Perfil (Domingo)

Salud Mental. Cuando la ley y la realidad van por caminos diferentes

Una norma sancionada hace poco más de 10 años apunta a que la gente que padece algún trastorno permanezca internada la menor cantidad de tiempo posible, pero eso no ocurre. Según un censo de 2019, hay 12.035 personas alojadas en 162 neuropsiqu­iátricos del

-

“Es difícil volver a adaptarse después de tanto encierro. No volvés a ser el mismo”, dice Fernando Aquino, usuario del sistema de salud mental quien estuvo internado en tres oportunida­des en el Hospital José Tiburcio Borda, de la Ciudad de Buenos Aires. “En 1994, entré por primera vez; después, en 2001; y, por último, en 2005. Fueron estadías de un año aproximada­mente. Desde entonces, vuelvo siempre porque sigo participan­do de la radio La Colifata y porque me hice amigos ahí. El arte me ayudó a recuperarm­e”, cuenta. Los especialis­tas prefieren obviar el término paciente cuando se refieren a alguien que pasó por el neuropsiqu­iátrico. Las historias son muchas. En Argentina, actualment­e hay 12.035 personas internadas con un promedio de estadía que supera los ocho años. En lo que refiere estrictame­nte al sistema público, el tiempo que permanecen es de 12 años, según datos del Censo Nacional de Personas Internadas por Motivos de Salud Mental, realizado en 2019 por la Dirección Nacional de Salud Mental y Adicciones. Si bien la Ley N° 26.657 establecía el cierre de los hospitales monovalent­es para 2020, a poco más de diez años de su sanción aún quedan 162, entre públicos y privados. “La aplicación de la norma tiene pendientes importante­s, así como avances en el campo del derecho, hay situacione­s que nunca más se van a repetir”, explica María Graciela Iglesias, directora del Organismo Nacional de Revisión de Salud Mental, el ente encargado de verificar el cumplimien­to de la ley. Entre los avances logrados en esta década, Iglesias resalta: “Las internacio­nes ahora son breves, hay cada vez más trabajo interdisci­plinario e intersecto­rial, existen más controles de los derechos y a nadie le es ajeno que un defensor intervenga en una internació­n involuntar­ia. También se crearon algunos dispositiv­os aislados de externació­n. En la provincia de Buenos Aires, por ejemplo, se están construyen­do más casas de medio camino en el Hospital Interzonal Esteves, de Temperley; en el Domingo Cabred, de Open Door; y en el Alejandro Korn, de Melchor Romero. En la Ciudad, venimos reclamando por la amplitud. Incluso, hay un amparo que obliga a crear esos dispositiv­os, pero no se cumple”. Según el informe “10 años, 10 deudas”, realizado por la Asociación Civil por la Igualdad y la Justicia (ACIJ), se registran varias falencias en la aplicación de la ley, pero entre las más importante­s está la falta de servicios de salud mental en los hospitales generales, ausencia de una red de dispositiv­os alternativ­os para reemplazar a las institucio­nes monovalent­es, presupuest­o insuficien­te, prejuicios de la sociedad y escasa informació­n producida por el Estado en la materia. Casas de medio camino. Hospitales de día, casas de convivenci­a, centros de capacitaci­ón sociolabor­al, servicios de atención domiciliar­ia y de apoyo, así como servicios para la promoción de la salud mental son algunos de los dispositiv­os alternativ­os a la internació­n que deberían crearse según el artículo 11 de la ley sancionada en 2010. “La norma propone que el sistema de atención deje de ser manicomial y se implemente un modelo basado en la atención comunitari­a, que permita la inclusión social de las personas con padecimien­tos de salud mental”, afirma Eduardo Quiroga, abogado del Programa Derechos de las Personas con Discapacid­ad de ACIJ. Hoy, el número exacto de casas de medio camino se desconoce, pero, según Mariano Veiga, psicólogo del Hospital Braulio Moyano, las que “hay son pocas”. “En la Ciudad de Buenos Aires -cuenta-, hay tres que deben tener un total de 40 camas y solo en el Moyano hay 600 mujeres internadas. No alcanzan”. ¿Cuál es el principal problema? “Es una ley sin presupuest­o. La normativa propone, desde una perspectiv­a de Derechos Humanos, medidas importante­s y positivas que sin inversión y sin presupuest­o sustancial son imposibles de aplicar”, agrega. Según lo establecid­o, el presupuest­o para esto debería representa­r el 10% de las partidas destinadas al sector de Salud Mental, pero hoy es del 1,5% y gran parte se invierte en el mantenimie­nto de los hospitales monovalent­es, según datos de ACIJ. “En Capital, la infraestru­ctura necesaria para cerrar los neuropsiqu­iátricos no existe. Si se cierran, ¿qué pasaría con las personas internadas?”, se pregunta Veiga, y agrega: “Sin una inyección de presupuest­o sustancial para reemplazar los hospitales monovalent­es, no sirve”. La situación económica de los usuarios del servicio público de salud mental también debe ser tenida en cuenta porque, dice Veiga, “es muy difícil darle el alta a una persona que no cuenta con recursos económicos, una red familiar, asistencia

a normativa propone didas interesant­es que sin ersión y presupuest­o son plicables”, asegura Mariano iga, psicólogo del Moyano.

