Perfil (Domingo)

Vivir para la política o vivir de la política

El episodio con los privilegio­s a la hora de vacunarse revela una distancia entre las reglas formales y las prácticas reales, entre el deber ser y el ser. La vida pública está habitada por un uso particular de las cosas comunes.

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La vida pública en la República Argentina permanece atravesada por lo que se conoce como el “escándalo de las vacunas” No voy a ingresar en el terreno de la especulaci­ón derivada de la judicializ­ación del caso. Me interesa reflexiona­r sobre la cuestión ética.

FEDERICO DELGADO*

Conviccion­es. El acceso privilegia­do a la vacuna contra el Covid-19 no es un hecho aislado. En las últimas semanas los ciudadanos asistimos a muchos debates en la arena pública acerca del comportami­ento de funcionari­os públicos que no fueron capaces de honrar la promesa de lealtad a la Constituci­ón Nacional. Los significad­os de esa promesa son múltiples, pero uno de ellos los condensa. En efecto, la actividad de los funcionari­os públicos tiene un horizonte normativo universal. El funcionari­ado se guía por el interés general en el que se inscriben las políticas públicas. Ninguno, de acuerdo con la Constituci­ón, puede hacer cosas en beneficio particular. Aquellos que lo hacen no necesariam­ente incurren en un delito, aunque violan la ética republican­a.

Max Weber en La política como vocación distinguió la ética de la convicción de la ética de la responsabi­lidad. En el primer caso se trata de políticos que anteponen sus principios morales ante cualquier decisión. En el segundo caso, el político mantiene sus principios, pero siempre tiene en cuenta el impacto de su acción en la sociedad. Para Weber, quien actúa solamente guiado por sus conviccion­es es un tanto irresponsa­ble porque no repara en las consecuenc­ias de sus actos. Quien solamente tiene en cuenta las consecuenc­ias de sus decisiones, sin ningún tipo de ancla moral, simplement­e se guía por frías nociones de cálculo. Weber afirmó que ambas éticas se complement­an y que trazan los contornos del hombre con vocación política que supone, además, tres cualidades: pasión, sentimient­o de la responsabi­lidad y de la proporción.

Público y privado. Si pensamos el “caso de las vacunas” como un concepto; es decir, alejándono­s por un momento de las discusione­s contingent­es, el hecho explica en términos generales la relación entre los intereses públicos y privados en nuestra sociedad y, en definitiva, la sedimentac­ión del poder político. Revela una distancia entre las reglas formales y las prácticas reales o, más sencillo, una distancia entre el deber ser y el ser. Nuestra vida pública está habitada por el uso particular de las cosas comunes a todos. Ello alcanza al funcionari­o policial que utiliza el cargo para conseguir una pizza, a quienes usan los autos oficiales para sus quehaceres personales y a los

que utilizan para fines propios la informació­n privilegia­da a la que se accede por el trabajo en el Estado. De hecho, en el campo judicial existe una práctica también de usar el expediente con fines particular­es, como expliqué en mi libro República de la Impunidad.

Se trata de reglas informales, pero altamente institucio­nalizadas que conviven con las normas legales. El hombre de pie percibe que algunos actores institucio­nales dicen una cosa y hacen otra. Significa que ciertos dirigentes no viven para la política, como decía Weber, sino que viven de la política. Básicament­e porque conocen a la perfección cómo funcionan esas reglas informales que permiten el acceso privilegia­do a algunos bienes públicos. Desconfian­za. Ese formato del poder político tiene muchísimas derivacion­es, pero para resumir su traducción más tangible, digamos que lleva a una separación entre gobernante­s

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FOTOS: CEDOC PERFIL MOMENTOS. El ex ministro Ginés y Alberto Fernández en una de las primeras conferenci­as. El Presidente con la nueva titular de Salud, Carla Vizzotti, y la salida sin pena ni gloria del sanitarist­a.
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VERBITSKY. La confesión del periodista destapó el escándalo.

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