La inquietante realidad
Tonada que no canta
Alejandro Cesario poesía
El bruto muro de la casa propia; El humo de la chimenea; La última sombra; Ciervo negro; Fragor de borrascas; Estación de chapas
La Yunta, $ 400
Si en su anterior libro de poemas, El bruto muro de la casa propia (2018), Alejandro Cesario combinaba poesía social y refinamiento de la lengua, crónica de viaje y memoria familiar, costumbrismo y modernidad poética, con esta nueva obra aquel universo empobrecido y fantasmal que se extendía a través del conurbano bonaerense y pueblitos desérticos, zonas patagónicas y barrios desfallecidos, alcanza ahora la perfección de lo apenas insinuado, de la palabra que emerge del más profundo silencio como un efímero e hiriente destello.
El arte poético de Cesario consiste en un decir (o en una tonada) y un hacer resonar la lengua en fusión con esos seres y cosas que aparecen al margen de lo decible, de lo dicho, de lo indecible. Chozas, neumáticos como maceteros, cosechadores de yerba mate, ermitaños, cholas, durmientes raídos, piraguas, piélagos, cenizas, prostíbulos, vaguadas, la noche y la nada, la soledad y el silencio, y todo ello deslizándose en estos poemas exactos y lacónicos con la fuerza de pedradas o de rayos.
Aquí la lengua se vuelve una materia sólida, un tejido áspero y vibrante, una membrana viva de palabras y cosas desconocidas, en una verdadera poiesis (“creación”) que trae a la presencia aquello que de otra forma permanecería oculto. A su modo, lo dice en el prólogo Rafael Felipe Oteriño: “Los poemas de Tonada que no canta invitan a un contacto especial con el lenguaje y, de su mano, al descubrimiento de la capacidad de la poesía de hacerle un lugar a la inquietante realidad de lo que permanece callado, recortado, disminuido”.
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