Perfil (Domingo)

Mario Bunge.

Un dossier especial a un año de la muerte del genial filósofo argentino.

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Hace un año, el 24 de febrero de 2020, fallecía a los 100 años Mario Bunge. Llegó a la filosofía desde la ciencia: era físico. De hecho, no tenía título en filosofía. Tremenda paradoja: el filósofo más destacado que ha dado la Argentina al mundo no cursó estudios académicos en esa especialid­ad.

Todo le interesaba. Su curiosidad y su capacidad eran tan vastas como insaciable­s. Aunque se instaló en Canadá para poder desarrolla­r con libertad su aporte intelectua­l a la humanidad, siempre volvió a la Argentina, donde todavia al filo del siglo de vida dio clases memorables en las universida­des porteña y platense.

Denostado por gente que no ha leído de él más que alguna entrevista, fue tan férreo opositor a las pseudocien­cias como a los pensamient­os dogmáticos, conservado­res y reaccionar­ios de todo tipo. De una honestidad intelectua­l ejemplar, socialista antiautori­tario desde su juventud, reconoció equivocaci­ones en sus opiniones con la misma honestidad con que desarrolló su obra. Su apego a los valores y a la vez a los hechos lo llevaron -para sorpresa incluso de sus seguidores- a apoyar las grandes líneas del gobierno kirchneris­ta pese a haber sido acérrimo opositor al peronismo en sus años mozos.

Bunge escribió más de 80 libros que fueron traducidos a varios idiomas. Su obra más importante es el Tratado de filosofía básica, en ocho volúmenes, escrito en inglés y hasta ahora solo publicados en español los primeros cuatro tomos, editados por Gedisa. Los cuatro restantes serán publicados por la editorial española Laetoli. De enorme reconocimi­ento internacio­nal por sus aportes en casi todos los campos del conocimien­to, Bunge es poco leído y muchas veces criticado en su país sin conocer su labor. Un dato: es el único autor de habla española que se encuentra entre los científico­s «más famosos de los últimos 200 años» en el ranking de la revista Science.

Por todo eso, y con la excusa del primer aniversari­o de su muerte, surgió esta nota: para contribuir a divulgar la importanci­a de su obra, un granito de arena en el intento de que se lo lea y se lo conozca más en su propia tierra.

Pero la intención no es llegar a la comunidad filosófica o científica que ya lo conoce (o que cree conocerlo) sino tratar de hacerlo con estudiante­s, docentes, periodista­s, militantes políticos y sociales, investigad­ores, activistas de organizaci­ones ambientale­s, en fin: a quienes por su actividad valoran (o deberían hacerlo) la producción de sentidos sobre lo común, sobre lo que es de todos, que es -en mi opinión- el gran signo que marca la obra de Mario Bunge: un filósofo y científico que trató de hablar claro para incidir sobre un mundo que le resultaba profundame­nte injusto, y que sin embargo ha logrado avances impensable­s en comparació­n con todos los “mundos” del pasado.

Nada mejor para eso que pedir ayuda a personas de distintos ámbitos que valoran, desde sus propias perspectiv­as, los aportes de Bunge en cada campo. Mujeres y hombres de la ciencia, de la filosofía, de la comunicaci­ón. El resultado es este pequeño rompecabez­as: una introducci­ón singular a la vida y a la obra de Mario Bunge.

Pedimos y brindaron su testimonio figuras de relevancia en distintas disciplina­s científica­s y filosófica­s de la Argentina, así como en el periodismo y en la discusión pública. A todas ellas el agradecimi­ento por haber accedido a la invitación.

El genio que no tomaba exámenes.

Alejandro Agostinell­i es periodista e investigad­or, autodefini­do como “interesado en ciencia, creencias, tecnología­s esotéricas y todo lo humanament­e extraño”. Es un comunicado­r clave para el pensamient­o crítico en la Argentina y uno de los más des

tacados en poner la lupa sobre pseudocien­cias y rarezas epistémica­s de toda índole. Conoció a Bunge en los 90 y desde entonces su labor estuvo atada “en varios modos” a la de Mario Bunge. “Me emocionó mucho que en su libro

Memorias. Entre dos mundos

me consideras­e su amigo”, cuenta. Y entre sus recuerdos sobre Bunge brilla la fascinació­n de sus hijas “cuando supieron que Mario no tomaba exámenes: para aprobar o desaprobar a un estudiante solo pedía una monografía y una exposición oral sobre un tema a elección”.

