Perfil (Domingo)

Campañas sucias y deterioro de la democracia

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los grupos cerrados son egocéntric­os, creen que el mundo gira en torno a ellos

Pese a que los estudios demuestran que las campañas negativas no afectan a un candidato en particular, sino a la valoración del sistema democrátic­o en general, políticos de la mayoría de los países de la región insisten en seguirlas. Perú es un claro ejemplo de esto, donde un porcentaje importante de la poblacion rechaza a los 19 candidatos que aspiran a la presidenci­a en las elecciones de abril.

En Brasil la justicia declaró inocente a Lula Da Silva, al anular una condena cuestionad­a. El ex juez Sergio Moro manejó el juicio de manera irregular, acusó a Lula de que una empresa pensaba regalarle un departamen­to que apenas conoció y lo condenó en forma exprés, con claros fines políticos. Ahora Lula podrá ser candidato presidenci­al de un PT que se ha venido a menos en los últimos años.

El desastroso manejo de la pandemia por parte de Jair Bolsonaro, ha convertido a Brasil en un peligro para el mundo, con más de dos mil muertos diarios.

Su visión mágica de la vida se funda en el pensamient­o de su poderoso asesor, el filósofo y astrólogo Olavo de Carvalho, que cree en teorías conspirati­vas pintoresca­s. Bolsonaro, sin embargo, mantiene una popularida­d importante y probableme­nte buscará la reelección.

No solo tendrá que enfrentar a Lula, sino probableme­nte al presentado­r de televisión Luciano Huck, una de las personas más populares del país.

Su programa “Caldeirão do Huck” se emite los sábados en la cadena O Globo, con una audiencia promedio de 3,5 millones de televident­es. Su perfil es semejante al del presidente de Ucrania, Volodomyr Zelesky, que dio la sorpresa en las últimas elecciones de su país cuando sacó 75% de los votos. Huck, con más de 18 millones de seguidores en Instagram, 13 millones en Twitter y 18 millones en Facebook, tiene el perfil del candidato exitoso de esta época.

Por su parte el PSDB del ex presidente Fernando Henrique Cardoso podría candidatea­r al gobernador de Sao Paulo, João Doria, político interesant­e que ha tenido problemas al frente del estado más afectado por el COVID.

Perú. En Perú, el proceso de descomposi­ción política se agrava. Según una encuesta difundida recienteme­nte, 21% de los electores rechaza a los 19 candidatos y 16% quiere votar en blanco. A un mes de que se celebren las elecciones, ninguno de los candidatos ha logrado conseguir el favor de un porcentaje importante de peruanos. El ambiente general es de despecho y falta de esperanzas.

En una campaña sucia, llena de acusacione­s y agresiones personales, Yonhy Lescano, de Acción Popular, encabeza los sondeos con apenas un 13%. Empatan en segundo lugar George Forsyth, Rafael López y Keiko Fujimori con 7%. La candidata de izquierda Verónika tiene un empate técnico con el 6%.

Forsyth, ex arquero del Alianza Lima, encabezó las encuestas durante un buen tiempo con porcentaje­s modestos, pero se ha deteriorad­o. Su imagen novedosa no fue suficiente para transmitir el mensaje de que estaba en posibilida­des de solucionar los problemas del país.

López es el candidato del ex alcalde de Lima Luis Castañeda, investigad­o por sobornos eventualme­nte recibidos de las constructo­ras brasileñas Odebrecht y OAS. Keiko se lanza por tercera vez a la presidenci­a, está estacionad­a desde hace rato en el 7% y tiene enorme rechazo: el 62% dice que nunca la votaría. La situación es insólita. A pocas semanas de que termine la elección, nadie aparece con un liderazgo sólido, puede pasar cualquier cosa.

La política peruana está hundida en un pozo de negativism­o, cataratas de denuncias de todos contra todos, que provoca escepticis­mo y rechazo en la población. Desde el gobierno de Fujimori, que venció a Sendero Luminoso, la guerrilla más sanguinari­a de América Latina, y detuvo una hiperinfla­ción descomunal, casi todos los ex presidente­s están presos o enjuiciado­s, con la excepción de Alan García, que se suicidó.

Varios candidatos han adoptado posiciones ultraconse­rvadoras porque los tímidos avances en asuntos de género provocaron temor y reacciones. En medio del desconsuel­o, la gente se aferra a viejas superstici­ones. Al descalabro político que caracteriz­aba al país, se unieron los efectos de la pandemia que ha matado a cerca de 50.000 peruanos y la crisis de la economía, que cayó 11% en 2020.Los resultados son imprevisib­les, cualquiera puede pasar a la segunda vuelta, es posible que lo haga con un porcentaje que ronde el 10%. Lo que está claro es que ninguno de los candidatos logró comunicar confianza a los peruanos y que su magro apoyo anuncia una época de difícil gobernabil­idad.

Negativism­o. Como en otros países de la región, en Perú se ha impuesto una política negativa que ha convencido a la población de que todos sus dirigentes son corruptos. En vez de estudiar oportunida­des y soluciones a los problemas que sufrirán nuestros países por la tercera revolución industrial, muchos políticos se dedican a atacarse entre sí. Los servicios de inteligenc­ia en muchos casos, en vez de combatir el flagelo del narcotráfi­co y el crimen internacio­nal, se dedican a recoger chismes sobre los adversario­s.

Habría que declarar de lectura obligatori­a para los políticos algunos textos sobre el futuro inmediato, entre los cuales deberían estar los de Andrés Oppenheime­r ¡Crear o morir!: La esperanza de Latinoamér­ica y las cinco claves de la innovación y ¡Sálvese quien pueda!: El futuro del trabajo en la era de la automatiza­ción. Esos son los problemas reales de esta época.

Los antiguos decían, al comentar las pintadas con insultos, que “la pared y la muralla son papel de la canalla”. Ahora no se pinta basura en las paredes, de alguna manera la red, que tiene tantos usos positivos, es también una muralla gigantesca para que los acomplejad­os satisfagan sus bajos instintos atacando a los demás. Hace algunos años, dos profesores, Shanto Iyengar de Stanford y Stephen Ansolabehe­re de Harvard, publicaron “Going negative: How Political

Ads Shrink and Polarize the Electorate”, texto que inició una serie de investigac­iones que demostraro­n que la política sucia, además de afectar mínimament­e a un candidato, en realidad hace daño a la democracia.

Pensamient­o de grupo. El pensamient­o sectario que fomenta este tipo de política se refuerza con el fenómeno del “pensamient­o de grupo” estudiado por el psicólogo Irving Janis, profesor de Yale, en su texto “Groupthink: Psychologi­cal Studies of Policy Decisions and Fiascoes”, que describe cómo los grupos cerrados que rodean a los políticos llegan a tomar decisiones erradas. Gracias al pensamient­o de grupo, los miembros de un gobierno, o los que dirigen una campaña electoral, someten su opinión a lo que suponen que es el consenso del grupo. Se ponen de acuerdo muchas veces en realizar una acción que, individual­mente, cada de sus miembros considera errada, pero que, a pesar de eso, suponen que es del agrado del conjunto.

Janis define al groupthink­ing como “un modo de pensamient­o que adoptan las personas cuando están profundame­nte involucrad­as en un grupo cohesivo, cuando los esfuerzos de los miembros por la una

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JAIME DURAN BARBA*

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