La Iglesia vista desde el pupitre
El director y psicólogo narra desde su propia experiencia las restricciones e imposiciones de la cultura católica que nos rodea en la sociedad.
Ya en sus primeros instantes, desde el comienzo, el documental de Nazareno Guerra deja en claro lo que quiere mostrar: la forma en la que la institución eclesiástica ha tenido una injerencia directa en políticas educativas en nuestro país, tanto a lo largo de la historia como, principalmente en el film, en la primera mitad de los años 90. El documental disponible en Vimeo y Cine. ar cuenta, según Guerra, su experiencia “a lo largo del período de educación primaria dentro de una escuela católica. Esto supone que el film renuncia desde el inicio a la búsqueda de una objetividad sobre los acontecimientos, apoyándose en la verdad subjetiva de un relato a través de la experiencia. Esta manera de contar implica la dificultad de exponer la vida personal al mundo. Entonces, antes o después, aparecen una serie de preguntas metodológicas: ¿Qué narrar de lo propio? ¿Cuánto contar con respecto a eso? ¿De qué manera hacerlo siendo respetuoso con el orden en el cual transcurrieron los eventos? Al enfrentar esas preguntas a lo largo del proceso investigativo se abre un espectro de grises, que implican la toma de decisiones narrativas a cada paso del film.
Y suma: “A pesar de que se trata de un relato en primera persona, Primario es un documental realizado por y para el encuentro con el otro. Desde ese punto de vista, las entrevistas a compañeros y familiares están apuntadas a la problematización de lo experimentado en aquellos años, buscando puntos de encuentro que reúnan, que reagrupen, las experiencias desde la perspectiva del paso del tiempo. El objetivo del film es la deconstrucción de esa época, de esas experiencias, y la posibilidad de pensar las mismas dentro de una dinámica social con características particulares”.
—¿De dónde nace la idea de criticar algo tan enraizado en nuestra cultura y por qué adquiere esa forma?
—La película surgió a raíz del encuentro fortuito con los materiales en VHS de esa época: la Comunión, la promesa a la Bandera, el viaje de egresados, etc. El efecto del cruce con esas imágenes supuso una suerte de extrañamiento, que motorizó toda la realización de
Primario. Si bien es comprensible que ese movimiento sea pensado para algunas personas en el orden de la “crítica”, la película busca en cambio dialogar con la época, comprender el funcionamiento de los actores en juego, y articular a partir de allí lo macropolítico con las experiencias que atravesamos en lo micro.
—¿Qué fue lo que creés terminó siendo el documental, después de tanto trabajo?
—Primario representa la posibilidad de problematizar una época que aún hoy es objeto de pugnas y resignificaciones. Quienes atravesamos la infancia en ese período estuvimos expuestos a un discurso social signado por la segregación. Esto se puede ver tanto en Quarracino hablando de un país aparte para los homosexuales y lesbianas, como en Menem a través de las políticas neoliberales de la época, o incluso en los relatos de mis compañeros expresando claramente no haber recibido educación alguna con respecto a la sexualidad (donde puede observarse cómo allí se desconocía la forma de abordar nuestra experiencia real sobre el cuerpo en la pubertad, fomentando así la ignorancia y el desconocimiento sobre nosotros mismos).