Niña bonita
Caravaggio fue criticado por pintar cuadros religiosos poblados de vagabundos; Bacon pintó un papa en una silla eléctrica y Damien Hirst mató a 9 mil mariposas para crear Kaleidoscope Paintings. El italiano Maurizio Cattelan, en tanto, demostró que el shock es un negocio: en 2004 vendió en más de 2 millones de euros una figura del papa Juan Pablo II impactado por un meteorito. La religión, el racismo, los derechos humanos y los de los animales son otros temas sensibles en el arte; pero al sexo y sus tabúes no hay con qué darle.
La sexualidad sigue siendo la pólvora infalible para encender el escándalo. La niña está desnuda y en pose dentro de una bañera. La cara maquillada, el pelo largo sobre los hombros contrastan con el cuerpo de pechos y pubis lisos e infantiles. Es Brooke Shields a los 10 años en un alto de la filmación de Pretty Baby, la película de Louis Malle, en la que interpreta a una prostituta de 11.
Las fotos son las que le tomó Gary Gross en 1975 y por las que le pagó a la madre de Brooke 450 dólares. Esas mismas que fueron a juicio en 1981 porque la actriz quiso prohibir su circulación. Ella tenía 16 años y estropeaban su carrera y no la
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representaban en ese momento; en fin: no las quería ver más.
Pero la controversia no termina en este juicio que fue ganado por Gross. Richard Prince metió cuchara en la polémica, cuando presentó Spiritual America en 1983. En esa obra volvían a aparecer estas imágenes de la protagonista de La laguna azul
retrofotografiadas, la “técnica” que inventó el fotógrafo. Prince no solo vuelve a poner en escena el cuerpo de una niña jugando a ser grande –“un cuerpo con dos sexos diferentes, tal vez más, y una cabeza que parece tener una fecha de nacimiento diferente”, según Prince señala–, el ojo (adulto) que espía, la incomodidad de los espectadores. En todo caso, a la figura reforzada por el argumento de la película (la prostituta-niña) se le agrega algo un poco más contante y sonante: los derechos de autor.