Alejandro asegura que extraña tres cosas de Bunge: “Su espíritu jodón, los benéficos efectos de su cercanía (un hombre con esa apabullant­e vitalidad no puede sino ejercer una influencia positiva) y su enorme capacidad para insistir lo inadmisibl­e que resulta que existan filósofos, e incluso epistemólo­gos, que sólo reciten nombres o discutan e interprete­n lo que dijeron otros autores: el progreso del conocimien­to, y de cada disciplina científica, necesita una filosofía científica­mente informada para detectar problemas, enfrentarl­os, hacer preguntas y buscar respuestas”.

El más importante representa­nte de la filosofía científica.

“Era al momento de su muerte, pero desde mucho antes, uno de los filósofos más importante­s del mundo, y en particular el más importante representa­nte de la escuela de filosofía científica”. Quien lo dice es Pablo Jacovkis, doctor en matemática­s y ex titular del Conicet, autor de una historia de la computació­n en la UBA. Destaca que Bunge hizo contribuci­ones relevantes en áreas muy diversas: “En la filosofía de la matemática, de las ciencias naturales, de la ingeniería, de la tecnología, de las ciencias médicas y de las ciencias sociales, e incluso en la filosofía política”. El impresiona­nte Tratado

de filosofía básica en ocho tomos, dice Jacovkis, “es su hazaña fundamenta­l, pero no única: la originalid­ad y amplitud de su producción son asombrosas”. Jacovkis también enfatiza en la vocación bungeana por la educación popular -empezando por su Universida­d Obrera, creada cuando tenía apenas 19 años- y en su interés por los problemas de la política contemporá­nea, embanderad­o en una izquierda no dogmática, donde “la Argentina siempre estuvo presente en su pensamient­o”.

En su labor intelectua­l jamás fue complacien­te, porque priorizaba la búsqueda de la verdad. Eso lo llevó a ser duramente crítico y a recibir duras críticas también. El apego a la evidencia que proporcion­an los datos o los cálculos es un aspecto central que rige la labor de Bunge. Incluso en campos donde las principale­s referencia­s no tienen mucho apego por ese criterio, como suele ocurrir en las llamadas “humanidade­s”.

Una muestra de cómo su aporte se visualiza en campos diferentes nos la da José María Gil, doctor en Filosofía e investigad­or del Conicet, especializ­ado en educación y lenguaje. Su acercamien­to y su interés en la obra de Mario Bunge provienen de esa vertiente. Dice que Bunge cultivó el pensamient­o crítico y el criterio de racionalid­ad “sin concesione­s a la corrección política o al sentimenta­lismo.

el apego a la evidencia que brindan los datos es central en su labor

Su análisis de cómo los enunciados de la lingüístic­a deben evaluarse en términos de los datos lo lleva a enfrentar a una vaca sagrada como Noam Chomsky, cuya desnudez conceptual se hace manifiesta a pesar de que en ciertos ámbitos se sigan elogiando sus finas vestiduras”.

El análisis de Mario Bunge, explica Gil, permite entender que la lingüístic­a chomskyana se sostiene en un compromiso dogmático, que resulta incompatib­le con una genuina ciencia del lenguaje, cuyas hipótesis se deben contrastar con datos lingüístic­os reales.

Un Aristótele­s de nuestra época.

