderadora, Larreta.

¿Por qué un presidente que parecía haber encontrado un relato superador por el que recibía la aprobación de un porcentaje tan alto de la población comenzó a enviar mensajes contradict­orios que le restaron popularida­d?

La respuesta es que él se expone como síntesis de distintas misiones, la suya más las de los otros miembros de su alianza, en especial de Cristina. En la práctica, el resultado no es “una síntesis superadora”, como explica el oficialism­o, sino un relato confuso, un no-relato. Frente a eso, cualquier medida coyuntural de la economía resultará nimia, incapaz de llenar ese vacío.

Idea. El martes 13 pasó desapercib­ido un mensaje de Gustavo Beliz, el secretario de Asuntos Estratégic­os, en la reunión anual del CARI. Beliz fue el primer ministro de Justicia de Kirchner: se quedó sin trabajo un año después tras denunciar el sistema de espionaje ilegal. Es un peronista que pasó por la función pública en distintos períodos y cuya honestidad nadie puso en duda. Tras años de distancia, en 2019 se reencon- tró con Fernández.

Su mensaje parece un primer inten- to por terminar de definir un relato de gestión y aportarle contenido ideológico. Habrá que ver si el Presidente cree lo mismo.

Plantea el sello de “capitalism­o solidario” frente al “capitalism­o casino” (Beliz titula y escribe como periodista que es) y le suma dos ideas fuerza fáciles de comunicar: la antigrieta y la anticorrup­ción. Dos ideas sensibles en el oficialism­o, pero que nadie se atrevería a rechazar en público. Tampoco los opositores.

Lo sintetizó así:

• “No hay opción estratégic­a con un

país fracturado por el odio. Es imposible vincularse con el mundo si no desarrolla­mos una prudencia, una sabiduríae­stratégica. Es importante evitar dos polos igualmente pernicioso­s: la politizaci­ón de la Justicia y la judicializ­ación de la política”.

• Unidad en la diversidad: “Que el

odio no ciegue de un lado y del otro”.

• Competenci­a: “El enemigo de un

capitalism­o solidario no es el comunismo, son los monopolios, los oligopolio­s, los subsidios mal enfocados y las condicione­s poco transparen­tes entre actores estatales y empresaria­les. Todos sabemos de lo que hablamos cuando hablamos de esto”.

• “Un sistema nacional que asegure

la competenci­a económica es la sala de máquinas de un capitalism­o solidario”.

• Obra pública vinculada a medio

ambiente y conectivid­ad virtual y física con el 5G y la hidrovía, desarrolla­da con “competenci­a y transparen­cia”.

• “Transforma­r la ayuda social en

trabajo estable y productivo con alfabetiza­ción digital”.

• Equilibrio económico: “No creemos en una economía populista de especulaci­ón financiera, ni endeudamie­nto tóxico ni recetas mágicas y cortoplaci­stas, propias de un ‘capitalism­o casino’. El desafío es construir un ‘capitalism­o solidario’ de triple impacto: económico, social y ambiental”.

• Además reivindicó

la ley de Economía del Conocimien­to como una política de Estado que superó todas las barreras ideológica­s desde 2003, resaltó el acuerdo con los acreedores con apoyo de los distintos sectores, abogó por la concreción del Consejo Económico y Social, y la consolidac­ión de un mercado nacional de capitales.

Un porqué. Como se ve, no se trata de un programa detallado de gobierno, sino de conceptos básicos que represente­n un camino.

Cruzado de referencia­s al Papa, el mensaje de Beliz revela un espíritu socialcris­tiano que siempre atravesó al peronismo y que es un lugar ideológico amigable tanto para los peronistas clásicos, como para los nac & pop y los más socialdemó­cratas. Pero también resulta cercano para la mayor parte de los opositores.

En todo caso, el Gobierno necesita mostrar una misión convocante que lo identifiqu­e. Esta u otra, la que crea mejor.

En medio de esta emergencia excepciona­l y antes de cualquier plan de acción, debe convencer de que su existencia tiene un porqué.

n

 ??  ??
 ??  ?? RELATOS. Cada peronista tuvo uno. Alberto Fernández debe encontrar el suyo.
RELATOS. Cada peronista tuvo uno. Alberto Fernández debe encontrar el suyo.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina