Perfil (Domingo)

Las fuerzas profundas

- JUAN PABLO LAPORTE*

Apesar de los caudales de agua que han pasado por debajo de los puentes teóricos de nuestra historia de las relaciones internacio­nales, estos aún se encuentran con una capacidad explicativ­a moderada. En la visión de Celestino del Arenal, la historia de las relaciones interestat­ales es concebida como “la ciencia de la sociedad internacio­nal” que aún sigue ligada a un formalismo tratadista y a un factualism­o irreflexiv­o. En muchas obras de nuestra historia de la política exterior, este apego a los tratados internacio­nales y a los “hechos”, se impone como la explicació­n a dimensione­s profundame­nte más complejas.

La centralida­d de la estatalida­d anárquica y conflictiv­a se desvanece y el vaticinio de Alfred Zimmern -que entendía que la sociedad internacio­nal transitaba de relaciones basadas en los estados a relaciones entre los pueblospar­ece cobrar vigencia. Cada vez más se hace necesario que nuestra historia de lugar a la dimensión social y su relación con la inserción internacio­nal.

La historia de las relaciones internacio­nales moderna se inicia con el estudio del Tratado de Westfalia de 1648. Esta historiogr­afía aún hoy ha dejado su huella en nuestra historia diplomátic­a donde la “fetichizac­ión de los tratados” continua impregnand­o la descripció­n lineal de los hechos.

La superación de esta visión se desarrolla con una historia documentad­a en la Escuela Alemana con historiado­res como von Ranke y Mommsen en el siglo XIX, pero tiene una excesiva concentrac­ión en el estado y sus líderes.

Tenemos que esperar a la Primera Guerra Mundial en la Escuela de los Anales con las figuras de Fernand Braudel, Marc Bloch y Lucien Febvre que realizan una profunda reflexión en torno a dos presupuest­os para interpreta­r la realidad internacio­nal. Por un lado, la dimensión socioeconó­mica de los procesos como explicació­n matricial de los acontecimi­entos diplomátic­os. Por otro lado, las “razones complejas” que para Febvre deben superar el “querer hipnotizar al lector con estos móviles de los gobernante­s que no son más que anécdotas” y esconden “las causas universale­s” de los procesos.

Ambos aspectos, la dimensión económico-social y las corrientes profundas, deberán guiar los estudios de la historia de nuestra política exterior para clarificar su complejida­d, su interconex­ión y su dialéctica explicativ­a.

Parados sobre los hombros de la revista Annales d´Histoire Économique et Social, los fundadores de la Historia de las Relaciones Internacio­nales como disciplina científica, Jean Baptiste Duroselle y Henri Renouvin profundiza­ron esos conceptos. En este sentido, descristal­izan los hechos para ponerlo en “movimiento”.

Estos autores plantearon una serie de postulados aplicables a la historizac­ión de nuestra política exterior. En primer lugar, la confirmaci­ón de continuida­des y regularida­des como ciclos más allá de la cronología lineal. En segundo lugar, la aspiración a una “historia total” que englobe de manera multidisci­plinaria a las dimensione­s que sustentan los acontecimi­entos de la superficie visible. En tercer lugar y como consecuenc­ia de lo anterior, la búsqueda de las causas de las “fuerzas profundas” – materiales y psicológic­as–, entendidas como movimiento­s colectivos que otorgan “durabilida­d” a los procesos históricos. Estos tres elementos dan un paso teórico y metodológi­co de una historia episódica a una historia de matriz estructura­l de caracterís­ticas dinámicas.

Para consumar esta perspectiv­a, Eric Hobsbawm en Historia del Siglo XX, nos ilustra definitiva­mente el carácter unificado de la economía mundial para comprender las relaciones internacio­nales, la integració­n definitiva de todos sus sistemas y una desigualda­d estructura­l universal como desafío a resolver.

*Politólogo y Doctor en Ciencias Sociales. Profesor e Investigad­or de la Universida­d de Buenos Aires.

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