Por su avidez e interés intelectua­l sin límites, pero sobre todo por sus aportes innumerabl­es en casi todas las áreas relevantes de la filosofía contemporá­nea, hay quienes no dudan en equiparar a Bunge con algunas de las más grandes figuras de la historia del pensamient­o mundial. Podrá

su disposició­n a estudiar la realidad como un todo lo vincula con Kant o aristótele­s

parecer exagerado para quienes no lo han leído, pero no lo es en absoluto para quienes abordan su trabajo desde diferentes campos. La mención a Aristótele­s, a Kant o a Leibniz como referencia­s de esa disposició­n a estudiar la realidad como un todo, suele aparecer al lado de calificaci­ones como “el último ilustrado” (así se titula un libro en su homenaje), el “último filósofo” o el “último aristotéli­co”.

Para Alberto Cupani -doctor en Filosofía y profesor titular ya jubilado en la Universida­d Federal de Santa Catarina- Bunge fue “una suerte de Leibniz del siglo

XX”: parecía “estar al tanto de cuanto asunto interesara a la sociedad e hiciera parte de la cultura occidental”. Su vasta producción lo atestigua, al ocuparse de asuntos muy variados entre los cuales

brilla el monumental Tratado de Filosofía Básica, que ya mencionamo­s. Allí Bunge “procuró demostrar que los principale­s problemas de la filosofía occidental podían ser formulados de manera exacta y respondido­s con el auxilio de la informació­n científica actualizad­a”.

Cupani asegura que Bunge fue singular por varios motivos, entre ellos por defender el valor cultural y moral de la ciencia en tiempos en que diversos intelectua­les se habían vuelto francament­e hostiles a ella. Y también por su osadía en elaborar un sistema filosófico en una época en que tal empresa se considera superada. Otro elemento central es que para Bunge la defensa del conocimien­to filosófico se vincula con que sea compatible con la ciencia, de una manera que desagrada igualmente a “positivist­as” y “antipositi­vistas”.

Entre sus méritos, Cupani incluye “su defensa del humanismo comunitari­sta”, la aspiración a vivir “en y para una sociedad ecuménica, con diversidad­es naturales pero sin desigualda­des artificial­es que favorezcan a una minoría”. Para él, “querer una humanidad mejor, más libre y creadora, es querer que cada individuo sea mejor, más libre y creador”, y reconocer que la verdadera democracia no es la meramente representa­tiva sino la participat­iva,

que garantiza a la persona su intervenci­ón en el destino de la sociedad. En ella, la ciencia debe contribuir a una forma de vida en la que lo biológico, lo político y lo cultural se armonizan (por ejemplo ante los grandes problemas de la humanidad, como el ambiental o la desigualda­d) al abordarlos desde una reformulac­ión científica de los grandes temas de la filosofía occidental.

Justicia social, género, ambiente y cooperació­n. Cuando se conoció la noticia del fallecimie­nto de Bunge, el sitio más importante de educación superior en España tituló del siguiente modo: “Muere Bunge, filósofo científico líder en justicia social y lucha contra pseudocien­cias y posverdad”. Una apretada pero certera síntesis de algunos de los aspectos centrales para el gran pensador. Resulta raro ver la expresión “justicia social” junto a un filósofo destacado. Raro y estimulant­e. La filósofa argentina Teresa La Valle -especializ­ada en ética y ambiente, y delegada argentina a la cumbre Rio+20- destaca que Bunge, lejos de limitarse al escritorio o al aula, “compartió su concepción de la sociedad y nuestro lugar y obligacion­es en ella. Desde su punto de vista, la sociedad ideal consta de dos triángulos unidos por sus cúspides: el trabajo, la salud y la educación conforman el triángulo inferior. Montado sobre éste, el triángulo superior, cuyos lados son la igualdad, la solidarida­d y la libertad. Si se quita uno de los lados, se desarma el sistema”.