“Existen muchos prejuicios que debemos cambiar como sociedad. Falta solidarida­d y empatía”, reflexiona Eduardo Aquino, exinterno del Borda.

del Estado, tanto laboral como hacional”. Todas esas condicione­s son esarias para acortar el tiempo de las rnaciones, algo que se proponen los fesionales, según Veiga. úblico y privado. Si bien la ley conpla de igual manera a los sistemas lico y privado, la situación es bien disa entre ambos. “En el sistema público mayoría de los pacientes tienen pocos ursos. Son personas que vienen de siciones vulnerable­s, sin trabajo, carende contención y terminan internadas una descompens­ación psiquiátri­ca, o también por todo el contexto. No es mismo la salud mental con plata que ella. Es distinto. Una persona con resos puede pagar un acompañami­ento péutico en su casa, eso es otra cosa”, arca Veiga. esde el Órgano Revisor, Iglesias cuenue realizan monitoreos a los dos secs por igual. “Para el Estado, la responilid­ad se da en ambos. De ninguna nera lo privado puede estar ajeno a transforma­ción, que responde a esdares internacio­nales que hablan de esinstituc­ionalizaci­ón de las personas o primer camino”. ara velar por la aplicación de la Ley 657 a nivel federal, los Órganos de Reón Provincial­es que debían crearse sela normativa son esenciales. “Son los argados de supervisar la implementa­n de la ley y el resguardo de los deres de las personas”, señala Iglesias. Aún ten 12 jurisdicci­ones que no crearon esos organismos. Por otra parte, son muy pocos los que cuentan con abogados especializ­ados en salud mental y Derechos Humanos para representa­r a las personas internadas. Prejuicios y estigma. “El sistema manicomial fracasó en el mundo entero”, plantea Quiroga, desde ACIJ. “La Ley es un paso fundamenta­l en materia de salud mental para nuestro país. Se trata de una respuesta a una deuda que había con los usuarios, con organismos de Derechos Humanos y con organizaci­ones internacio­nales. Hay evidencia científica que afirma que la desmanicom­ialización tiene mejores resultados y garantiza el derecho de las personas. Las barreras que impiden su implementa­ción son muchas, entre ellas que el tema siga ocupando un lugar marginal y no esté en las agendas públicas de los Estados nacionales o provincial­es. A esto se le suma el estigma que existe sobre las personas”. La alusión a la locura suele usarse de manera insultante y despectiva en la cotidianei­dad. “No seas loco”, “estás demente”, “andá al psicólogo” y “estás mal de la cabeza” son algunas de las expresione­s que se utilizan con naturalida­d. “Es un estigma muy dañino para quienes padecen de alguna patología mental. Es lo que hace que las personas no concurran a un tratamient­o adecuado a tiempo, lo cual causa que el sufrimient­o se intensifiq­ue, que se cronifique­n las enfermedad­es, que se pierdan vínculos sociales, capacidad económica y, además, se pone en riesgo su vida. El estigma es algo que tenemos que revisar como sociedad para poder generar un aprendizaj­e, entender de lo que se trata, porque muchas veces está ligado al desconocim­iento y al temor”, asegura la psiquiatra Capellino. La salud mental, en definitiva, “es un estado de bienestar determinad­o por factores físicos, sociales, psicológic­os y biológicos. No es solamente la ausencia de enfermedad­es, como lo define la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS)”, afirma la especialis­ta. “Es un estado que nos permite desarrolla­rnos como personas haciendo uso de la libertad”, agrega. Durante la pandemia, el encierro dejó sus huellas y se incrementó “el estrés, la ansiedad, la depresión, las alteracion­es en la calidad del sueño y metabólica­s, el consumo de alcohol y tabaco, así como los suicidios. Si bien todavía no podemos sacar una conclusión porque aún transitamo­s el mismo contexto, hay trabajos que demuestran las consecuenc­ias negativas del confinamie­nto en otras epidemias que sucedieron”, asevera Capellino. “Todos podemos sufrir problemas de salud mental. La integració­n con la comunidad es fundamenta­l. Existen muchos prejuicios que debemos cambiar como sociedad, hay muchas suposicion­es que se hacen: que sos peligroso, que vas a asesinar o robar. Todo eso genera que después cueste mucho estar en pareja, formar una familia, volver a trabajar. Hace falta más informació­n y empatía”, reflexiona Aquino. Según el Censo de 2019, solo el 36% de las personas internadas representa­ba un riesgo para sí o para terceros y poco más del 37% continuaba internado por problemas sociales o de vivienda. La expulsión de la vida “normal” deja huellas irreparabl­es. Allí es donde la cultura aparece en escena y aporta su granito de arena. “A mí, lo que más me sirvió fue el Frente de Artistas del Borda y la radio La Colifata, donde empecé a hacer nuevos amigos. Tenía actividade­s, había talleres de lunes a viernes. Cuando estás internado, solo podés fumar y tomar mate, mucho más no hay para hacer. En cambio, estos espacios te ofrecen propuestas. Comencé a hacer arte, a escribir, a leer poesía, a saber que tengo derechos. Ahí vino la cura, volvió la energía, recuperé mi vida, comencé a trabajar, volví a sentirme un ser humano. Y cuando pude salir, tuve la suerte de tener a mi familia que me esperaba del otro lado”, recuerda Aquino. A 10 años de la sanción de la ley, está claro que no es un hospital el lugar donde una persona debe vivir. “Si es necesaria su internació­n, debe tener una estancia lo más corta posible, pero el lugar de las personas es la comunidad, siempre contando con los apoyos indicados y la atención correspond­iente”, insiste Iglesias. “Es fundamenta­l que se conozca la ley y que comprendam­os que su aplicación es en beneficio de toda la sociedad, no es algo aislado y de unos pocos”, añade Quiroga. Mientras su aplicación plena se retrasa, más de 12.000 personas internadas esperan poder recibir una mejor atención que contribuya a su reinserció­n en la sociedad.

 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina