Cartas a PERFIL
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HISTORIAS
Cuando Alfred Nobel inventó la dinamita no tenía la intención que sirviese para que los hombres terminaran matándose. Edward Jenner creó la primera vacuna del mundo para salvar vidas, pero no imaginó que daría nacimiento a un negocio reñido con la ética. Napoleón dispuso vacunar contra la viruela a sus ejércitos e impuso la inmunización. Manuel Belgrano ordenó vacunar en Buenos Aires a todos los pobres, niños y esclavos, pero él no se hizo vacunar.
En este siglo volvieron a usarse las armas biológicas, que son las armas nucleares de los países pobres. Esperemos que ningún perturbado quiera incluir al SARS-CoV-2 en ese arsenal, como sucedió con la tularemia, el ántrax, la brucelosis y la toxina botulínica.
Hoy se habla de “vacunas de cortesía”, “delivery de vacunas”, “vacunagate”, y a diario nos enteramos de vacunaciones encubiertas o clandestinas. Más que preguntarse “qué pasa con las vacunas”, la pregunta pertinente sería “qué no pasa con las vacunas”. En un mundo regido por el dinero, las finanzas y la Bolsa, medicamentos y vacunas ocupan un lugar preeminente junto al petróleo y la industria de armamentos. Los países más ricos acaparan vacunas como si fuesen pertrechos de guerra y estalla la batalla por las vacunas. Hackers intentan robar la tecnología de un laboratorio. Dos estados de Medio Oriente, enemigos, habrían acordado canjear prisioneros por la entrega de vacunas que uno de ellos le compraría a un tercero.
Hay empresas farmacéuticas que recibieron enormes sumas de dinero de los contribuyentes, y acordaron con los estados una cláusula de confidencialidad que vulnera la transparencia. En Europa algunas autoridades ya consideran la posibilidad de expropiar licencias y patentes para tener más vacunas (dominio público), porque se trata de un problema de salud pública. Aquí como en otros lugares, tenemos un circuito que no