El peronismo según Walsh
El peronismo cumplió 75 años pero lejos está de jubilarse: tras encumbrar una decena de presidentes y gobernar 35 años, el partido fundado por Juan Domingo Perón celebra un nuevo aniversario detentando el poder.
¿Pero qué es el peronismo? ¿Cómo es posible definir a un movimiento que representa a figuras tan opuestas como Eva e Isabel; Jauretche y Herminio Iglesias; el Padre Mugica y López Rega; José Pablo Feinmann y Firmenich; Ofelia Fernández y el Papa Francisco?
Para analizar al gran caleidoscopio de la política argentina, es importante detenerse en la historia de Rodolfo Walsh. En Walsh, 1957, Vicente Battista da cuenta de la formidable transformación que llevó a Walsh, desde un rabioso antiperonismo hasta convertirse en una figura mítica de ese partido.
La actuación política de Walsh comenzó en la Alianza Libertadora Nacionalista, un grupo católico de derecha, anticomunista y antisemita. Perón no era una preocupación. Ni siquiera cuando se produjo el histórico 17 de octubre de 1945. Entonces, Walsh solo escribía poemas en inglés.
El antiperonismo de Walsh se profundizó en
1950, en la carrera de Letras de la Universidad de La Plata. Allí se unió a un grupo opositor a Perón, que organizaba actos con intelectuales muy críticos, como Jorge Luis Borges.
En 1951, cuando Perón logró su reelección, Walsh votó la fórmula de la UCR, conformada por Balbín y Frondizi. Y, luego del golpe de 1955, se refirió a la dictadura de Aramburu como “la revolución de septiembre”.
Tardará solo dos años en cambiar de idea. En la interesante biografía editada por la Universidad Pedagógica, Battista cita correspondencia de Walsh con su amigo Donald Yates, que demuestra la gran metamorfosis que se avecina.
En 1957 Walsh escribió: “Perón era un hijo de puta, pero esta gente no parece mejor (…) Se está torturando y matando”. Y en una segunda carta empezó a elogiar al peronismo porque gobernó “en algunos aspectos admirablemente”.
A la vez que destacó la política de sustitución de importaciones, que calificó como “una liberación”.
Pero también mantenía algunas críticas. En especial, la relacionada con la “falta de libertad y democracia”, ya que en los primeros años del peronismo “hubo una relativa libertad de prensa”.
El viaje de Walsh hacia el peronismo se consolidó en diciembre de 1956, cuando en la noche platense del Club Capablanca se vio obligado a suspender su partida de ajedrez al escuchar: “Hay un fusilado que vive”.
La noticia de que había sobrevivido uno de los fusilados en José León Suárez tras sublevarse contra Aramburu, cambió vida y obra de Walsh, que decidió denunciar esos crímenes. Había nacido Operación Masacre.
Conoció a Perón en 1968 en España, en un viaje hacia Cuba, donde participaba de Prensa Latina. En Madrid, Perón endulzó sus oídos: “Todos los peronistas estamos en deuda con usted”.
Empezó a trabajar en el Semanario de la CGT de los Argentinos, luego se sumó a las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP) y más tarde a Montoneros.
Tras la muerte de Perón en 1974, fue crítico de las violaciones a los derechos humanos de la Triple A. El preludio sangriento de la última dictadura militar.
Cuenta Battista que a fines de 1976, Osvaldo Bayer, en un regreso de su exilio, lo cruzó en Buenos Aires y le preguntó: “¿Cómo te hiciste peronista, si nunca creíste en Perón?”. Walsh sonrió y repreguntó: “¿Dónde está el pueblo?”.
Bayer contestó que “el pueblo está con Perón, pero no es revolucionario”. Y Walsh cerró: “Ya veremos. Vamos a cambiar las cosas”.
No tuvo tiempo. El 24 de marzo de 1977 fue acribillado por un grupo de tareas y transportado a la ESMA, donde se convirtió en un desaparecido.
Pero antes dejó el legado de su implacable Carta abierta de un escritor a la Junta Militar, en la que denunció el terrorismo de Estado. Y también dejó, para siempre, su nombre asociado como un emblema para el peronismo.
*Doctor en Ciencias Sociales. Director de Perfil Educación.