A la hora señalada
Pelearse con David Alfaro Siqueiros no fue una buena idea. Los arranques de violencia y furor de Siqueiros ya forman parte de la historia del arte. Pero el fotógrafo Leo Matiz, que había nacido en 1917 en Aracataca, mismo lugar que García Márquez, y que había llegado a México en abril de 1941, el mismo día que Ramón Mercader le hizo perder la cabeza a Trotski, no tuvo reparos al acusar al muralista de ladrón. Dijo que le había robado unas fotos y que las había usado para hacer “Cuauhtémoc contra el mito”. Lo que parece que es seguro es que Siqueiros nunca le pagó las fotos que le pidió. La respuesta a esta acusación fue del tamaño al que el autor de “Entierro de un trabajador” acostumbraba a hacer sus obras: lo acusó de ser agente de la CIA y días más tarde, el taller de Matiz se incendió. Esa es la razón por la cual tuvo que irse de México.
De lo que quedó antes de esa contienda fueron las imágenes de un momento genial de la vida mexicana. Los ocho años de Matiz en México son una impresionante muestra y una confirmación de su talento. De saber ir con inteligencia desde los paisajes rurales a los retratos de los protagonistas de ese momento: Diego Rivera, María Félix, Frida Kahlo y el mismísimo Siqueiros, entre otros. Y un don de la oportunidad que no siempre le trajo los mismos beneficios que se ven en sus fotos.
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