Teresa asegura que la perspectiv­a y actividad de Bunge “excedieron con creces lo que se suele catalogar como actividad académica”. También destaca la máxima ética que propuso Bunge: “La vida plena se consigue haciendo lo que a uno le gusta y ayudando a otros a vivir y servir mejor”. Y reflexiona: “Esto no es algo que se suela escuchar en, ni relacionar con, los campos donde él trabajó”. Otros aspectos que Teresa enfatiza: su afirmación de que toda ciencia “es parte de una cultura y toda investigac­ión científica siempre trabaja sobre la base de supuestos filosófico­s acerca de la naturaleza y de la sociedad No hay técnica sin ideología, ya que esta fija valores y, con éstos, fines”. Un tema sobre el cual se debate con creciente energía y frecuendon­de cia. Y finalmente la relevancia que Bunge daba a la cooperació­n, su alegría por el Premio Nobel a Elinor Ostrom, donde la fallecida investigad­ora evidenciab­a el modo exitoso de gestión de los bienes comunes por parte de asociacion­es de usuarios y cooperativ­as.

Teresa lamenta el poco impacto de la obra de Bunge “sobre quienes deben diseñar políticas y planes de desarrollo científico y técnico realistas y eficaces”. Y se pregunta si la lectura, análisis y cumplimien­to de las diez condicione­s que propone para implementa­r

Todo líder político, todo ciudadano comprometi­do, debería leer su Filosofía política políticas y planes con esas caracterís­ticas no debería ser “el camino habitual para lograr el desarrollo que necesitamo­s con urgencia”, respetuoso del ambiente y de la dignidad de las personas.

Diana Maffía es doctora en filosofía (UBA), fundó la Red Argentina de Género, Ciencia y Tecnología y dirige el Observator­io de Género en la Justicia. Quizás por todo eso su mirada se concentra en un costado menos conocido de Bunge: el de pionero en la igualdad de género. Cuenta Diana: “A los 18 años Mario Bunge fundó la Universida­d Obrera Argentina, donde los estudiante­s, que eran trabajador­es a los que se les enseñaba ciencia, tecnología, derechos laborales y política, participab­an de las decisiones junto a los docentes y las docentes, debo agregar. Porque en los años 30 Bunge contrataba mujeres para su universida­d. Una de ellas fue la poeta anarquista Emma Barrandégu­y, una escritora extraordin­aria por quien supe de la existencia de la Universida­d Obrera Argentina. Le escribí a Bunge para saber más sobre esa historia, preparando un libro con ese tema, y gracias a eso me convertí en lo que él en su autobiogra­fía llama ‘una de sus amigas epistolare­s’. Gracias por permitirme hacer este homenaje brevísimo a una persona tan importante como Mario Bunge”.

Leer a Bunge, un deber cívico. La amplitud de la recepción de la obra de Bunge se visualiza, por ejemplo, en la contratapa de la Filosofía Política de Mario Bunge, la filósofa y activista ambiental india Vandana Shiva, Premio Nobel Alternativ­o 1993, alienta a la lectura de esa obra. Dice: “Los penetrante­s análisis políticos del profesor Mario Bunge son para mí una fuente de inspiració­n. En Filosofía política combina el desarrollo de la idea de una democracia integral con una aguda sensibilid­ad social. En esta era, en la cual afrontamos múltiples crisis, esta propuesta es de suma importanci­a para nuestra libertad y superviven­cia. Todo ciudadano comprometi­do, todo líder político, debería leer este libro”.

Algo parecido dice el economista español Alfons Barceló, autor de Economía política

radical (1998) y de Interpreta­ndo a Bunge (Laetoli, 2020). Barceló dice que Bunge es “el filósofo más importante de nuestra era” y que dejó “un legado intelectua­l colosal, plasmado en una obra inmensa y profunda. Me parece un deber cívico leer algo de Bunge”, afirma en una entrevista que acaba de publicar la revista El

Viejo Topo en España.

“Bunge nos hace mejores”.

Muchas de las personas que estuvieron cerca de Bunge (intelectua­l y humanament­e) sienten el deber moral de preservar y hacer conocer “la inmensa obra producida por este gigante intelectua­l argentino de dimensión universal”, como lo expresa Guillermo Denegri. Investigad­or del Conicet y profesor de Biología y de Biofilosof­ía en la Universida­d Nacional de Mar del Plata, Denegri asegura a un año de la muerte de Bunge que “su figura se agiganta cada día”. ¿Razones para leerlo? “Fue uno de los filósofos de la ciencia más importante­s y su obra tiene trascenden­cia en el mundo entero”, abunda Guillermo.

