De la Cruz.
El uruguayo, figura en River pero resistido al inicio, recuerda: “Llegué a creer que esto no era para mí”.
Walter Gómez, Luis Cubilla, Roberto Matosas, Nelson Gutiérrez, Antonio Alzamendi, Rodrigo Mora y Enzo Francescoli son solo algunos de los futbolistas que a lo largo de la historia han profundizado el idilio entre el Club Atlético River Plate y la República Oriental del Uruguay, el mismo país donde nacieron dos hermanos que se llevan 13 años y que tienen estilos distintos pero comparten un talento, una precisión, una elegancia y una técnica excepcionales: Carlos Andrés Sánchez Arcosa (Montevideo, 1984) y Diego Nicolás De la Cruz Arcosa (Montevideo, 1997).
Es el de De la Cruz un caso casi cinematográfico de personificación del american dream. Y aunque la resistencia de la hinchada en sus primeros días como Millonario le generó problemas emocionales de los que ha hablado con sinceridad, el mediocampista no tiene tiempo para la soberbia ni para la inmadurez.
-¿Qué relevancia deportiva y emocional ha tenido renovar contrato con River?
-La verdad es que es una satisfacción y un orgullo que quieran seguir contando conmigo. Si bien se dilató por detalles, se encaminó para bien y benefició a todos: Liverpool, River y yo. Así que eso me da tranquilidad, y ojalá pueda seguir por un tiempo más en el club.
-¿Cómo vivió usted el cambio de estatus entre aquel jugador resistido y este ídolo?
-Sinceramente no me considero ídolo, pero siento que el hincha me quiere. En el primer momento fui resistido y mirado de reojo, lo cual es comprensible porque se había pagado un porcentaje alto por mi pase. Por eso ha sido importante el apoyo del cuerpo técnico y de mis compañeros para poder dar vuelta a la página. Y yo pude retribuir esa confianza.
-¿Qué rol extra deportivo tuvo Marcelo Gallardo para que usted pudiera superar aquel murmullo que se creaba durante los primeros meses?
-Un rol muy importante. Pero si me detuviera solamente en Marcelo estaría errado, porque el presente también se explica gracias a los profes, a los kinesiólogos, a los médicos, a la neurocientista y al psicólogo. Son muchas personas que están atrás, que no se ven y que hacen un trabajo tan importante como el del cuerpo técnico y el de mis compañeros. Yo tuve que respaldarme en ellos y en mi familia.
-¿La adversidad lo fortaleció o lo hizo madurar más rápido?
-Las dos cosas. Tuve que madurar muy rápido, porque el cambio del fútbol uruguayo al “Mundo River” fue muy grande y no estaba acostumbrado a tantas presiones. Hasta llegué a creer que esto no era para mí. Pero pude dar un giro de 180 grados, entre otras cosas porque tenía a una hija que mantener y mostrarle que el esfuerzo es un valor a realzar.
-¿Por qué hay tanto hermetismo respecto del método de Gallardo, un técnico admirado en todo el mundo y también fuera del fútbol?
-Tiene que ver con un trabajo silencioso que nosotros hacemos diariamente. No nos interesa andar ventilando la forma en que vivimos, tal vez porque esa es la política del club. Todo el día sos jugador de River y estás expuesto a lo que se dice, a dónde andás y dónde caminaste. Esta dirigencia y el entrenador han llevado adelante una línea que tiene que ver más