Una utopía postpandémica
Tomás Moro publicó en 1561 Librillo verdaderamente dorado, no menos beneficioso que entretenido, sobre el mejor estado de una república y sobre la nueva isla de Utopía. En este clásico de las ciencias sociales, que sería inmortalizado como Utopia, Moro esbozó los lineamientos de una sociedad ejemplar, construida en base a la resolución de conflictos que observaba en su entorno.
El abogado y poeta británico, que formó parte de la corte de Enrique VII, esbozó en su trabajo una comunidad modelo pero ficticia, erigida a partir de dos pilares: era pacífica, antítesis de las luchas religiosas producidas por el cisma de la Revolución Protestante; e igualitaria, en contraste con el inequitativo e injusto legado del feudalismo que todavía persistía en el Renacimiento.
Desde entonces “utopía” se convirtió en la síntesis para denominar todo tipo de organización futura que enmendara las desviaciones del presente. En medio de la gran transformación histórica que atraviesa la humanidad, el desafío intelectual que se impone es el de imaginar una utopía postpándemica.
Para dar cuenta de ese interrogante, el Pew Research Center y la Universidad de Elon anticiparon los cambios sociales, políticos y económicos que se podrían llegar tras el Covid. El resultado fue producto de una encuesta realizada a 915 innovadores, desarrolladores, líderes empresariales y políticos, investigadores, académicos y activistas sociales.
Los expertos vaticinan que se producirán reformas tecnológicas que permitirán acceder a mejores condiciones de salud, educación, sociales y productivas, gracias a distintos tipos de “sistemas inteligentes” que podrían empezar a verse en 2025.
Los cambios tecnológicos que se proyectan realmente ilusionan. Así aparece la consolidación de una economía digital expandida, construida alrededor de “agentes libres” que trabajan desde casa. El avance de criptomonedas confiables que posibiliten “colaboraciones entre pares” por fuera de sistemas financieros monolíticos. Y la aparición de “agentes interdigitales”, que podrían asumir tareas repetitivas para que ese tiempo sea invertido en recreación.
También se menciona la aparición de sistemas de redes sociales 3-D, que podrían permitir una interacción humana más real, a través de avatares de hologramas. O la consolidación de una “Internet de las cosas-volador”, a medida que los drones se vuelven más prolíficos en tareas de exploración y entrega.
Se anticipa el avance de una “justicia online”, que ofrezca a los tribunales manejar un gran número de casos de forma remota. Y la irrupción de un mercado sólido de opciones de elearning, que favorezca la creación de propuestas escolares personalizadas.
La medicina se vería altamente favorecida, gracias una “Internet de los objetos médicos”, con sensores y dispositivos que podrían permitir nuevos tipos de monitoreo online y permanente de la salud del paciente, y máquinas inteligentes de ondas milimétricas para diagnosticar enfermedades en forma más rápida y segura.
No obstante, los especialistas también anticipan que podría empeorar la desigualdad entre “conectados” y “desconectados”; que se crearán condiciones oligopólicas para grandes empresas de tecnología; y que la inteligencia artificial podría erosionar aún más la privacidad y la libertad individual. A la vez que ven con preocupación el aumento de fake news y discursos de odio armados para manipular electores, lo que favorecerá una alta falta de cohesión social que contrarrestará la formulación de políticas públicas basada en evidencias.
Pero la investigación concluye que se mejorará calidad de vida porque se crearán sistemas más inteligentes para la administración de servicios públicos, el home office reducirá el hacinamiento urbano y la contaminación ambiental por menor polución del transporte, lo que derivará en un mejor entorno para la vida familiar y social.
Cuando Moro imaginó su sociedad ideal pensó en una isla. Hoy la isla es global. Solo resta saber si este futuro también será ideal.