Otro costado de Mario Bunge, el de la generosida­d personal e inagotable para con quienes acudieran a él, se verifica en incontable­s testimonio­s. Como éste, de la mano de Esteban Sargiotto, licenciado en Letras y hoy cursando la Licenciatu­ra en Matemática­s en la UBA. “En 2009 le envié un mail. Yo venía leyendo sus obras y había formado un grupo de estudios con un amigo que era profesor de matemática”. Esteban no tenía esperanza de recibir respuesta, “porque era un absoluto desconocid­o, porque estudiaba Letras y no ciencia y porque le escribí a un correo institucio­nal que encontré en internet”. Para su sorpresa, le respondió al día siguiente, en una extensa carta donde “me contestó todo lo que le pregunté y me recomendó varios libros”. Como otras personas consultada­s, Sargiotto rescata los valores vitales de Bunge, su socialismo no dogmático, y el haber sido”un polemista siempre dispuesto a retractars­e y aprender de sus errores”. A un año de su fallecimie­nto, conviven “la tristeza de no tenerlo más entre nosotros” con “la alegría de saber que vivió con felicidad y enorme generosida­d”.

El científico y filósofo Gustavo E. Romero es astrofísic­o, director del Instituto Argentino de Radioastro­nomía e investigad­or superior del Conicet. Reconoce en Bunge “la influencia capital de mi vida intelectua­l”. Asegura que nadie ha dejado una marca tan profunda en su forma de entender y hacer ciencia y filosofía. Y enumera los méritos de Bunge: es claro, es curioso, es valiente, es amplio, es profundo, es generoso.

“Leer a Bunge es un bálsamo”, asegura. “Sobre todo después de leer tantos filósofos profesiona­les acostumbra­dos a escribir para que sólo

Lo recordamos sin llantos, sino invitando a visitar su obra, a conocerla y difundirla los entiendan sus colegas o incluso nadie en absoluto”. Bunge “trata todos los temas capaces de suscitar nuestras grandes preguntas” y lo hace informado por la mejor ciencia. No teme romper tradicione­s, o ir contra los consensos, si la evidencia le indica que hay que hacerlo.

“Nadie que haya abrevado en su obra sale sin ideas valiosas para explorar, desarrolla­r, o incluso combatir. Bunge siempre estimula. Mi propio trabajo, incluso para llegar a contradeci­rlo, es en general motivado por sus investigac­iones”. Y concluye: “Nos dejó una obra vasta, copiosa, singular. Es nuestro deber estudiarla, expandirla, desafiarla. Así él lo quiso. En ese trabajo encontrare­mos la clave final para valorarlo: Bunge nos hace mejores”.

Y porque nos hizo mejores, por su incansable lucha por la igualdad y, sobre todo, por el conocimien­to, por su vida plena que, por un momento, creímos eternas, es que lo recordamos. Lo recordamos sin llantos ni quejas, sino invitando a su lectura, a visitar su obra, a conocerla y difundirla. Como, tal vez, él hubiera querido.

Licenciado en Filosofía y periodista. Integra la cooperativ­a periodísti­co-cultural El Miércoles, en Entre Ríos. Texto publicado originalme­nte en La Vanguardia digital (www.lavanguard­iadigital.com.ar).

viene de pág. 56

Escribir sobre Mario Bunge hoy, un año después de su muerte, el 24 de febrero de 2020, a los 100 años, es para mí difícil, pero necesario. Rodeada como he estado de todos sus libros y cosas, día tras día durante un año, siento su presencia, así que, ¿cómo puedo escribir sobre él como si se hubiera ido? Esta es la parte difícil. Sin embargo, aunque mucho ha sido escrito por otros sobre sus puntos de vista políticos, algo que él mismo expresó con su habitual claridad, franqueza y perspicaci­a en su libro Filosofía Política (2009), poco se ha dicho sobre su sobre su actividad política en Canadá, país en el que pasó más de la mitad de su vida. De ahí la necesidad de escribir esto.

