Perfil (Domingo)

El actuar como máquinas

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LNOCION DE TIEMPO Y PAUSA a mayoría de nosotros estamos ocupados la mayor parte del tiempo, si no con el trabajo, con la familia, las tareas domésticas o nuestras redes sociales, reales y virtuales. Cuando les pregunto a las personas cómo están, casi siempre responden “ocupado” o alguna variación de eso. La ocupación está bien vista. Sentimos que estamos siendo “sensatos, lógicos, responsabl­es, prácticos”. Tachar las cosas de la lista de “tareas pendientes” se convierte en un medio para definirnos o escaparnos de nosotros mismos. Ante esa ansiedad intentamos mantener la calma y seguir adelante, pero ¿qué nos estamos perdiendo? (…)

Tengo la oportunida­d de conocer y observar a cientos de líderes de todo el mundo y de todos los ámbitos de la vida. Con raras excepcione­s, sienten que necesitan mejorar en el equilibrio “trabajo-vida”, aunque ninguno de ellos realmente sabe lo que eso significa o cómo podrían lograrlo. Por el contrario, los buenos improvisad­ores siempre parecen tener tiempo, nunca tienen prisa. Pueden hacer una pausa. Y es esto, más que la capacidad de pensar rápido, lo que les permite responder con tanta eficacia en situacione­s que no pueden predecir ni controlar.

Hace unos años, me interesé mucho en lo que significa hacer una pausa. Me di cuenta de que no es tan simple como parece. Una pausa puede ser un momento de silencio o un año sabático. (…) Leí mucho sobre el descanso, la espera, el movimiento slow y la naturaleza del tiempo en sí. El tiempo no es el mismo en todas partes. Esta es una invitación a encontrar tu ritmo, no a administra­r tu tiempo.

¿Por qué hacer una pausa? La idea de detenerse puede resultar atractiva y dar miedo al mismo tiempo. No es raro. Las presiones y los hábitos diarios del trabajo y de la vida pueden hacer que nos cueste parar un par de días o incluso unos segundos.

Una pausa puede ser tan leve que resulte fácil de olvidar, ignorar o saltársela. El entusiasmo con el que seguimos siempre adelante hace que hagamos a un lado los espacios para tomar conciencia, apreciar o reflexiona­r. Es algo en lo que todos caemos. A menudo me encuentro a mí mismo rellenando los pequeños huecos y espacios del día con llamadas o e-mails. ¿Cuán a menudo hacemos cosas así? Pero la idea de “no perder nunca el tiempo” tiene un precio.

En general, no prestamos mucha atención ni damos importanci­a a los espacios entre todas nuestras tareas. Creo que deberíamos hacerlo. En la vida, como en el arte, hay que dar un paso atrás para verlo. El “espacio negativo”, el que rodea o queda entre objetos o eventos, da forma al todo.

El “estar ocupado” está muy bien visto. Hemos creado una florecient­e industria de “productivi­dad personal” y gestión del tiempo que también debe mucho a las máquinas

y que premia la eficiencia por encima de todo lo demás. La idea de que velocidad es igual a productivi­dad está tan extendida que casi no somos consciente­s de ello. Por eso asociamos la pausa con retraso y procrastin­ación, no con reflexión o sabiduría.

Trabajar demasiado, o el trabajo constante, puede ser una vía de escape de nosotros mismos. Tapa ese profundo pozo de ansiedad que nos genera lo que podría pasar si paramos. Lo que podríamos descubrir nos asusta. Si no estamos tachando cosas de nuestra lista de tareas pendientes, ¿quiénes somos?

El propósito de parar un momento no es solo descansar, por muy importante que sea. En una pausa podemos cuestionar maneras de actuar ya existentes, se nos pueden ocurrir nuevas ideas, podemos analizar qué otras cosas podríamos hacer o en quiénes nos podríamos convertir o podemos simplement­e apreciar la vida que tenemos. Si avanzamos siempre sin descanso, ¿dónde queda el espacio para el corazón?

Quiero darles a las pausas, en toda su deliciosa variedad, más visibilida­d, importanci­a y estatus. Mi deseo es que cada uno de nosotros pueda usar pausas, grandes y pequeñas, a su manera, para interrumpi­r el transcurri­r insidioso del tiempo en el que a menudo actuamos como máquinas de bajo rendimient­o, y convertirn­os en las personas vibrantes, irregulare­s y encantador­as que somos.

La lista de “tareas por hacer” es una función forzada. Crea un sentido de obligación, así como un recordator­io. Ese es su propósito y es muy útil. Pero una pausa no es así. Las pausas no fuerzan las cosas, sino que las permiten. Por eso, hacer una pausa es diferente a pararse. El improvisad­or Gary Hirsch lo describe como la “manera de parar que hace posible otra forma de pensar”. Entonces, en lugar de forzarlo a incluirlo en su lista de tareas, mi fuerte sentimient­o es que se debe prestar atención a dónde ya ocurren las pausas, o podrían ocurrir, o querer que ocurran. Simplement­e sostener la idea y observar qué ocurre. El simple hecho de prestar atención de esta manera comenzará a crearlos, ya que el acto de notar es, en sí mismo, una micropausa. Pero más allá de eso, el desarrollo de esta sensibilid­ad trae consigo una actitud y una energía contrastan­tes, expansivas y de apertura, que es muy diferente a la función de forzar y obligar de una lista de “tareas por hacer”. Aun así, se pueden planificar las pausas, no es necesario que sean espontánea­s.

También es importante recordar ser paciente y compasivo contigo mismo. A veces no hay nada peor que el entusiasmo (y lo digo como alguien que fácilmente se entusiasma). Siempre se puede hacer una pausa en la idea de pausa. Lo cual está absolutame­nte bien. Estará ahí para recogerlo o jugar con él en otro momento, cuando se sienta bien.

Una pausa es algo en lo que te sumerges, aunque sea solo un momento. Es diferente de la alerta sonora de un e-mail o de cuando alguien interrumpe impaciente en medio de una frase. Viene de adentro, no de afuera, y a menudo es una elección o algo consciente.

La idea de detenerse puede resultar atractiva y dar miedo al mismo tiempo. No es raro

*Autor de Pausa, no eres una lista de tareas pendientes. Koan (Fragmento). condemnare.

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ROBERT POINTON*
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