Desafíos, posibilidades y riesgos
Gracias al movimiento global de género, a esta altura del milenio es muy fácil conocer los sucesos históricos que llevaron a que el 8 de marzo se celebre “en todo el mundo la lucha de las mujeres por la igualdad, el reconocimiento y ejercicio efectivo de sus derechos”, como dice la página web del Ministerio de Cultura de nuestro país.
Los feminismos se transformaron en un tema top de las agendas internacionales, alcanzando una visibilidad inédita tanto a nivel institucional como mediático. Su injerencia llega a terrenos más específicos, como el arte, las ciencias y la vida cotidiana de las personas.
Esta masividad propicia nuevas posibilidades de gestionar cambios sociales que consoliden “la igualdad y el ejercicio efectivos de derechos”, pero encierra el peligro, latente en todo movimiento social, de transmutar en un instrumento más del poder. La palabra “poder” es pasible de numerosas interpretaciones según la línea política a la que suscriban tanto quien la profiere como quien la escucha. Por lo general, las
NANCY GIAMPAOLO*
definiciones que agencian un mayor número de actores son las que menos se arriesgan a caer en sesgos. En ese sentido, el poder es más un elenco que una estrella principal e incluye al poder financiero, a los Estados, las multinacionales, los poderes judiciales, las fuerzas de seguridad y la partidocracia de cada país, los think tanks, las ONG´s financiadas por fundaciones de gran capital, los medios y derivados subsidiarios de estos actores principales.
Poder. Nancy Fraser, referente célebre del feminismo de izquierda norteamericano, ilustró claramente esta cuestión del poder como crisol de elementos que se articulan y condicionan entre sí al decir, en una serie de entrevistas que mantuvimos hace poco: “más y más gente, no todos, pero más y más gente entiende que algo fue muy mal en la presidencia de Obama, que no podés poner a Goldman Sachs a cargo de la economía y después decir que sos feminista, por ejemplo. Hillary Clinton representaba esa versión del feminismo, y creo que más y más gente dentro del movimiento feminista entiende que ese fue un giro erróneo y que necesitamos un estilo diferente”.
Finanzas, partidos políticos, lobbys, funcionarios y activistas rentados son, en definitiva, los lugares por los que un movimiento apoyado en la idea de equidad puede transformarse en un ejecutor de nuevas inequidades. “Durante todos los años en los que se abría un cráter tras otro en su industria manufacturera, el país estaba animado y entretenido por un discurso de diversidad, empoderamiento y no-discriminación” , dice también Fraser en cuanto a la obligación de poner bajo la lupa discursos institucionales y mediáticos para quienes aspiran a un mundo más justo e inclusivo.
No existe un solo ideal de liberación. Las expresiones feministas que emergieron en los últimos años son de una complejidad tan sorprendente como para incluir versiones liberales y norteamericanizantes como el MeToo, y revueltas autóctonas y regionales como las de las mujeres de Chiapas, por mencionar solo dos que dan una pauta de la amplitud de la que estamos hablando cuando decimos “derechos de la mujer”.
Como ocurre con el poder, la noción de mujer no puede leerse de manera unidireccional, ni simplificarse a partir de supuestos, ideologías o grupos de pertenencia.
“Las formas o expresiones del bien, la libertad, la justicia o el consentimiento varían mucho en diferentes tradiciones y medios. Así, una sociedad de personas más libres que nosotros, si es muy diferente a la nuestra, puede parecernos despótica en nuestra ignorancia”, dijo a fines de los ‘30 Simone Weil en una de sus cavilaciones en torno a variedad de formas de ver y habitar el mundo. Este pensamiento ilustra uno de los problemas que las mujeres en conjunto enfrentan al momento de vindicarse: la noción de un solo ideal de liberación posible.
Cuando la emancipación se circunscribe a un vector que rige todo lo demás, se arriesga a la imposibilidad de consumarse. Cuando la perspectiva de género deja de lado factores como la pertenencia de clase, el nicho etario, las religiones, razas, tradiciones, acervos (e incluso las pasiones y las apetencias que pueden parecer opresivas a unos paladares y redentoras a otros) en busca de un modelo de empoderamiento que se apoya solo en contrastar con el patriarcado, la diversidad declamada pierde potencia.
Aunque se habla desde hace tiempo de “feminismos” (quicomo ocurre con el poder, la noción de mujer no puede leerse de manera unidireccional