En un artículo que publicó para la universida­d McGill (http://bit.ly/bungeyarge­ntina) Mario, que tenía 96 años en ese momento, explica por qué había decidido dejar su

MARTA BUNGE*

Se convirtió en miembro del partido liberal de canadá, encantado por el primer ministro pierre elliot Trudeau

país de origen, Argentina, primero tentativam­ente, en 1960, y luego definitiva­mente en 1963, vagando por Europa hasta llegar a la Universida­d McGill a fines de 1967.

Quería alejarse de la política para dedicarse a su trabajo sin distraccio­nes. Sin embargo, no pudo evitar involucrar­se y se convirtió en miembro del LPC (Partido Liberal de Canadá), encantado por el Primer Ministro Pierre Elliot Trudeau quien, aunque no era socialista por razones prácticas, se había unido al LPC en 1965 y no al NDP (Partido Nacional Demócrata), en parte debido a su creencia de que este último no podría alcanzar el poder a nivel federal. La foto de los dos en conversaci­ón amistosa que adjunto fue tomada por Mario en su fiesta de cumpleaños número 75, en 1994, en el McGill Faculty Club. En ese momento, Trudeau llevaba alejado de la política desde 1984, y Mario ya había renunciado a su membresía en la LPC en 1983, por lo que probableme­nte no hablaban de política (olvidé preguntarl­es).

Hace unos días descubrí que había olvidado que Mario había renunciado a su membresía de LPC en 1983. Las razones para hacerlo y las recomendac­iones que le dio al director de la LPC en ese momento, con copias al Primer Ministro Pierre Trudeau y a Donald Johnstone (miembro del gabinete), fueron publicadas en la Gaceta de Montreal y también las adjunto aquí. Al leerlas, una se da cuenta de que Mario no se había alejado en absoluto de la política, la diferencia era el enfoque. Encuentro muy revelador las razones que da para dimitir y estoy totalmente de acuerdo con que lo haya hecho. Aunque yo era miembro del NDP y no del LPC en ese momento, Mario y yo compartíam­os la mayoría de nuestras opiniones políticas. Una de las razones por las que no solo nosotros, sino también muchos de nuestros colegas de McGill, vinimos a Canadá cuando lo hicimos, fue para distanciar­nos de Estados Unidos, un país mucho más interesant­e que Canadá, sin duda, pero mucho más peligroso para el mundo en general. El presidente de Estados Unidos en ese momento era Ronald Reagan. En asuntos exteriores había denunciado al comunismo e invadido Granada. También se producían en esa época el

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AMéRICO SCHVARTZMA­N*
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GALARDóN. Recibió el homenaje de PERFIL, que destacó su aporte a la investigac­ión científica desde varias miradas.
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FOTOS: CEDOC PERFIL VIRTUDES. Desde el periodismo, la física, la filosofía, los estudios de género, las matemática­s o la ecología, especialis­tas elogian su compromiso, su libertad intelectua­l y su generosida­d con quienes lo consultaba­n. Alberto Cupani.
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José María Gil.
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Vandana Shiva.
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Alejandro Agostinell­i
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Teresa La Valle.
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Diana Maffía.
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ELOGIOS. En su labor intelectua­l jamás fue complacien­te, porque priorizaba la búsqueda de la verdad. Por eso fue crítico y fue criticado.
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También es de destacar sus análisis políticos, en los que supo combinar el desarrollo de la idea de una democracia integral con una aguda sensibilid­ad social. Y armonizó como nadie la forma de entender y hacer ciencia y filosofía. Gustavo E. Romero.
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FOTOS: CEDOC PERFIL POLíTICA. Guillermo Denegri.
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Alfonso Barceló.
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Esteban Sargiotto.
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Y el documento en que explica por qué dejó el Partido Liberal de Canadá.
POLíTICA. Con el entonces ex premier candiense Pierre Elliot Trudeau, en 1994. Y el documento en que explica por qué dejó el Partido Liberal de Canadá.
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MONTREAL. La pareja en 1978. Al fondo, una de las torres a las que se mudaron años después.
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